Para el profesor Cavalli la lucha contra el cáncer es un desafío con rayos de esperanza.
«Nuestra principal tarea como institución—única en el mundo que coordina la lucha contra el cáncer de manera global— es lograr que cada país tenga un plan de prevención, control y tratamiento de esta cruel enfermedad».El profesor suizo Franco Cavalli, afamado especialista en Oncología y presidente de la Unión Internacional Contra el Cáncer, dijo a Juventud Rebelde que ese mal provoca hoy más muertes anualmente que la tuberculosis, la malaria y el sida juntos, y que la lucha contra él «debe figurar en la agenda política de todos los gobiernos del planeta, como toda la salud en Cuba».
—¿Por qué dice usted eso?
—Hemos intentado influir sobre los poderosos para que se luche contra el cáncer, y no lo hemos logrado. Los gobiernos deben priorizar la atención a este flagelo. Nuestra misión es que en los próximos diez años todos los países tengan un proyecto encaminado a ello.
—¿Qué opina de Cuba en este sentido?
—Lo de Cuba es único en el mundo. Mire, en la primera página de uno de los dos periódicos científico-médicos más importantes a nivel mundial, se dijo recientemente, con un enorme título, que la ayuda sanitaria en el futuro tendrá que ser la parte más importante de los recursos de los Ministerios de Relaciones Exteriores. Y Cuba en política exterior y en ayuda sanitaria es realmente una superpotencia.
«Hay otras superpotencias que podrían hacer mucho por el bienestar del hombre, pero no lo hacen. Y hay gobiernos que hablan y prometen mucho, pero todo queda en simples palabras, porque no hacen nada.
«Precisamente la filosofía política de Cuba es actualmente esa, la ayuda internacional que brinda en la esfera de la salud a muchos países. Confiamos en que las demás naciones imiten el ejemplo de esta Isla en la lucha por la salud en general y contra el cáncer en particular. Eso sería decisivo, pues si el problema que confrontamos con este mal no se resuelve, eso va a ser un desastre mundial».
—¿Tan grave es la situación?
—En verdad la situación actual del cáncer en el mundo es desesperante y constituye un enorme desafío, sobre todo en el Tercer Mundo, aunque es oportuno aclarar que se ven algunos rayos de esperanza. Hay que aplicar lo sugerido por el marxista italiano Gramsci: «Si bien nos asedia el pesimismo de la razón, debemos enfrentar las cosas con el optimismo del corazón».
«En 2000 se diagnosticaron alrededor de 10 millones de nuevos casos de cáncer en todo el planeta, y en 2030 la cifra debe ascender a 30 millones, a causa del crecimiento poblacional, año en que se calcula podrían morir por esa enfermedad 18 millones de personas, un 50 por ciento más que los que fallecen actualmente.
«Vamos a tener más casos por la explosión demográfica. En 2005 el orbe contaba con unos 6 500 millones de habitantes y en 2030 la población mundial se elevará a 8 000 millones de acuerdo con los especialistas. Y en el mundo subdesarrollado, en la medida en que haya mayor sobrevivencia, más numerosos serán los casos de este mal».
—¿Por qué más enfermos en el mundo pobre?
—Porque se suman los casos de tumores malignos que están estrechamente vinculados precisamente con la pobreza, como son los del cuello del útero, del esófago y del hígado, a los que se añaden los tumores asociados con el estilo de vida occidental: de mama, pulmón, colo-rectal y de próstata.
«El problema principal es que en los países subdesarrollados hay una gran falta de prevención primaria y secundaria. Hace 25 años, por ejemplo, había el mismo número de fallecidos por tumores malignos en los países subdesarrollados que en los desarrollados: 2,1 millones anuales, pero para el 2020 las tres cuartas partes de los muertos serán de los países pobres.
Los niños constituyen la primera prioridad de la salud pública cubana. Foto: Calixto N. Llanes
«Esto se amplifica, sobre todo, en los niños, donde la diferencia de supervivencia es muy clara. Hace 55 años no se podía hacer nada ante el cáncer de un niño, pero en el mundo desarrollado hoy el 75 o el 80 por ciento de los niños con cáncer se pueden curar. Sin embargo la infancia pobre que tiene esta enfermedad solo puede salvarse en un 15 o en un 10 por ciento. Y 100 000 niños de los que mueren anualmente podrían salvarse si tuvieran las posibilidades mínimas de tratamiento».—¿Qué tumores son los más frecuentes?
—Se dice que el más frecuente es el del pulmón, después el de mama y que le sigue el del colon. Pero hay enormes diferencias en la frecuencia de los tumores entre continentes, naciones e incluso en regiones de un mismo país.
