Los macheteros se sienten muy estimulados en el corte de caña. Autor: Leonel Escalona Publicado: 21/09/2017 | 05:16 pm
GUANTÁNAMO.— Había que producir 20 000 toneladas de azúcar y se hizo. Pero tenían que lograrse con eficiencia y eso falló en la pasada zafra. Un maltrecho sistema de vacío en el proceso de fabricación del dulce lanzó al abismo varios meses de mucho esfuerzo y también la posibilidad de aportar unas 3 000 toneladas más del crudo en la anterior contienda.
En los preparativos de la zafra que acaba de comenzar era imprescindible entonces llenar esa carencia tecnológica, de particular importancia para no arrastrar la ineficiencia industrial, máxime cuando la provincia ahora tiene que producir 6 000 toneladas más que en la contienda anterior.
«Aquello allá arriba, donde se muele la caña, metía miedo. Casi todo estaba deshecho: las mangueras del sistema de enfriamiento, los condensadores, las tuberías de evaporación, las bombas… Así no se podía llegar a ningún lado. Ahora todo está de paquete, aunque tengo una gran preocupación».
Quien habla no es un improvisado. Lleva «una bola» de años en el sector. Su nombre es Emilio Henríquez Maldonado, jefe del laboratorio que certifica la calidad del proceso de fabricación de azúcar.
«Aquí se determinó cambiar el motor de 800 kw/h que movía tres molinos, por uno de 630 kw/h. Pero si pones todas las máquinas trituradoras a su máxima capacidad en busca de eficiencia, el nuevo motor no tiene potencia para aguantarlas y se “disparará” constantemente. Eso implicará que en algún momento bajemos la capacidad de explotación y por consiguiente la molienda y la extracción del jugo», explica.
Por su parte, Jorge Batueca Martínez, director de la Empresa Azucarera Guantánamo, que rectorea todo el programa cañero y azucarero de la provincia, específica que los cálculos técnicos efectuados dicen que sí se puede alcanzar eficiencia con solo cuatro molinos.
«El problema es que trabajar con cinco es lo tradicional aquí, pero que falte uno hasta nos favorece energéticamente. La productividad va a depender, en este caso, de la pericia del operario», opina Batueca.
Armando Martínez Alfonso, con diez años en el área de fabricación de esa industria azucarera, dice que no hay miedo, porque lo importante «es que sabemos lo que nos estamos jugando y no podemos fallar».
Otra piedra en el camino
Del central a Los Pocitos o Florida, dos importantes macizos cañeros, a bordo de un yipi ligero, uno llega molido por los saltos que el conductor del vehículo no puede evitar. Camión de caña que pase por allí, puede llegar medio vacío al ingenio. Eso vivimos justo cuando comenzaba el corte de la caña que un día después se empezó a moler.
«Si tuviéramos que cargar ahora mismo, que ya debíamos estarlo haciendo desde el sábado, no podríamos porque el camino está en malas condiciones. No tenemos más toneladas cortadas precisamente temiendo a eso. El machetero, cuando ve que por donde se va a trasladar la caña está malo, pierde el impulso», nos dice Demetrio Rodríguez, administrador de la unidad básica de producción cooperativa La Esperanza, una de las 16 UBPC cañeras.
Los macheteros, aunque están muy estimulados, lamentan el atraso en ese tipo de reparación que garantiza que la gramínea llegue a tiempo a los molinos y, aseguran que no es nueva esta situación.
«Es una lástima que sea así, porque hay bastante y buena caña, y tenemos el estímulo de que nos la pagan bien (a 20 pesos la tonelada)», dice Tomás Nolasco Gómez, un machetero con 22 años de zafra.
«Dicen que estaban todos los recursos y era verdad, porque nos dieron zapatos, ropa, mocha, lima, guantes, polainas, sombrero… ¿Pero, qué habrá pasado con los caminos?», se pregunta Yadiel Negret, quien con 26 años ya participó, con esta, en cuatro zafras.
Esa interrogante fuimos a despejarla con el director Jorge Batueca: «Sí, se contaba con todo para esas labores y con un cronograma según el cual debíamos comenzar en octubre, pero habríamos perdido el combustible, el trabajo y el dinero por las lluvias», comenta el joven ingeniero en Mecanización de la producción agrícola.
