«Fueron a verse en lo oscuro/ y siniestro de un encuentro; de un lado, la acción, lo puro/ de otro la traición, lo incierto/ de un lugar tan inseguro (...)», de la Elegía de una paloma en rojo y negro, de Leopoldo González Cires, «Tirincho»).
Así era «Ferrito» cuando cayó en combate en una emboscada del Ejército de la dictadura, en la carretera de La Coloma, en Pinar del Río. Foto: cortesía del entrevistado «Le dije que no fuera y resultó ser tal y como yo le decía. Así fue que cayó en la trampa Rafael Ferro Macías, “Ferrito”, uno de los jóvenes más bravos que tuvo la lucha revolucionaria en Pinar del Río».
La reflexión pertenece al Comandante del Ejército Rebelde Manuel Nogueira Ramos, que hoy tiene 80 años y fue íntimo amigo y compañero de la lucha clandestina y de la guerra insurreccional del mencionado combatiente, caído en combate frente al ejército de la dictadura hará medio siglo, por una vil delación.
«La poca divulgación de su figura es algo que hoy podemos rectificar y este es el instante oportuno, a pocos días de la fecha de su muerte, que se cumple el próximo lunes».
«Desde antes de tener bigote odiaba el abuso y la opresión de la dictadura batistiana. Murió como solo mueren los que desafían la persecución enemiga, pero nunca alzó los brazos para rendirse, ni delante de un sanguinario coronel que pretendió ofenderlo.
«Al caer en la encerrona que le hicieron, tenía solo 24 años. Los cumplió el 4 de julio de 1958 y cayó combatiendo el 18 de agosto. Nunca olvidaremos sus compañeros ni una sola de sus calladas valentías».
No se le podía dar con las manos sueltaRefiere Nogueira que «Ferrito» estaba por el Movimiento 26 de Julio al frente del mayor grupo pinareño que protagonizó un alzamiento coincidente con el 30 de noviembre de 1956, en Santiago de Cuba.
«No se hizo en la ciudad, sino que subimos a las lomas por la carretera de Viñales. Además, no solo estábamos sin uniforme, con ropa de salir, sino desarmados. A todos nos cogieron presos».
Aclara que eso fue el fruto amargo de una especie de desinformación o de triste ingenuidad, dada la inexperiencia de los 52 compañeros que se alzaron aquel día en las montañas.
«Ese fue nuestro apoyo al alzamiento santiaguero. Se nos dijo que Fidel, procedente de México, desembarcaría por las Playas de Malas Aguas y que nos traería uniformes, armas y parque para sumarnos con ellos, en son de guerra, en la Sierra del Rosario».
Argumenta que la edad de aquellos revolucionarios era de 16, 17 y 18 años. Que incluso algunos cumplieron por esos días quince, como Urquiola y un negrito muy noble al que llamaban «El Capitancito».
«En cuanto me ven, me separan del grupo y me trasladan a la jefatura del SIM en La Habana, aduciendo que yo tenía “otra cuenta pendiente”. Pero supe, por supuesto, lo que les hicieron a mis compañeros.
«Los llevaron a la jefatura del Regimiento 6 y los colocaron en fila india. El coronel Evelio Miranda, un connotado esbirro de la tiranía, quiso humillarlos y se ensañó haciéndolo. Los fue llamando uno a uno para que le abrocharan y desabrocharan sus botas y cuando cada uno lo hacía, le daba un cobarde trompón, porque no lo hubiera hecho si hubieran estado armados».
Cuenta que el coronel ignoraba que allí estaba Rafael Ferro Macías.
«Supe que “Ferrito”, al corresponderle el turno, salió de la fila y le dijo al coronel: “A mí nadie me puede dar con las manos sueltas”, y sin pensarlo le fue arriba y le dio un piñazo en pleno rostro que lo largó en el piso, sin conocimiento. De inmediato aquella jauría les cayó a palos y todos fueron a parar a la cárcel».
Aclara Nogueira que no solo se alzaron el 30 de noviembre aquellos compañeros. También lo hicieron otros revolucionarios en sitios como la Playa de Malas Aguas, igualmente al norte, entre los pueblos de Puerto Esperanza y de Santa Lucía.
«Tuvo suerte “Ferrito”, porque los muchachos estaban desarmados y Fidel desembarcó por Oriente. Ese fue el principal argumento esgrimido en el juicio en el que los liberaron».
Evoca que «Ferrito» era poco más que mediano, no muy alto, pero guapo. Y tenía unos brazos y unas manazas respetables. Como las mangas de las camisas no les servían, las usaba con un corte en forma de «V». Un trompón suyo bien dado era como el golpe de una mandarria de veinte libras.
