Los niños fueron protagonistas del homenaje al Héroe en la presentación del cancionero Con la mano extendida Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 04:51 pm
Feliz revolución la que tiene héroes con música en el alma, escribió sabiamente Roberto Fernández Retamar. Entonces, la cubana puede sentirse satisfecha y orgullosa, porque tuvo en uno de sus más queridos hijos, al Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, quien reunió en sí mismo no solo al combatiente cabal, sino también al notable compositor, cualidades que lo hicieron doblemente grande.
Eternamente en nuestra memoria persistirá el luchador extraordinario que nunca vaciló cuando se trataba de la Patria —así será recordado, como siempre quiso—, el mismo auténtico creador que supo cantarle, con La Lupe, tanto a la mexicana bonita, como a la tierra bondadosa y gentil que lo acogió antes de partir en el Granma.
Así de vivo permanecerá por siempre Juan Almeida. La certeza se hizo mayor la víspera, en la Sala Universal de las FAR, donde sus compañeros y hermanos de las últimas décadas lo recordaron con música y canciones.
Presentes en la velada estuvieron el General de Ejército Raúl Castro, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros; los miembros del Buró Político Esteban Lazo Hernández, el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés y el general de cuerpo de Ejército Leopoldo Cintra Frías, y el general de cuerpo de Ejército Álvaro López Miera, quienes junto a otros oficiales, dirigentes, familiares y amigos, volvieron a admirar a quien, asimismo, a través de canciones, instrumentales o del son criollo defendió su amada tierra desde la más genuina música.
Quienes tuvieron a cargo, por iniciativa de la UJC, de la realización de Con la mano extendida, no hubieran encontrado un título más atinado que ese. Me percaté este martes mientras se presentaba el cancionero y cuando en los primeros minutos de la sencilla pero sentida gala homenaje, dirigida por el maestro Frank Fernández, los integrantes del Coro Nacional Infantil depositaron en su honor rosas blancas.
Verdaderamente emocionante resultó volver a escuchar Marinero quiero ser y Mi amigo el capitán en las voces de esos mismos pequeños; como descubrir, gracias a la fabulosa interpretación de Bárbara Llanes, otra dimensión de Gran día de enero. De igual modo convencernos, por enésima vez, que Es soledad y Mejor concluir solo pertenecen al envidiable reino de Beatriz Márquez.
Y si Qué le pasa a esa mujer y Dame un traguito de Entrevoces derrocharon cubanía, también lo hizo el A Santiago certeramente defendido por la Banda Nacional de Conciertos. Fue ella la que, por medio de la sentida y enérgica Elegía a Martí —pieza que acompaña el cambio de la guardia de honor en el cementerio de Santa Ifigenia—, luego nos mostró con imágenes musicales a un Apóstol vivo, combatiente y vigilante.
El cierre no podía ser otro que la impresionante y personal versión de Frank Fernández de La Lupe, cuya interpretación nos llevó a recordar, por momentos, el maravilloso sonido de la marimba, instrumento típico de México. Iluminada manera del maestro de, al igual que Almeida, homenajear al pueblo querido con una canción que se torna en himno, sobre todo, cuando, como anoche, muchos la cantan con el corazón.