Cuba cuenta con más de 12 mil profesores de Educación Especial Autor: Luis Raúl Vázquez Muñoz Publicado: 21/09/2017 | 04:52 pm
CIEGO DE ÁVILA.— «¡Al baño!». Un tropel de pasos se escucha por el pasillo y las puertas se abren con fuerza. Es la hora del almuerzo. Los que avanzan son alumnos de la Escuela Especial Celia Sánchez Manduley del municipio de Ciego de Ávila.
«Es una de las medidas para prevenir la influenza», explica Yudelkis Rodríguez Labrada, directora del plantel. «Se deben lavar las manos varias veces al día: antes de entrar a clases, después del receso, antes del almuerzo y al entrar al laboratorio de computación».
En los baños las maestras avanzan entre el tumulto. «Oigan, no jueguen. Vamos, enjuáguense bien», indican. En los lavamanos, los niños se aglomeran en una competencia para ver quién hace más espuma y se echa más agua o, por el contrario, quiénes son los que burlan la vigilancia de los profesores.
A estos últimos las intenciones se les descubre por la picardía en los ojos. Una maestra se acerca a un muchachito de una sonrisa maliciosa, y le indica el chorro de agua en la llave. Acentuando las palabras dice: «Dale, lávate bien».
Yudelkis observa con seriedad. Apenas sonríe y solo lo hace cuando algún alumno se prende de su cintura. Entre avisos y llamados de atención explica que hasta el momento ningún niño de la escuela ha sido ingresado a causa del virus A (H1N1). Respira hondo y expresa: «Los padres saben que están seguros aquí».
La clave del resguardo
«Es esencial mantener la higiene», reitera Nivia Rodríguez Rivero, una de las integrantes del personal de enfermería del centro. Hoy le corresponde una guardia de 24 horas, el mismo tiempo que deben cumplir sus demás compañeros de equipo.
De acuerdo con Nivia y los profesores del centro, las acciones para prevenir la influenza se inician por la mañana. A esa hora, antes de comenzar el matutino, el personal médico y los docentes realizan la pesquisa a los internos, residentes en localidades apartadas, y a los que viven en la ciudad.
«De los externos, se han registrado casos de alumnos al llegar a la escuela con síntomas de dengue, conjuntivitis o infección respiratoria aguda o similares a ellos —apunta Yudelkis—. En esos casos se le han indicado al padre o la mamá que los lleven al área de atención de salud de su casa».
Es una de las medidas básicas para prevenir la extensión del virus u otras epidemias hacia niños sanos. Desde la escuela el personal médico mantiene el control sobre el alumno con la consulta diaria al área de salud; pero la mirada principal se dirige al comportamiento diario en el centro. Por eso en cada aula hay toallas y jabón de baño.
«Durante el día se mantiene la observación sobre los muchachos —explica—. Este grupo de niños de enseñanza especial es muy vulnerable a las epidemias y en especial al A (H1N1). Por eso se insiste en el aseo personal. Esa es la clave para cuidarlos».
¿Te aseaste?
El profesor de Computación, Hendrics Ramos Companioni, se encuentra en la puerta del laboratorio. Uno a uno, le pide a cada alumno: «A ver, enséñame las manos. ¿Te las lavaste?». Si están húmedas, indica: «Correcto, pasa». De lo contrario lo dirige al baño.
«Este lugar es un punto rojo —explica el docente—. Las computadoras son utilizadas por muchos alumnos durante el día. Por eso es poca cualquier medida para prevenir la influenza».
Para Hendrics la primera acción preventiva se encuentra en la pantalla de las computadoras. En todas se encuentra un tapiz con la exhortación al aseo. Fue elaborado en el Joven Club de Computación del Parque Máximo Gómez Báez. La otra, además del control de los estudiantes antes de entrar al aula, es la limpieza de la superficie de las máquinas al finalizar cada turno de clase.
En la Celia Sánchez Manduley estudian 208 alumnos, afectados con retardo, retraso mental leve y moderado, y tres pequeños con Síndrome de Down. Según el personal del centro, las afectaciones en sus capacidades intelectuales son un elemento para que no sistematicen las medidas de aseo. De ahí el riesgo ante el A (H1N1).
«Hay que ser muy paciente —enfatiza la profesora María del Carmen Fernández Rodríguez—. Un maestro de la educación especial debe repetir las acciones muchas veces, hasta que ellos la interioricen y más cuando se trata de prevenir una enfermedad como la influenza».
María del Carmen enseña en un aula donde hay dos Síndromes de Down, uno de siete años de edad y otro de cinco. Tiene además otros dos alumnos, ambos de seis años, con retraso mental moderado.
Al principio lo más difícil fue que interiorizaran los horarios del lavado. Simplemente olvidaban o mantenían la distancia cuando les indicaban dirigirse a los baños para asearse. Sin embargo, poco a poco modificaron su actitud. Ahora, ante las preguntas, de inmediato señalan dónde se encuentra la toalla y el jabón.
«Eso se ha logrado a través del juego en las clases —explica María del Carmen—. Los alumnos de la enseñanza especial son niños que anhelan mucho afecto. De ahí lo importante que la clase sea una diversión. Con figuras y el canto ellos han aprendido a identificar los riesgos ante la conjuntivitis y la influenza».
Y lo muestra. Toma una toalla pequeña y de colores vivos, y junto con los niños empieza a entonar una canción. A los pequeños, como ángeles, les brillan los ojos y sin dejar de cantar miran con picardía hacia la cámara. Cuando la profesora pregunta, con el ritmo de la letra, cómo lavarse las manos y el rostro, ellos empiezan a imitar el aseo. Lo hacen despacio y felices. Como si el mundo entero les perteneciera.