Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Texto íntegro del discurso de Raúl

Autor:

Juventud Rebelde

 Foto: Calixto N. Llanes Compañeras y compañeros delegados e invitados:

Comienzo por transmitirles el saludo del Comandante en Jefe (APLAUSOS PROLONGADOS). Como se ha recordado, es la primera vez desde el triunfo de la Revolución, que no puede estar presente físicamente en un congreso obrero, pero como ustedes han expresado, aquí han estado sus ideas y también sus enseñanzas.

En estas conclusiones no me propongo resumir todo lo abordado por el Congreso. Me limito a expresar que luego de dos días de intercambio junto a ustedes, además de lo analizado en las nueve comisiones que sesionaron simultáneamente el pasado lunes, de las que me he mantenido informado, es posible afirmar que están identificadas las causas de un número importante de problemas y deficiencias, en las que la CTC y cada sindicato han reconocido sus responsabilidades e igualmente han señalado las correspondientes a las direcciones administrativas. Desde luego, hay asuntos cuya solución corresponde a instancias superiores del país.

Son discusiones que sin dudas han contribuido a esclarecer cuáles son las mejores vías para erradicarlos.

El próximo año debe ser de trabajo intenso para el nuevo Consejo Nacional y su Secretariado, pues son los responsables, en lo que a cada uno compete, de poner en práctica los acuerdos del Congreso, que ha tenido el mérito de centrarse en temas fundamentales para el país, y por tanto para los trabajadores, como la Revolución Energética, los programas de la Batalla de Ideas, la lucha por la liberación de los Cinco Héroes, la producción de alimentos, el Perfeccionamiento Empresarial y otros importantes asuntos vinculados con la productividad, los salarios, el empleo y la organización del trabajo, por sólo mencionar algunos ejemplos.

Se analizó además, con el espíritu crítico que precisa y recibió también la atención requerida, un asunto decisivo en las actuales circunstancias: la marcha de la batalla contra las indisciplinas, las ilegalidades, el delito y la corrupción.

Son temas cruciales sobre los que habrá que seguir discutiendo en el futuro, porque según profundizamos en cualquiera de ellos, se descubren reservas sin explotar, deficiencias derivadas muchas veces de la falta de previsión, la desorganización o la indolencia, sin desconocer la existencia de causas objetivas, que indudablemente predominaron en los años más difíciles del período especial.

SIEMPRE HE CREÍDO EN LA NECESIDAD DE LOS SINDICATOS Y SU IMPORTANCIA EN EL SOCIALISMO

Por tanto, permítanme aprovechar estos minutos para compartir de nuevo con ustedes preocupaciones que tengo desde hace tiempo, y que algunos de los aquí presentes conocen, acerca de dónde deben concentrar los esfuerzos las organizaciones sindicales y sus dirigentes en una sociedad como la nuestra.

Fidel dio la primera gran lección de cómo hacerlo, ante cientos de representantes de los trabajadores azucareros —en aquella etapa, FNTA: Federación Nacional de Trabajadores Azucareros— que en una plenaria sindical reclamaban con la fuerza que les daba el nuevo poder revolucionario, el establecimiento de cuatro turnos laborales en los centrales, entre otras reivindicaciones.

Esto sucedió el 9 de febrero de 1959, en el teatro de la CTC, cuando sólo habían transcurrido 39 días desde el triunfo de la Revolución y ésta aún no había aplicado ninguna medida decisiva en el orden económico.

Eran demandas justas de trabajadores que enfrentaban una situación muy difícil, tras ser esquilmados durante años por los monopolios norteamericanos y los oligarcas del patio, que seguían siendo los dueños. Pero en las nuevas circunstancias, acceder a esos reclamos significaba una afectación muy seria a la economía de un país que acababa de salir de la guerra y cuyo tesoro público había sido sencillamente saqueado.

El Comandante en Jefe no dudó en explicar con gran paciencia y durante varias horas, por qué había que renunciar en aquel momento a tales demandas. Entre otras muchas cosas les dijo:

«Esta Revolución es la Revolución de ustedes. Hay que defender la Revolución con más calor que con lo que se defienda una simple demanda. La Revolución es la demanda de hoy y la demanda del futuro. La Revolución son los salarios del futuro; el bienestar de hoy y el bienestar, muy superior, del futuro».

Casi dos años después, en enero de 1961, cuando la mayor parte de los medios de producción ya habían sido nacionalizados, Blas Roca y Lázaro Peña, que lucharon tenazmente durante largos años para arrancar cada centavo posible a los burgueses en beneficio de los trabajadores, dedicaron un gran esfuerzo a explicar el nuevo papel del sindicato en un centro de trabajo propiedad del pueblo.

Argumentaron por qué, sin descuidar la defensa de los derechos del obrero, su tarea fundamental pasaba a ser el impulso a la producción o los servicios, pues ello beneficiaba ahora a toda la sociedad. Estas ideas las expusieron en un extenso artículo firmado por ambos, del cual quizá valdría la pena resumir las tesis fundamentales y divulgarlas nuevamente.

