Un hacha petaloide taína, considerada como el objeto más antiguo que tenía el Apóstol en su oficina en Estados Unidos fue donada al Museo Casa Natal José Martí
«Tuve esta hacha en mi casa, entre mis recuerdos más queridos, durante poco más de 27 años», nos dice el profesor Jorge Juan Lozano Ros.
El día que trajo a la Redacción el hacha petaloide taína —considerado el objeto más antiguo que tenía el Apóstol en su oficina en Estados Unidos— se la dio a tocar a los periodistas, con el orgullo de quien guarda un recuerdo tan valioso, y con el ansía de que su energía nos acompañe a todos.
«Cumplo el pedido de Gonzalo de Quesada y Michelsen, quien me la confió personalmente en 1980, en su hogar de Paseo 656, y hasta hoy ha sido mi más precioso talismán», comentó al diario el profesor Lozano, especialista de la Oficina del Programa Martiano en Ciudad de La Habana.
La pieza será donada este viernes con la solicitud de que pueda ser expuesta en el Museo Casa Natal del Apóstol, en La Habana Vieja.
El donante explicó además que esa valiosa pieza sirvió a Martí como pisa-papel en su oficina, en el edificio marcado con los números 120 y 122, de la calle Front Street, en Manhattan, en la ciudad de Nueva York, que se convirtiera en la sede de la Delegación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y, a la vez, en la Redacción del periódico Patria.
«Esa hacha —aclaró Lozano—, un instrumento de trabajo y un arma de combate que perteneciera ancestralmente a la cultura agroalfarera de nuestros aborígenes, le fue obsequiada por el doctor Fermín Valdés Domínguez a Martí el 28 de enero de 1894, fecha en que el Maestro cumplía 41 años.
«Ya era hora de que ese objeto de trabajo de Martí, construido de roca de diorita por uno de nuestros más remotos antepasados, perteneciera a todos los cubanos», confesó Lozano.
Y agregó: «Haberlo guardado celosamente tanto tiempo fue para mí un sano orgullo, como también haber tenido el revólver del Apóstol, que le obsequiara un mambí de 1868 y que hoy se exhibe en el Museo Fragua Martiana, de la Universidad de La Habana», apuntó.
El hacha —un sólido y enigmático objeto, romo por un extremo y puntiagudo por el otro— fue obtenido por Fermín Valdés Domínguez en Baracoa, cuando laboraba como médico en ese fabuloso paraje de la geografía oriental cubana, donde igualmente realizaba investigaciones arqueológicas sobre la cultura taína.
«El mismo día en que Martí recibió el preciado regalo de su hermano del alma —como llamara en una oportunidad a Fermín— lo colocó sobre su mesa de trabajo, en la citada oficina neoyorquina, lo utilizó siempre como pisa-papel y lo acariciaba siempre, porque, según confesaba, así «toco a Cuba».
La idea de que esa herramienta se exponga en la Casa Natal del Apóstol obedece al hecho de que el valioso buró se encuentra precisamente en ese museo capitalino. Fue allí donde el pintor sueco Hermann Norman captó la inefable imagen de Martí como escritor, pensador, abogado y periodista.
«Sé que el lustroso recuerdo perteneció al Apóstol gracias a la tradición oral de los Gonzalo de Quesada y Aróstegui, su hijo y su nieto. Contó Aróstegui, secretario de Martí, que al recibir la carta del Apóstol considerada su testamento literario, el primero de abril de 1895, le decía:
«De los retratos de personajes que cuelgan en mi oficina, escoja dos Ud. —y otros dos Benjamín (Guerra)— y a Estrada (Palma), Wendell Phillips. 1
Aróstegui escogió el de Carlos Manuel de Céspedes y el hacha petaloide que el Maestro tenía en la misma mesa donde redactaba sus cartas, discursos y artículos para el periódico Patria.
«Pero demuestra también la autenticidad de esa hacha, el documento recién hallado en el Archivo Nacional, escrito de puño y letra del gran amigo de Martí, en el que narra cómo, efectivamente, se la regaló al Apóstol en Nueva York, en su cumpleaños 41».
1 José Martí, Obras Completas, Tomo 20, página 477.