Primera bailarina de la Compañía Prodanza Autor: Roberto Morejón Guerra Publicado: 21/09/2017 | 04:54 pm
«Un papel principal, sea cual sea, lleva mucho tiempo, pero este tiene un reto especial. Interpreto a una bailarina sagrada hindú, sublime e intocable; debo dar la impresión de que estoy flotando…».
Mariem Valdés Martínez, primera bailarina de la Compañía Prodanza, de Laura Alonso, está muy ocupada. Se prepara para hacer el protagónico de La Bayadera, un gran desafío artístico.
«Técnicamente esta coreografía es muy linda, pero muy difícil. No son los brazos académicos de primera, segunda y tercera posición, sino que deben hacer señales hindúes; además, debo incorporar movimientos de cadera, típicos de las danzas del oriente, a los propios de las danzas clásicas.
«Se trata de una producción inmensa, con muchos bailarines; la tienen en repertorio casi todas las compañías del mundo, pero en Cuba hace diez años que no se pone en escena. Ahora la reestrenaremos en el Teatro Mella, del 18 al 21 de marzo».
Mariem Valdés Martínez tiene 20 años. Se graduó en 2008 en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba, de la especialidad de Ballet clásico, con diploma de oro, y fue seleccionada como la mejor graduada y la alumna más integral. En septiembre del mismo año se unió a la Compañía Prodanza, donde se desempeña como primera bailarina.
Desde su incorporación a ese conjunto danzario ha interpretado Bella Durmiente, Majísimo, Cascanueces, pas de quatre de Paquita, la mazurca de El Lago de los cisnes y el pas de deux del II acto de Giselle, entre otras piezas.
—¿Cómo te preparas para este protagónico?
—Primero hago trabajo de mesa, para conocer la historia del personaje, del autor de la música, de la coreografía… Trato de conseguir la mayor cantidad de videos de bailarinas que lo hayan encarnado, sobre todo cubanas, de cualquier época, para ver los estilos, porque el ballet es también un arte de apreciación.
«Luego me aprendo la coreografía y empiezan los ensayos, que duran meses, para cuidar los detalles. Primero lo histriónico, luego lo técnico, unirse con el cuerpo de baile y llevarlo a la escena.
«Sin embargo, la magia del escenario es innegable. Desde que empiezo los ensayos en el teatro es diferente. En resumen significa mucho estrés, mucha preocupación; llegar a la casa y ponerme a escuchar la música del ballet y estar pensando todo el tiempo en el personaje».
—Es difícil para una cubana del siglo XXI encarnar esos personajes clásicos.
—Muy difícil. Por eso trato de ver todo lo que se ha hecho antes, para tomar de todos y hacer mi propio personaje, mi interpretación, para que sea diferente.
«La escuela cubana de ballet te da la posibilidad de ser internacional; es muy perfeccionista, con un estilo muy propio».
—¿Prefieres los clásicos?
—Me gusta el contemporáneo, pero los clásicos son «los intocables».
A pesar del tiempo transcurrido Mariem no olvida la primera vez que vio un ballet en escena. Era Coppelia, escogido especialmente porque era propio para una niña. «Quedé deslumbrada con los trajes, la música, la magia de los aplausos… Fue muy impresionante, y me dije: Eso es lo que quiero hacer».
Los que conocen a Mariem desde pequeña no tuvieron nunca la menor duda de que sería bailarina. No había una reunión familiar o fiesta donde ella no mostrara sus dotes danzarios, y no perdía ocasión para pedirle a mamá que la llevara de nuevo al teatro.
—Una bailarina de ballet clásico tiene que hacer muchos sacrificios. ¿Cuál es para ti el más fuerte?
—Las dietas, porque soy muy golosa, y el chocolate, por ejemplo, es prohibitivo. Además, como buena cubana, me gustan el arroz, los frijoles… y de eso nada. Los pies sangran, los entizas y ya, pero un helado…
—¿Cuando no estás bailando, qué prefieres hacer?
—Me gusta mucho estar en mi casa, con mi familia; salir por las tardes y sentarme en el Malecón; escuchar mucha música, ver una película… estar tranquila.
«Claro que no escatimo a la hora de bailar música cubana, casino y ahora el reguetón, que todavía no lo he aprendido muy bien», asegura con una sonrisa.
—En marzo de 2009 participaste en el IV Premio Internacional de Danza Roseta Mauri, en Reus, España, donde te fue otorgado el Premio del Público.
—Soy miembro del Consejo Internacional de la Danza, y por esa vía me llegó la invitación. Asistí con el maestro Ernesto Fariñas, que fue mi ensayador, pues se montaban dos variaciones clásicas y dos contemporáneas.
«Fue una gran experiencia. Había bailarines del mundo entero y personalidades de la danza, como Cynthia Harvey, primera bailarina del American Ballet Theatre. Son personas que admiras, que ves en los videos, y luego tener la suerte de que te den clases, es muy impresionante.
«El Premio fue inesperado. Había muchos españoles concursando, que son conocidos allí, y siempre pensé que ese lauro sería para alguno de ellos. Te aseguro que ser aceptada por el público es lo más hermoso».
Cuando hay que hablar de agradecimientos, Mariem piensa primero en sus padres, de los cuales siempre recibió todo el apoyo y el necesario consejo. Y no quiere enumerar a los profesores, porque son muchos y teme olvidar algún nombre.
«Solo mencionaré a Fernando Alonso, pues creo que fue una suerte tener a esa gran figura de la danza transmitiéndome sus conocimientos, diciéndome cómo hacer, ayudándome».
—Tienes muy buen carácter, siempre estás sonriendo. ¿Transmites esa energía positiva a tus personajes?
—De eso tengo una anécdota. Cuando bailé el segundo acto de Giselle, como soy una willis, estoy muerta; pues mi rostro reflejaba ese dolor.
«Tengo varios primos que no son conocedores del ballet, pero siempre van a verme, para apoyarme. Y cuando terminé de bailar me decían: Qué te pasó, qué te dolía, por qué estabas tan seria. Y por más que les explicaba que ese personaje no era como otros, que yo estaba muerta, pues seguían: pero bailaste muy mal, no como otras veces…».
—¿Tienes algún sueño como bailarina que no has podido alcanzar?
—Ya hice el segundo acto de Giselle, pero me gustaría hacer el ballet completo. Para mí ese es el estrellato, la graduación de una bailarina.
«Y me encantaría hacer coreografías, con músicas espectaculares, con bailarines, con cosas nuevas. Ojalá que algún día pueda incursionar en ese mundo».