Incontables muestras de amor brindan hombres y mujeres buenos para liberar a los Cinco. Autor: Kaloian Santos Cabrera Publicado: 21/09/2017 | 05:01 pm
Mario Sergio tiene 11 años. Cuando abrió sus ojos al mundo ya Gerardo Hernández, René González, Antonio Guerrero, Fernando González y Ramón Labañino dormían tras las rejas lejos de esta tierra. Aunque mi sobrino ha crecido en medio de la ardua batalla de nuestro pueblo por la liberación de los cinco antiterroristas cubanos, constantemente le surgen dudas. No entiende que estén presos, si ellos son inocentes.
Ya no se conforma con el hecho de que esos hombres estén encarcelados por protegernos a cada uno de nosotros. Quiere entender por qué tantos oídos sordos, por qué el sistema legal norteamericano no ha sido justo, por qué están a punto de cumplir 12 años de prisión quienes únicamente lucharon por defender al pueblo cubano y al estadounidense del terrorismo contra nuestro país, organizado y financiado desde la Florida.
Demasiadas preguntas y muy complejo ponerle palabras a tanta sinrazón. El Gobierno de EE.UU. nunca ha podido presentar pruebas que los inculpen en ninguna de las instancias judiciales recorridas durante este largo proceso y, aun así, los Cinco fueron condenados a elevadísimas penas. Incluso, la Corte Suprema no aceptó revisar el caso y no fue hasta hace casi un año que tres de ellos (Antonio, Fernando y Ramón) fueron resentenciados, luego que la Corte de Apelaciones de Atlanta anulara los veredictos iniciales, sin otro remedio que reconocer que habían sido excesivos.
Los hechos hablan por sí solos. Lo más triste es que el apretado resumen para intentar explicar lo ocurrido durante más de una década, no logra traducir lo soportado con verdadero estoicismo por Gerardo, René, Antonio, Fernando y Ramón y sus familias, y el absurdo de este proceso manipulado.
Lo que Mario Sergio debe saber
A todas luces lo ocurrido con nuestros cinco compatriotas es el amañado resultado de un caso totalmente político. Todo cuanto siguió a su arresto en Miami por agentes del FBI en 1998, es una prueba de hasta dónde puede llegar el odio de los más recalcitrantes sectores anticubanos en esa ciudad, y los compromisos de Washington con esos personajes.
Luego de ser encarcelados los mantuvieron aislados en celdas de castigo durante 17 meses. Solo después de esa tortura psicológica sin poderlos doblegar, fueron llevados a un tribunal.
La primera audiencia se celebró en Miami, y a estas alturas ya se sabe que entonces el Gobierno estadounidense financió a periodistas para contribuir a azuzar los odios allí. Fueron acusados y sentenciados por el nebuloso cargo de conspiración para cometer espionaje y en el caso de Gerardo, sobre el que pesa la más severa pena (dos cadenas perpetuas más 15 años de privación de libertad), se agregó la supuesta conspiración para cometer asesinato. Obviamente, no pudieron culparlos de espionaje o asesinato real, tampoco pudieron probar la «conspiración», porque no encontraron documentos clasificados, ni otro elemento que diera cuenta del envío o transmisión de información confidencial del Gobierno de los Estados Unidos.
Aquel juicio duró más de seis meses y, según consta en un documento resumen elaborado por la Asamblea Nacional del Poder Popular, se convirtió en el más largo de EE.UU. hasta ese momento. Más de 119 volúmenes de testimonios y 20 000 páginas de documentos fueron compilados. Se incluyeron los testimonios de tres generales y un almirante retirados, quienes coincidieron en que no existía evidencia de espionaje. Cuando el caso estaba a punto de ser presentado al jurado, el Gobierno reconoció por escrito que había fracasado en probar el cargo de conspiración para cometer asesinato imputado a Gerardo Hernández. Alegó que «a la luz de las pruebas presentadas en el juicio, esto constituye un obstáculo insuperable para Estados Unidos en este caso y probablemente resultará en el fracaso de la acusación en este cargo». Pero aun así los Cinco fueron condenados.
Los trasladaron a cárceles de máxima seguridad en distintos puntos de la geografía estadounidense para que no pudieran comunicarse entre ellos. Además, durante todos estos años las visitas de sus familiares han sido obstaculizadas, mientras que a Adriana y a Olga se les ha negado constantemente el derecho de visitar a sus esposos, Gerardo y René, respectivamente.
Son los sueños todavía...
