Aleida March y el Che también estuvieron presentes en la ceremonia. A la izquierda de ambos, en la foto, el compañero Carlos Coello. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 04:53 pm
El Comandante Ernesto Guevara se apareció, de incógnito, a principios de diciembre de 1959, en una vivienda particular de la calle Vínculo, entre José Martí y Dolores García, en la barriada de Calabazar de La Habana, entonces municipio de Santiago de Las Vegas, hoy de Boyeros.
Al detectarse su presencia, el pueblo se movilizó para saludarlo, pero ya él estaba dentro de la casa y los curiosos solo atinaron a esperar a que saliera.
Eso ocurrió al mediodía del 12 de diciembre, hace 50 años. El Che había ido para asistir como testigo a la boda de su joven escolta Hermes Peña.
Hermes, con 20 años, se hizo novio de Catalina Siblez, que tenía 14 y residía en esa localidad. El compromiso quedó sellado poco tiempo después de conocerla, acompañada ella por su hermana de crianza, Martha Sandoval.
Al principio los padres de crianza de Catalina no creyeron que el primer teniente del Ejército Rebelde Hermes Peña era uno de los escoltas del Che. Al confirmarlo, le dieron la entrada a su casa para visitarla como novio.
Él era originario de Marea del Portillo, en Pilón, en la actual provincia de Granma. Un típico indio, vecino de Los Letreros, cerca de Barranca Honda, en la Sierra Maestra. Vino con la Columna del Che en la Invasión. Dijo que se casaba pronto y cumplió su palabra.
Catalina y él seleccionaron el día 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, la patrona de México, por estar entonces de moda la canción La Lupe, de Juan Almeida Bosque.
Aunque Hermes no era creyente, la boda se efectuó también por la Iglesia, para complacer la solicitud de la muchacha. El Che asistió por el día a la ceremonia civil.
Una broma del Che
Ya ante la familia, el jefe guerrillero, muy serio, expresó: «Yo vengo con mucha pena a retirar la palabra de Hermes. Él desistió de casarse y me pidió que se los dijera».
Invitaron al Che a sentarse y la mamá de crianza de Catalina y de Martha —Rosa María Crespo— muy ecuánime, aparte, comentó: «No se preocupen, eso es una broma, él no vino a pedir la mano de Catalina y ahora no puede retirar ninguna palabra».
Junto a Aleida March, la esposa del Che, quien también firmó como testigo de la unión, estaban los compañeros Harry Villegas Tamayo, Carlos Coello, Alberto Castellanos y José Argudín Mendoza.
Cuando llegó Hermes, Guevara comentó: «¡Ella está muy bonita, pero hoy mi muchacho no se queda atrás!».
A la boda, por la noche, fue también mucha gente. Todo el mundo quiso presenciar el suceso: ¡el primer rebelde de la Sierra en la Iglesia del barrio!
Los padrinos fueron el papá de crianza de Catalina, «Papillo», e Isabel Ortiz, la dueña de la panadería de Pilón, donde Hermes trabajaba cuando se unió a las tropas del Che en la Sierra Maestra.
El escolta del Che y Catalina se conocieron en un desfile patriótico en mayo de 1959, en Santiago de Las Vegas, y en julio se hicieron novios. Hermes se las agenció y el día 12 de ese mes pidió su mano, como era la costumbre.
Los padres de crianza de Catalina no querían un matrimonio tan joven, pero una tía, que dictaba pautas en la familia, aceptó que se casaran si de verdad estaban enamorados.
Hermes era una persona muy correcta y actuaba con mucha delicadeza y decencia, pese a su poca instrucción, de ahí que aceptara sin reparos y respetara las creencias de Catalina.
Según el propio Hermes le contara a Martha Sandoval, él tenía una pequeña prótesis dental que se la hizo para la boda una hermana de Celia Sánchez que era dentista.
Cuando preguntaron si Hermes podía casarse en la parroquia del pueblo y vestido de verde olivo, el sacerdote dijo que tenía que estar bautizado, lo que materializó en la Iglesia de La Caridad, en Lealtad y Manrique, en La Habana, en los primeros días de diciembre de 1959.
El nombre completo del joven escolta era Hermes Santo Peña Torres. Ese segundo nombre, ignorado por todos, se lo pusieron por haber nacido el 7 de abril, un «viernes santo».
Martha Sandoval declara: «Vivo muy orgullosa de que mi hermana de crianza, Catalina, se haya casado con Hermes Peña. Yo no fui una chaperona, sino como una hermana para los dos.
«Soy feliz de que el Che y varios de sus hombres nos visitaran aquel día, y de que él y su esposa Aleida fueran testigos de la boda. Lo llevaré en mi alma hasta que me echen el último montoncito de tierra encima», confesó.