Beatriz Márquez comparte la noche antes junto a algunos de los fallecidos en el atentado. De izquierda a derecha: Demetrio Alfonso, presidente de la Confederación Centroamericana y del Caribe de Esgrima; Manuel Permuy, al frente de la delegación deportiva, y Orlando López, entrenador. Foto: cortesía de la entrevistada. Tomada en octubre de 1976. A Beatriz Márquez —La Musicalísima del público cubano— le desagradó que pospusieran su regreso a casa. En Venezuela había terminado la gira cultural con los Van Van, y se suponía que el 6 de octubre de 1976 los artistas volverían a Cuba junto a la delegación que participó en el IV Campeonato Centroamericano y del Caribe de Esgrima.
La noche antes, en la embajada de la Isla en Venezuela, artistas y atletas reían, bailaban y conversaban de sus triunfos y preferencias musicales.
Nos habían reunido para celebrar el éxito de ambas delegaciones en el país sudamericano.
«Una llamada de última hora, solicitando nuestra actuación en Panamá, nos hizo cambiar de rumbo; pero realmente lo que yo ansiaba era estar en Cuba. Llevaba varios días sin ver a mi hija Evelín, muy pequeña entonces», recuerda la intérprete.
Sus ojos verdeazules traslucen la emoción del recuerdo, miran hacia un punto a lo lejos, tan distante como la noche en que compartía los últimos momentos de vida y alegría de aquellos jóvenes esgrimistas. «Ellos estaban deseosos de regresar. Imagínate cómo se sentían con todos esos triunfos y medallas», comenta.
La cantante debía viajar en el vuelo de Cubana que salió de Guyana rumbo a La Habana. Los asientos destinados a la delegación cultural, integrada por los 14 músicos de Van Van, ella y dos funcionarios, los ocuparon los cinco coreanos y 11 guayaneses que viajaban a bordo del Cubana 455.
El viaje a Panamá tomó por sorpresa a Beatriz, como al resto de los artistas. Sin embargo, por petición de algunos músicos de Van Van, los jóvenes deportistas traían consigo números de teléfonos y direcciones de algunos de los integrantes de la orquesta, con el propósito de avisar a sus familiares que tardarían en llegar.
Cuenta Beatriz Márquez que en el mismo hotel panameño donde se hospedaron, supo de lo ocurrido. «Veía la televisión cuando dieron el reporte sobre el accidente de un avión de Cubana de Aviación en Barbados. Fue una reacción rápida: era el mismo itinerario, el horario coincidía y para reafirmarlo, el mismo tipo de avión».
La tristeza se apoderó de los artistas, quienes no concebían la muerte del grupo con los que horas antes departieron.
A la cantante se le ve contenida en sus remembranzas. No quiere hurgar en ese día fatal que la descompensó emocionalmente. Cuando vio por vez primera el documental sobre el sabotaje, del realizador Santiago Álvarez, no pudo aguantar: «Tuve que salir del cine a lágrimas vivas, y cada vez que lo veo me impacta. Nunca voy a olvidar el día del sabotaje. Fue algo imperdonable».
Ella conecta siempre aquel crimen con un hombre de espejuelos y traje oscuros, con un portafolio misterioso, que la acechó por varios días durante su estancia en Venezuela. El desconocido aprovechaba sus ratos de ocio para insistir en hablarle.
Ante las constantes evasivas de Beatriz, el hombre le espetó a boca de jarro: «¿Tú no estabas hace 15 días en África?». Resultó evidente que Beatriz y los demás músicos cubanos también estaban sentenciados a muerte.