A partir de que fuera dictada esa injusta condena, el equipo legal de los Cinco ha transitado por todos los vericuetos del sistema judicial estadounidense. Desde la Corte de Apelaciones hasta el Tribunal Supremo, que finalmente se negó a revisar el caso, a pesar de que la petición contaba con el mayor respaldo que proceso penal alguno haya tenido, lo cual fue visible en los 12 documentos de Amigos de la Corte presentados.
En medio de todo, en mayo de 2005, el Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre Detenciones Arbitrarias determinó que la privación de libertad contra los Cinco era, precisamente, arbitraria, y exhortó al Gobierno de EE.UU. a tomar las medidas necesarias para rectificar esa situación. Ya sabemos lo que ocurrió.
Desde el punto de vista legal nada ha sido suficiente ante la obstinación de las autoridades estadounidenses, quienes asumen que castigarlos a ellos es castigarnos a todos. Es cierto pero, desde el principio, no contaron con la entereza de esos hombres, el temple de su pueblo ni la solidaridad creciente.
Aunque los abogados consideran como una pequeña victoria la eliminación de las cadenas perpetuas de Antonio y Ramón en el proceso de resentencia, momento en el cual la «justicia» norteamericana tuvo que reconocer que las condenas iniciales habían sido injustas y excesivas, además del peso que había tenido la solidaridad internacional, ese resultado está muy lejos de ser consecuente con la inocencia de los Cinco. Al mismo tiempo continúa la batalla para reabrir el caso de Gerardo, a partir de la apelación indirecta o hábeas corpus, la cual fue presentada el pasado 14 de junio.
En medio del recuento, es imposible dejar de pensar en esos casi 12 años tras las rejas. Ellos, sometidos a los rigores de prisiones de máxima seguridad, lejos de la patria, de las familias, expuestos a los caprichos de sus carceleros —recientemente Gerardo, aun estando enfermo, fue enviado al hueco sin más explicaciones—, con sueños por cumplir…
Durante 12 años han sido presos ejemplares y nunca han protagonizado incidentes disciplinarios en las cárceles en las que han sido confinados. No han flaqueado ni un solo segundo, y en los momentos más difíciles han pensado más en sus compañeros o en nosotros que en ellos mismos, lo cual es muestra de su calidad humana.
Para comenzar por el abrazo
A pesar de que la injusticia ha querido ser silenciada, en los más disímiles rincones del mundo se levantan voces solidarias, seres humanos que comprenden la naturaleza del caso y se suman al necesario reclamo internacional. Deberíamos ser más cada día, los que exijamos el regreso a casa de quienes han dado ya parte de sus vidas por nosotros. Ni las actuales ni las siguientes generaciones de cubanos podremos pagar la deuda de amor contraída con estos cinco hombres.
Junto a los amigos del resto del mundo tendremos que seguir luchando porque se nos escuche, sin importar dónde haya que colocar el grito. El reclamo ha subido ya las más altas montañas de Perú, Ecuador, el Líbano y el País Vasco. Y tendrá que ascender más hasta que se haga justicia.
Como ha dicho en reiteradas ocasiones el titular del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón de Quesada, el presidente Obama puede y debe liberar a los Cinco.
Cuando los hijos que sueño pregunten quiénes son esos hombres, la historia que hoy me pide Mario Sergio deberá comenzar por el final, por ese abrazo infinito que acogerá en la patria a Gerardo, Antonio, Fernando, René y Ramón. Después de oírla, seguro se sentirán orgullosos de cuánto hicieron los hombres y mujeres de corazón bueno y, especialmente, el pueblo de Cuba, por la libertad de quienes con su sacrificio individual y voluntario lucharon por salvarnos a todos.
El duro camino ante la Corte
•Gerardo Hernández: La Corte de Apelaciones ratificó su sentencia de dos cadenas perpetuas más 15 años. El 14 de junio de 2010 se presentó la solicitud de hábeas corpus.
•Ramón Labañino: La Corte de Apelaciones anuló la sentencia inicial. El 8 de diciem-bre de 2009 fue resentenciado a 30 años.
•Antonio Guerrero: La Corte de Apelaciones anuló su sentencia inicial. El 13 de octubre de 2009 fue resentenciado a 21 años y diez meses.
•Fernando González: La Corte de Apelaciones anuló su sentencia inicial. El 8 de diciembre de 2009 fue resentenciado a 17 años y nueve meses.
•René González: La Corte de Apelaciones ratificó su sentencia de 15 años.