Foto: Nancy Reyes Solo hace unos días se cumplía medio siglo de la fecha en que la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) diera su apoyo solidario al Ballet Nacional de Cuba. Era 1956 y la tiranía de Batista retiraba la subvención a la compañía que dirigía Alicia Alonso; hecho que tres años después sería para siempre revocado por la gesta conducida por Fidel, con lo cual la prima ballerina assoluta comenzaría a dar formar a uno de sus más anhelados sueños: hacer del ballet un arte asequible para todos los cubanos.
Este es uno de los motivos por el que la agrupación danzaria de mayor reconocimiento mundial del país dedica año tras año una gala para celebrar otro aniversario del triunfo de la Revolución, como sucedió este lunes en horas de la tarde en el Gran Teatro de La Habana, ocasión en que se entregó el premio que concede el coliseo de Prado desde 1985, y que esta vez recayó en el cantautor Pablo Milanés.
Con la fiel versión de la Alonso de Las Sílfides, obra creada por Mijaíl Fokín, y cuyo principal mérito radica en mostrar el esplendor del estilo romántico, inició el programa que incluyó también la merecidamente ovacionada coreografía de Azari Plisetski, Canto Vital, donde Miguelángel Blanco, Javier Torres, Taras Domitro y José Losada hicieron alarde de virtuosismo, fuerza y elegancia, para luego dar paso al pas de deux de Diana y Acteón que les ofreció a los primeros bailarines Viengsay Valdés y Rómel Frómeta la posibilidad del gran lucimiento.
Cuadro en una exposición, obra de Alicia estrenada en el pasado Festival Internacional de Ballet de La Habana, puso punto final a una función, donde las magníficas creaciones pictóricas de 11 de los más renombrados artistas cubanos contribuyeron a que nuevamente el arte le regalara un fuerte abrazo a la Revolución.