Roberto compartió este viernes su experiencia con jóvenes universitarios Autor: Alberto Yoan Arego Pulido Publicado: 21/09/2017 | 04:51 pm
Tenían el pelo negro y el corazón lleno de ilusiones, que con el tiempo están más encendidas. Todo comenzaba entonces, y entendieron que con el triunfo del Primero de Enero la lucha comenzaba, pues el fin de la dictadura solo marcaba el inicio de la tarea más difícil.
Con solo 24 años, el estudiante de Derecho Roberto Vizcaíno Lafita se integró a las Milicias Universitarias el 26 de octubre de 1959. Fidel había hecho el llamado a la juventud capitalina, y él estaba entre quienes dieron el «sí» para defender la naciente Revolución.
En los primeros meses de 1959 surgían manifestaciones contrarrevolucionarias dentro de la Universidad, con la participación de un grupo de hijos de familias adineradas y agrupaciones, que perturbaban la tranquilidad de las calles habaneras y hasta ponían petardos en las facultades.
«Ante tales actitudes, que incluso fueron respaldadas por un documento que circuló en la Universidad para exhortarlos a seguir en aquella lucha inútil, creamos grupos para acabar con tales disturbios. En solo 15 días lo logramos, pero nos dimos cuenta de que no era suficiente», recuerda Roberto ahora, con más de 70 años de edad.
«No solo eran esos niños ricos de la Universidad; también comenzaron las conspiraciones en provincias como Pinar del Río y Camagüey, por lo cual se necesitaba a los obreros, los campesinos y los estudiantes organizados, armados y listos para enfrentar a la contrarrevolución interna y a los imperialistas», explica el también combatiente del Directorio Revolucionario 13 de Marzo.
«Al concluir aquel acto en el antiguo Palacio Presidencial, donde hablaron Fidel, y por última vez en La Habana el Comandante Camilo Cienfuegos, los universitarios se dirigieron a la Colina para armar las milicias universitarias. Los primeros en reaccionar fuimos nosotros».
Cuando llegaron a la Colina —recuerda el entonces vicepresidente de la Asociación de Estudiantes de la Facultad de Derecho—, había cientos de estudiantes pidiendo inscribirse en las milicias, y no solo universitarios. «Eran de la segunda enseñanza, escuelas de Comercio, de Artes y oficios y no sabíamos cómo ni dónde inscribir a tanta gente.
«En las mismas hojas de nuestras libretas, durante toda la madrugada del día 26 para el 27 inscribimos a más de 400 jóvenes bajo el juramento de Vencer o Morir. Cuando terminamos en la mañana no había ni idea de qué hacer. Entonces aparecieron tres compañeros del Ejército Rebelde para entrenar a los pelotones, pues constituimos un pelotón femenino, el de Ceremonia, la Policía Militar y la Plana Mayor.
«Para nosotros fue una sorpresa la cantidad de jóvenes decididos a pertenecer a las milicias, pero la mayor fue cuando se presentó un viejo bajito, de 60 años, de cuya capacidad dudamos. Pero Waldo Martínez resultó ser el mejor de nuestros entrenadores, muy estricto; una vez corrimos hasta 62 kilómetros desde la Colina a Tapaste y el viejito al frente y pa’lante».
Al mes de haberse creado las milicias, luego de noches de entrenamiento en la Plaza Cadenas y en el estadio universitario, desfilaron 1 200 estudiantes desde la Universidad hasta La Punta, uniformados, armados y con perfecta disciplina militar, recuerda Vizcaíno Lafita.
«En la conmemoración del fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, el 27 de noviembre de 1959, marchamos con camisa rojo vino, pantalones grises, boinas negras y el símbolo de la brigada: un búho armado con un fusil encima de unos libros, que representaba nuestro compromiso con el estudio y con la defensa.
«Con el uniforme de la brigada Fidel se apareció esa noche en el acto de la Escalinata, para afirmar que la contrarrevolución refunfuña cuando veía a los jóvenes estudiantes armados desfilando por las calles de La Habana, e iba a refunfuñar más cuando viera a todo el pueblo.
«A 50 años el pueblo cubano tiene el mérito de ser miliciano y nosotros estamos orgullosos de haber sido los primeros en este noble empeño», afirma Roberto Vizcaíno.