El primer teniente Hermes Santo Peña Torres, a la izquierda, con el Che en los primeros días de la Revolución. Autor: Félix Arencibia González Publicado: 21/09/2017 | 04:53 pm
Los restos mortales del joven cubano, primer teniente Hermes Santo Peña Torres, quien cayera en la guerrilla de Salta, Argentina, el 18 de abril de 1964, fueron traídos a Cuba hace poco tiempo e inhumados en solemne ceremonia militar en la mañana del miércoles 13 de abril de 2006, en un nicho junto al Che, su jefe de siempre, en el mausoleo de Santa Clara.
La ceremonia fue presidida por el miembro del Buró Político del Comité Central del Partido y ministro del Interior, general de cuerpo de Ejército Abelardo Colomé Ibarra, y el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, ambos Héroes de la República de Cuba; otros generales, jefes y oficiales de alto rango de las FAR y el MININT, dirigentes del Partido y del Estado y de las organizaciones juveniles y de masas.
Estuvieron también presentes las dos hijas del mártir, Teresa y Ana María Peña Siblez, cuatro de sus hermanos residentes en la tierra natal del combatiente, en Pilón, Granma: Laudelina, Rosa, Sonia y Gonzalo; sus tres nietos, Adonis, Hermes y Yaleisi; un tío paterno, Adolfo y otros familiares.
También participaron en la ceremonia combatientes de las FAR, el MININT, jóvenes de los Programas de la Revolución y miembros de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC). Desde las 8:30 de la mañana de ayer la Unidad de Ceremonias del Estado Mayor General de las FAR inició la guardia de honor, en una de las instalaciones del Mausoleo, en la Plaza Ernesto Che Guevara, donde inicialmente se colocó el osario con los restos del mártir.
Bajo los acordes de la Marcha del 26 de Julio, tocados por la Banda de Música del Estado Mayor General de las FAR, se colocaron seis ofrendas florales en nombre del Comandante en Jefe Fidel Castro, el General de Ejército Raúl Castro, Ministro de las FAR, las hijas de Hermes y demás familiares, el pueblo de Cuba, sus compañeros del Ministerio del Interior y el pueblo de Villa Clara.
Los familiares e invitados acompañaron al oficial que portaba el osario con los restos del primer teniente Hermes Peña hasta la entrada del Mausoleo. Seguidamente la Banda de Música del Estado Mayor General interpretó el himno El Guerrillero, al tiempo que familiares e invitados entraban al Mausoleo acompañando al oficial que portaba el osario que fue depositado en el nicho donde reposarán para siempre los restos del joven internacionalista, junto al «Destacamento de refuerzo del Che» y sus compañeros de la guerrilla de Bolivia.
Después la Banda ejecutó las notas del Himno Nacional y, simultáneamente, fueron disparadas tres salvas de fusilería como homenaje póstumo al primer teniente Hermes Peña Torres. Las palabras centrales de la ceremonia militar estuvieron a cargo del coronel del MININT, Manuel Hevia Frasquieri, director del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado.
«Hace solo unos años, el 17 de octubre de 1997, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz expresó con visible emoción: No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros, venimos a recibirlos. Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles?».
Y agregó el coronel Hevia: «Hermes Peña Torres es uno más de esos compañeros invencibles que a pesar de la muerte y los años transcurridos sigue luchando junto a nuestro pueblo. Nació el 7 de abril de 1938 en un solitario bohío de una finca llamada La Plata, en Marea del Portillo, Pilón, en la indómita provincia de Oriente, en una zona expoliada por el hambre, casi olvidada por los gobiernos corruptos y proyanquis que habían sumido a este país en la miseria y el desconsuelo.
«Creció en aquellas hermosas montañas junto a sus hermanos y hermanas, educado por sus padres, Clemente, un hombre fuerte con pelo muy lacio, un indio típico como el propio Hermes y su madre, la bella Paula, india también, que aunque muy pobres inculcaron a sus hijos la sabia rectitud y la nobleza del hombre de campo, del trabajador incansable, del ser honesto, humano y solidario».
El 24 de noviembre de 1957, con 19 años de edad, Hermes se incorporó al Ejército Rebelde, a la Columna 8 Ciro Redondo, a las órdenes del Comandante Ernesto Guevara, en la misma zona donde había crecido, y con arrojo participó con el Che en los combates de Las Mercedes, Fomento, Remedios, Caibarién, Güinía de Miranda, Cuatro Compañeros y Santa Clara, donde se destacó por su valentía y fue uno de los invasores. Un día antes de salir la Columna Invasora, Hermes pidió integrarla y entre otras cosas cargó la mochila más pesada del Che, la de los libros.
Desde un principio, por su valentía y disciplina, se ganó la confianza del Comandante Guevara. En Santa Clara combatió duro y se le vio lanzar un coctel Molotov al Tren Blindado de la tiranía y estuvo entre los primeros que se metió debajo de esos vagones para regarles gasolina.
Citó el orador lo dicho por la madre de Hermes de que «era muy bueno y tenía un misterio en su carácter, porque era callado como una cueva, pero muy responsable en sus cosas desde pequeñito. Era un niño todavía cuando andaba con el Che».
Al triunfar la Revolución era miembro de la escolta del Comandante Guevara y durante 1959 y 1960 acompañaría al Guerrillero Heroico en múltiples actividades políticas y militares, incluyendo distintas giras por varios países. En 1961 ingresó en la Escuela de Oficiales de Matanzas y después ocupó otras responsabilidades en la vida militar.
En aquellos años un combatiente preguntaría a Guevara quiénes eran los compañeros más valientes que él tenía junto a sí, provenientes de la Sierra Maestra y el Che dijo: «Uno de los valientes es Hermes». «Pero no fue solo coraje, sino honestidad y sinceridad, muy apegado al Che, como un hijo a su padre, al que demostró siempre una lealtad sin límites en aquellos años. Muchos afirman que el sentido de su vida fue entonces cuidar al Che, acompañarlo, ayudarlo, estar a sus órdenes disciplinadamente».
En noviembre de 1962 se despidió de su esposa Catalina Siblez Sánchez y marchó a brindar su ayuda solidaria a otras tierras de América. Junto a ella quedaban su querida hija Teresita, de solo tres años y Ana María, que aún no había tenido tiempo de nacer.
«En aquellos lejanos parajes de la selva de Salta el joven de apenas 26 años cumplió importantes responsabilidades en el incipiente movimiento de liberación. Volvía de nuevo a la Sierra, no menos hermosa que la que lo vio crecer, pero inhóspita y silenciosa que los sometió al hambre y los enfrentó a la muerte; en aquel país, cuna también de nuestro Guerrillero Heroico, cayó combatiendo la tarde del 18 de abril de 1964.
«En Hermes Peña vive la raíz latinoamericana, la del indio, el mestizo, la del hombre humilde y explotado decidido a cambiar para siempre la historia de los pueblos de América. Su caída y la de otros valientes abrió otros caminos de lucha y de victoria».
Muchos años después, tras una larga y paciente búsqueda, los restos mortales de este combatiente internacionalista cubano están de nuevo junto a los del Che. «Su ejemplo de valentía, humildad, sacrificio y lealtad a Fidel, a Raúl, a la Revolución, inspirarán por siempre a los jóvenes cubanos y juntos, como expresó nuestro Comandante en Jefe, aquel 17 de octubre, seguiremos luchando por un mundo mejor. Hasta la victoria siempre», concluyó el coronel Manuel Hevia.