«Participó en todas las actividades relevantes contra la tiranía en la provincia pinareña. Era de origen muy humilde; de ahí su gran arraigo entre los pobres. Hay compañeros vivos aún, como Julio Jomarrón, que lo vistió de verde olivo con el brazalete y los grados de Comandante muerto en campaña, como se hizo en Santiago con Frank País».
Afirma que entre esos compañeros también están su propia esposa, Nidia, la compañera Rosalía Bencomo y Leopoldo González Cires, «Tirincho», quienes podrían hablar mucho de él, de su época de estudiante de comercio, de sus buenos sentimientos, de su moral, de su prestigio, de su valor personal a toda prueba.
Apunta que al salir libre del juicio «Ferrito», pasó a la clandestinidad prácticamente y fue jefe de las Brigadas Juveniles del 26 de Julio en Pinar del Río.
Cómo burló un cerco de la policíaEl Comandante del Ejército Rebelde Manuel Nogueira Ramos. Foto: Roberto Morejón «En una ocasión en que recogimos todos los letreros que rezaban “Parqueo”, “No parqueo” y los amontonamos y les dimos candela, la policía y el Ejército nos tiró un cerco a todos los que participamos en aquello. Pero allí estaba “Ferrito”, para mala suerte de los órganos represivos.
«Él me dijo: “Estamos cercados, pero vengan detrás de mí, que yo los voy a sacar del cerco”. Se agenció un montón de explosivos de los llamados “voladores” de fuegos artificiales y al llegar adonde había un grupo de militares, los encendió y se los lanzó. Parecía que un grupo de hombres les estaban cayendo a tiros. Así nos escapamos».
Rememora que en una manifestación de protesta varios policías sorprendieron por la espalda a «Ferrito» y uno de los militares, al ver que tenía las manazas aquellas neutralizadas por la fuerza, le dijo: “Ahora sí te daré en la cara”, pero Rafael le dio una tremenda patada doble en el pecho que por poco lo mata.
«Una patada de aquel joven fornido era algo irresistible, porque tenía la fuerza de un mulo. Era noble, cariñoso y bueno con el pueblo, pero muy violento contra los esbirros y torturadores».
Según el testimoniante, el héroe pinareño participó en el asalto a la Mina Dora, ubicada entre Matahambre y Guane, el Cerro de Cabra, parte de la Sierra de los Órganos y en el de la Mina de la Constancia.
«A mí me hirieron en la calle Sol, en Pinar del Río y me dejaron inválido de las dos piernas, al darme un balazo en la columna vertebral en un encuentro con la policía. Por suerte allí no estaba él, si no lo hubieran tenido que matar a tiros. Y me llevan preso así, inválido, para el pabellón de atención neurológica del hospital Calixto García, en La Habana.
«Pudimos comunicarnos secretamente y hacer un plan para mi fuga. “Ferrito” y otros dos compañeros se vistieron de militares, fingiendo ser médicos: dos capitanes y un teniente del hospital militar. Pudieron entrar porque allí era frecuente el acceso de oficiales del Ejército del ámbito sanitario.
«Llegaron, desarmaron a cuatro policías que me vigilaban y los trancaron en el despacho del doctor Ramírez Corría y salieron conmigo en un auto Mercedes Benz propiedad del doctor “Rodriguito”, miembro del Movimiento 26 de Julio. El plan se cumplió sin disparar un solo tiro porque allí estaba él. Nos refugiamos en una casa de aquí de La Habana».
Hay mucho que contar sobre la biografía de Rafael Ferro. Pero Nogueira no quiere olvidar que hubo un fallido alzamiento en las montañas pinareñas y 16 armas se rescataron para el futuro frente guerrillero.
«Después me vino a ver para decirme que un cabo del Ejército le había confiado que llenaría un jeep de armas y que se alzaría con él en las montañas aquellas. Le dije que eso era una emboscada segura, pero fue, por su temeridad de siempre frente al enemigo.
«Olvidaba decir que ya se había alzado antes con Dermidio Escalona en el Frente fundado en Pinar, pero como hieren a Jesús Suárez Gayol, jefe de Acción de la provincia, Escalona decide que él baje a sustituirlo, y así lo hace. Por eso vino a contarme lo del cabo.
«Le dije que no fuera y resultó ser una trampa alevosa. Se fajó a tiros y cayó en combate. Su pistola ya no tenía ni una sola bala cuando lo matan traidoramente en el kilómetro dos y medio de la carretera de La Coloma, el 18 de agosto de 1958, a las 3 y 15 de la tarde».
Rafael Ferro Macías bajó de las lomas a cumplir la nueva misión, pese a ser el hombre más buscado de toda la provincia en ese momento aciago. Fue, además, el que más tiempo mantuvo la idea de luchar con las armas en la mano. Por su valor, su historia personal y su ejemplo, sus compañeros de lucha lo consideran «el Frank País de Pinar del Río».