«Por ejemplo, en Mongolia el 70 por ciento de los tumores son del hígado; pero entre los mapuches, el 60 por ciento son del tracto biliar, mientras que en la India es el de la boca, muy raro en Europa. Y en China ocurre que en el sur el más frecuente es el del esófago, pero en el norte el del hígado y en Japón el del estómago».
—¿No es la pobreza el resorte esencial?
—En los adultos el cáncer del cuello del útero es muy frecuente en países del Tercer Mundo y la diferencia entre los ricos y los pobres es casi el doble en este sentido. En las naciones desarrolladas la tasa de curación es aproximadamente de un 80 por ciento, mientras que en las subdesarrolladas como máximo un 15 por ciento. Y en algunos países un 10 y hasta un cinco. Solo la mitad de las mujeres pueden ser curadas en los países subdesarrollados teniendo la misma enfermedad.
—¿Las razones?
—La diferencia estriba en que en los países pobres no hay prácticamente prevención primaria. La lucha contra el tabaquismo, por ejemplo, es difícil, sobre todo porque está frenada por la acción de las multinacionales productoras de cigarrillos que bloquean casi todas las leyes que intentan prevenir ese dañino hábito.
«Los planes preventivos —si los hay— están reservados para una pequeña minoría de la población. Además, hay una gran diferencia en los recursos dedicados al tratamiento de la enfermedad. El mundo subdesarrollado cobija actualmente al 70 por ciento de todos los casos de cáncer, pero dispone solo de un tercio de todos los servicios de radioterapia. Hay naciones de África y algunas de Asia donde no hay ni una sola máquina de radioterapia».
—¿Y medicamentos?
—La situación es mejor si hablamos de las drogas contra la enfermedad. Tenemos medicamentos para combatir el sida y vamos a tener muchos medicamentos contra el cáncer, pero en un buen número de los países subdesarrollados la mayoría de la gente no podrá adquirirlos si no hay cambios fundamentales en la situación económica.
«No obstante, hay otras posibilidades, una esperanza más: dos multinacionales han puesto en el mercado una vacuna contra el virus del papiloma, aunque cubre solo unos cinco años y nada más que las tres cuartas partes de las cepas más peligrosas. Pero el problema mayor es el precio de esas vacunas. En Suiza, digamos, va a costar 500 dólares. No sabemos cuánto costará en los países subdesarrollados. Las multinacionales dicen que cobrarán más a los ricos para que pueda ser adquirida por los pobres, pero yo hablé con algunos de los jefes de dichas firmas y piensan cobrarla a 50 euros, precio también demasiado alto y prohibitivo para la pobreza. En estos países pobres el Estado solo gasta anualmente unos 10 ó 15 dólares anuales per cápita y va a ser un gran problema, como en el caso del sida».
—¿Tienen ustedes alguna campaña mundial?
—La primera campaña global la lanzamos el año pasado en la oncología pediátrica, como centro de la lucha mundial contra el cáncer, porque aunque esta enfermedad en los niños representa solo el dos por ciento de todos los tumores, es bastante fácil demostrar que los pequeños se pueden curar atendiéndolos a tiempo. Y también porque esos casos tienen un enorme impacto social y familiar.
«En estos momentos como Unión Internacional Contra el Cáncer tenemos 36 proyectos piloto en 16 países, con el fin de crear en cinco años las condiciones para atender la prevención, el control y el tratamiento de las neoplasias en niños.
«Hemos comprobado que lo más importante no es la posibilidad económica de un país, sino la calidad y la eficacia de su estructura de salud y la voluntad política de su gobierno.
«Y la próxima campaña global estará dedicada al cáncer en los jóvenes, basada en la detección precoz del mal, en el control del tabaquismo, en los reconocimientos y monitoreos frecuentes. Estará regida por cuatro principios esenciales: no fumar, realizar ejercicios físicos, evitar las exposiciones prolongadas al sol y combatir las infecciones, estas últimas sobre todo mediante vacunas».
—¿Entonces hay esperanzas?
—Sí. La Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en mayo de 2005 acordó por primera vez priorizar la lucha contra el cáncer. Hemos seleccionado cinco países como modelo para la realización de la primera etapa de proyectos-piloto: Vietnam, Sri Lanka, Yemen, Tanzania y Nicaragua. Este último dispondrá de un millón de dólares para luchar contra el cáncer del cuello del útero, el más frecuente allí.
—¿Cuáles son los principales factores de riesgo?
—La obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo, la baja ingestión de frutas y vegetales, la contaminación de las ciudades por el humo de los vehículos y el alcoholismo. Esos son los factores vinculados con la mitad de los tumores malignos. Y tales riesgos pueden ser modificables.