Mientras escuchábamos esta explicación nos venía una y otra vez a la mente la vehemencia de Wilfredo Turro Martínez, jefe de Producción de la UBPC La Esperanza: «El problema está en que de zafra en zafra hay que hacer todos los caminos de nuevo, porque ni se tocan las alcantarillas ni los puentes, y apenas cae un aguacerito se ponen endemoniados. Creo que deben priorizarse al menos los viales por donde se inicia el corte. La eficiencia del ingenio transita por ellos también».
En efecto, según Batueca lo que se hace ahora también es dar mantenimiento en sentido general, pues los recursos, para reparar los caminos con todo lo que llevan, solo alcanzan para pocos kilómetros.
Haciendo gala de lo bien informado que están, tanto en la UBPC La Esperanza como en la Manuel Sánchez, de Los Pocitos, piensan que este asunto de las sendas cañeras debe cobrar mayor prioridad, porque aprecian un inusitado crecimiento en áreas y en rendimiento, y eso implica que este año por ahí va a pasar mucha caña, quizá más de las que necesita el Argeo Martínez, único central en activo en Guantánamo desde hace tres zafras (incluyendo la actual), para fabricar las 26 000 toneladas con vistas al consumo nacional y las 11 000 destinadas a la exportación.
Harina de otro costal
Como el hombre es el recurso más valioso de la zafra anduvimos varios días por eso que llaman campamentos de macheteros. No vimos una maravilla. Pero tampoco un desastre. No obstante allí también hay algunos vacíos.
Rumbo a un macizo cañero del municipio Manuel Tames, en un campamento de la UBPC La Esperanza se nos recibe con un lote de alzadoras engalanadas gracias a la laboriosidad de sus operarios.
Era hora de corte, y allí no había ningún jefe. «Todos están para el campo, junto a los macheteros», nos dijo una CVP atenta, y fuimos en su busca.
Preocupados por la carencia de iluminación y ventilación en el campamento cañero La Esperanza, que alberga a más de cien macheteros, dialogamos con Luis Cortinas Campos, el joven económico de la UBPC de igual nombre y miembro del Comité Provincial de la UJC.
«Contamos con 3 000 CUC que podemos utilizar para sufragar algunas de las necesidades de materiales de la unidad y estimular a los que más se destaquen, pero las trabas burocráticas convierten eso en un dinero fantasma; te imaginas que existe, pero no lo ves.
«Por ejemplo, hace poco fuimos a CIMEX, gastamos 20 litros de combustible, porque tuvimos que ir dos veces en un camión, prefacturamos 30 ventiladores, cien desodorantes, 50 platos y una olla de presión para agilizar la comida, pero nos dijeron que necesitábamos una firma de la Empresa.
«Allá fuimos y nos dijeron que no se contaba, en esos momentos, con una firma que nos autorizara. Entonces retornamos a la UBPC. Ahora cuando volvamos para comprar, otra unidad, con menos trámites, se lo ha llevado todo, como nos ha pasado un montón de veces. Por cosas como esas solo hemos gastado 83 CUC en materiales de oficina.
«Para las unidades productoras debería ser menos agobiante usar sus divisas, porque tienen un aparato de dirección completo, como una empresa, y personalidad jurídica para manejar la moneda nacional, pero la divisa es un problema», acota Cortinas Campos.
Sobre esa problemática Jorge Batueca explica que existen regulaciones nacionales que limitan las compras de las unidades productoras y como consecuencia ese dinero se ha ido acumulando. «También es un problema que la divisa no la pongan en su cuenta, sino en la de la empresa; entonces ellos deben ir al lugar, hacer una prefactura, venir a vernos, y en el comité se aprueba; pero como lleva tantos trámites todo eso demora y entonces, cuando van a comprar, ya lo que necesitaban no está», concluye.
Completar con el detalle
Viéndolo moler, acompasadamente sacándole el guarapo a la caña y la gente diciendo que todo va bien, uno se da cuenta de que el desaliño de algunas áreas puede que no comprometa la eficiencia fabril, pero causa una impresión horrible.
«Es una cuestión de detalles», les decía el primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, José Ramón Machado Ventura, a directivos y trabajadores del ingenio cuando era inminente la arrancada del central.
Y se refería el dirigente político a la necesidad de evitar esa mala imagen que da tener un hierro por aquí y otro por allá, fuera de lugar, un pedazo de pared rota, un techo incompleto, telas de araña por doquier, pasillos sin barrer; grasa en las herramientas, en el piso; hierros oxidados…
Son esos y los otros los vacíos que todavía faltan por llenar. No dependen de la técnica, sino de los mismos hombres y mujeres del azúcar, que se merecen un mejor entorno.