Thenjiwe Mtintso. Foto: Roberto Meriño Este domingo, Sudáfrica celebrará los 14 años de la primera vez en que negros y blancos ejercieron su derecho al voto para elegir soberanamente a su gobierno. En aquel 27 de abril de 1994 quedaron atrás años de vejación y discriminación racial y humana impuesta por el régimen del apartheid.
Como resultado de aquellas elecciones, asumió la presidencia el líder del Congreso Nacional Africano (ANC), Nelson Mandela, y desde entonces, la nación se ha enfrascado en la construcción de una nueva Sudáfrica, que le devuelva a sus ciudadanos la dignidad humana, y destierre totalmente las herencias colonizadoras. Un proceso que también está encaminado a la erradicación de la pobreza, el desempleo, y a facilitar el acceso de la población a la salud, la educación y al agua, y en el que no pocos escollos se han encontrado, aunque con la seguridad de que no se puede volver atrás.
Cuba ha sido uno de los países que le ha brindado a Sudáfrica su mano amiga: primero en la lucha antiapartheid, y ahora en la reconstrucción del país, en sectores como la salud, la educación, la ciencia y la tecnología. «Ellos están transmitiendo sus conocimientos y habilidades a los sudafricanos, fundamentalmente a la población negra, para que puedan acceder a los empleos que requieren de un capital humano altamente calificado», comentó a JR, Thenjiwe Mtintso, embajadora de la República de Sudáfrica en Cuba, al explicar que esta instrucción era imposible en el régimen segregacionista, y que ahora se hace indispensable para la economía de su país. En Cuba estudian cientos de jóvenes sudafricanos, refiere.
Por su parte, aquella nación ha apoyado a Cuba en su lucha contra la eliminación del bloqueo económico y por la liberación de los Cinco Héroes. «También colaboramos con la Isla en algunos de sus proyectos en el continente africano», afirma la embajadora Thenjiwe Mtintso, y un ejemplo de ello son los programas de salud tripartitas en Mali y Ruanda.
—La reforma agraria es uno de los puntos incumplidos del proyecto trazado en 1994. ¿Qué factores la han imposibilitado y qué posibilidades existen de que se viabilice?
—La reforma agraria es uno de los problemas más difíciles que ha tenido Sudáfrica. La mayor parte de la tierra ha sido usada por los grandes capitalistas blancos del país para las minas, la agricultura o las fábricas. Si se llegaba a nacionalizar toda esa tierra, existía la posibilidad de que toda esa gente abandonara el país, mientras no contábamos con los recursos para hacer productivas esas tierras.
«Actualmente muchas de esas tierras, buenas para la agricultura, no son trabajadas.
«Entonces, el Estado acordó comprarlas y devolvérselas al pueblo. Era una política de compra-venta, en la que el Estado compraría las tierras que el capitalista quiera vender. Pero en estos 14 años queda claro que ellos no quieren vender, por lo que se nos hace muy difícil obtener la tierra. El Estado buscará el modo de recuperar esas tierras, fundamentalmente aquellas que están ociosas».
—Actualmente Sudáfrica enfrenta una crisis energética...
—Sí, en particular una crisis de la energía eléctrica. Delegaciones nuestras han venido a Cuba, y también han ido a Argentina y Brasil, para aprender de sus experiencias. Generamos nuestra energía del carbón. No tenemos crisis en cuanto a la existencia del mineral. El problema es que nuestras centrales eléctricas no son suficientes en el presente para suministrar la electricidad que necesitamos. Nuestra economía ha crecido de una manera muy vertiginosa, pero no nos percatamos que con ese crecimiento también venía un mayor consumo de energía.
«Lo segundo es que nuestro carbón es el más barato en el mundo, y por consiguiente nuestra electricidad es también la más barata. Las compañías internacionales aprovechan mucho esto, pues explotan los minerales en Sudáfrica, los sacan del país, y luego los entran procesados, a precios muy elevados. Todo un ciclo en el que no hay ninguna inversión de ellos en nuestro país.
«Por otra parte, suministramos más del 80 por ciento de la energía de los países del África Austral, y ahora no podemos dejar ese compromiso a un lado.
«Asimismo, hemos comenzado a suministrar energía a las zonas rurales y por consiguiente, el consumo ha aumentado; pero también hemos importado muchos productos eléctricos que consumen mucha más electricidad. Ahora debemos cambiarlos por otros que satisfagan nuestros requerimientos y con el objetivo de preservar nuestra energía.
«Existe, además, un problema cultural. Las personas no saben conservar la electricidad. Dejan las luces encendidas en las casas y empresas. Estos problemas han sido enfrentados a través de una gran campaña de educación destinada a nuestro pueblo para que se comprenda la necesidad de cambiar los equipos y de construir pequeñas plantas generadoras. También instamos a las grandes industrias a que construyan sus pequeñas centrales eléctricas. Y para que se entienda que la electricidad cuesta, y si usted consume más debe pagar más».
—El próximo año se realizarán las elecciones en Sudáfrica...
—Nos estamos preparando para esas elecciones y estamos confiados de que serán, una vez más, libres y justas. Pensamos que el partido que gane sea el gubernamental ANC. Y puedo añadir que los programas y proyectos que existen entre nuestros dos países continuarán después de ese evento.
—Jacob Zuma es actualmente el presidente del ANC. ¿Es su candidato a la presidencia?
—Aún no existen candidatos del ANC para la presidencia. En agosto se realizarán las nominaciones de quienes queremos que sean candidatos para el Parlamento y la presidencia, y de esa votación salen los candidatos. Es de esperar que posiblemente aparezcan en ese listado quienes ya se encuentran en el Comité Ejecutivo del ANC, y Jacob Zuma, como presidente del ANC, probablemente sea nominado como uno de los candidatos, pero también es posible que existan otros candidatos que sean nominados para la presidencia.
—¿Queda algún vestigio del apartheid en Sudáfrica?
—Sí, todavía queda mucho de ello. El apartheid estuvo tan incrustado en nuestra sociedad que si bien se han cambiado las condiciones objetivas, la mentalidad todavía queda, incluso desde el punto de vista racial. Solemos decir que en nuestro país tenemos dos Sudáfrica: la del Primer mundo, formada generalmente por blancos y ricos, y la del Segundo mundo, que es muy pobre y negra.
«En el fondo quienes más sufren estas diferencias son las mujeres negras, quienes todavía se siguen sintiendo inferior al resto. Aún existen blancos que abusan de los trabajadores negros, fundamentalmente en zonas rurales.
«El hecho de que muchas personas no tienen casas y que muchos negros no tengan acceso a la educación es también un vestigio del apartheid. La mayoría de los estudiantes que vienen a Cuba a estudiar son negros que en nuestro país no tendrían esa oportunidad.
«Tenemos una comisión de derechos humanos que atiende los casos de personas que socavan los derechos de otros; y otra de género que trabaja en los casos de discriminación femenina.
«Estos hechos no aparecen justificados por la ley: es ilegal cualquier tipo de discriminación. Pero una cosa es construir la ley, y otra muy distinta es que la gente llegue a vivir y experimentar esa democracia.
«Por tanto, tenemos que trabajar sobre las mentalidades de esas dos Sudáfrica de manera que podamos construir una Sudáfrica unida.