Nancy Pavón muestra las secuelas del ataque terrorista a Boca de Samá. Autor: Juan Pablo Carreras/(AIN) Publicado: 21/09/2017 | 04:53 pm
BANES, Holguín.— No fue solamente la tranquilidad de la noche en el humilde caserío de pescadores de Boca de Samá, en territorio de la antigua región oriental de Banes, lo que quedó destrozado el 12 de octubre de 1971 por el tableteo de ametralladoras de grueso calibre.
Conocido como uno de los actos más cobardes planificados por la CIA y ejecutados por la organización terrorista Alfa 66, sus autores penetraron al territorio nacional a bordo de una lancha rápida y se ensañaron esa vez, no precisamente contra objetivos militares, sino contra unas pocas y endebles casas construidas, en su mayoría, con tablas de palma y guano.
Detrás dejaron una estela de muerte: los combatientes Lidio Rivaflecha Galano y Ramón Sian Portelles.
Otros cuatro resultaron heridos graves, entre ellos las niñas Ángela y Nancy Pavón Pavón, de apenas 13 y 15 años de edad, respectivamente, así como el campesino Jesús Igarza y Carlos Escalante, jefe de la Unidad de Tropas Guardafronteras en la zona.
Amparados en la oscuridad, los mercenarios llegaron a sabotear la tienda del poblado y realizaron disparos de mortero sobre la escuela y las casas de los pacíficos lugareños.
Se consumaba así otro cobarde ataque contra el pueblo cubano, el cual, enterado del hecho, se puso en pie de combate ante la posibilidad de nuevas agresiones por la región oriental del país.
Investigaciones realizadas posteriormente arrojaron que el referido comando estuvo integrado por al menos 14 personas, al mando de Santiago Álvarez Fernández-Magriñá.
En declaraciones al semanario Miami New Times, el confeso agente Gustavo Villoldo, quien participó en el asesinato del Che, confirmó públicamente que fue la CIA quien ordenó el acto terrorista a Boca de Samá.
Recuerdos heridos
No se escucha ahora el repiquetear de las balas, pero la voz acusadora de Nancy Pavón Pavón revela todavía a flor de piel sus recuerdos heridos, ahora desde la sala de su casa, en la comunidad de Aguada la Piedra, en las cercanías del balneario de Guardalavaca.
JR le contactó en busca de sus opiniones sobre el reciente anuncio del gobierno de Obama de incluir a Cuba en una lista de «países patrocinadores del terrorismo».
A Nancy, las palabras se le entrecortan. Nos mostró el muñón de su pie derecho como la razón más elocuente para condenar tamaña calumnia. Nos habló de sus sueños truncados de quinceañera, al no poder llegar a calzar nunca unos blancos zapatos de tacón.
«Jamás se me olvidará aquel día, cuando desperté junto a mi hermana. Las balas nos pasaban por encima —rememora Nancy—. Sentí un golpe en mi cuerpo y le grité a mi padre: “¡Estoy muerta!”. Entonces mi hermana Ángela dijo: “¡Yo también estoy muerta!”. La misma bala nos hirió a las dos en los pies.
«Yo crecí lamentándome de mi suerte, del dolor de mi familia y odiando al imperialismo. Pero cuando participamos en la Demanda del Pueblo de Cuba al Gobierno de Estados Unidos, me di cuenta de que al menos vivo para contarlo, y el sufrimiento no era solo mío.
«Conocí a muchos cubanos quienes perdieron familiares o están mutilados por el resto de sus días. Tengo tres hijos y cuatro nietas. Aunque se los oculte, ellos me ven sufrir, porque todavía padezco dolores, el pie izquierdo se me hincha. Hace solo tres años estuve ingresada más de seis meses por otras lesiones que me han surgido por el uso de la prótesis.
«Por eso digo que mis familiares son también víctimas del terrorismo. Y ahora que nuevamente nos acusan de terroristas, lo que debemos hacer es renovar la lucha porque se haga justicia por todos esos crímenes.
«Es un cuento que nadie puede creerse —enfatiza Nancy con respecto a la nueva acusación contra Cuba— porque el terrorismo que hemos conocido en carne propia siempre ha venido del mismo lugar. Los terroristas no están en Cuba, y nosotros nunca hemos querido venganza, sino justicia», sentenció Nancy.