Siempre he creído en la necesidad de los sindicatos y su importancia en el socialismo, aunque naturalmente cambiando los métodos y teniendo muy en cuenta la diferencia de ser representante de los intereses de obreros explotados en el capitalismo, a serlo de los dueños colectivos de los medios de producción, de la clase dirigente de la sociedad socialista.

LAS SOLUCIONES SOLO PUEDEN SALIR DEL CONTACTO DIRECTO CON LOS TRABAJADORES

Pero en realidad en los primeros años de la Revolución no había unanimidad al respecto. Ello me ha llevado a reflexionar bastante sobre el tema en diferentes momentos, aunque siempre con clara conciencia de que las soluciones sólo pueden salir del trabajo práctico cotidiano de los dirigentes sindicales, del contacto directo con los trabajadores, sus problemas y aspiraciones.

Por eso el Comandante en Jefe, al realizar las conclusiones del 53 Pleno del Consejo Nacional de la CTC, celebrado en 1987, exhortó una vez más a los trabajadores y cuadros sindicales a pensar en estas cosas —cito sus palabras— «que no van a encontrar en libros, que no van a encontrar en la teoría».

El movimiento obrero —agregó entonces Fidel— no es una simple organización profesional, sino una organización de masas, política, que es importante tenga sus respuestas, sus meditaciones, sus análisis, sus soluciones para los problemas de la sociedad.

El XIII Congreso de la CTC, el último dirigido por Lázaro Peña, es el mejor ejemplo de cumplimiento práctico de esa línea trazada por el compañero Fidel, desde el triunfo de la Revolución.

Ese evento ocupa un lugar privilegiado en la historia de nuestro movimiento obrero por la forma autocrítica, madura y creativa con que desde la base hasta la dirección nacional, se esforzó por encontrar las vías más acertadas para enfrentar los muchos y complejos retos de aquel momento.

Este Congreso que hoy concluimos, se ha esforzado igualmente por buscar soluciones a los principales problemas derivados de la situación actual, diferente y más compleja que la existente en los años setenta del siglo pasado, y que por tanto exige actuar con el máximo de creatividad e inteligencia.

Sería un error pensar que ya se ha logrado cabalmente encontrar esas soluciones. No obstante, hay avances en la búsqueda de respuesta a la pregunta crucial de cómo lograr que la organización sindical no se diluya en el sinnúmero de tareas coyunturales y se concentre en lo verdaderamente principal, en lo que realmente define su razón de ser en el socialismo y muy especialmente en el momento que estamos viviendo.

A un dirigente sindical de base e incluso de una instancia intermedia o nacional, puede resultarle realmente difícil identificar cuál es la tarea principal entre las muchas que debe enfrentar cotidianamente.

Para confirmarlo basta leer las cien páginas del Informe Central, las numerosas resoluciones analizadas por las nueve comisiones y aprobadas esta mañana, y el resto de los documentos del Congreso, todos justos y correctos, pero abarcadores de un amplio universo de tareas.

Muchos de ustedes saben cómo pienso al respecto. Lo he dicho de manera franca y clara, en más de un encuentro con cuadros de la CTC de diferentes niveles y también en reuniones similares del Partido. En medio de la madeja de fenómenos adversos presentes en nuestra sociedad en los últimos años, como consecuencia del período especial pero también de errores viejos y nuevos de todos nosotros, a veces los dirigentes sindicales no han adoptado las mejores decisiones o empleado las formas de trabajo más adecuadas.

Comienzo por decir que no pretendo cargar la responsabilidad de una deficiencia u otra sobre ningún compañero en particular ni solamente sobre el movimiento sindical.

LA LABOR SINDICAL HA DESEMPEÑADO UN IMPORTANTE PAPEL EN LA COMPRENSIÓN Y RESPUESTA INMEDIATA DE LOS TRABAJADORES ANTE CADA LLAMADO DEL PARTIDO Y EL COMANDANTE EN JEFE

Considero —y es también la opinión del Partido— que la dirección de la CTC que enfrentó las enormes dificultades derivadas del derrumbe del campo socialista y la desaparición de la URSS, al igual que la masa de dirigentes de la organización, independientemente de cualquier error de estilo, formas o métodos de trabajo, demostró ser fiel a la Revolución hasta las últimas consecuencias y tener la disposición a luchar y la valentía política que exigían las circunstancias.

Con su labor contribuyeron a mantener la unidad de nuestro pueblo en torno al Partido y al Comandante en Jefe, y a lograr la comprensión y el apoyo a las duras medidas que fue necesario adoptar para salvar la Patria, la Revolución y el socialismo.

Los cambios en los organismos superiores de dirección de la CTC acordados por el Congreso obedecen a la lógica renovación de los dirigentes.

En nombre de nuestro Partido, transmito un merecido reconocimiento a los integrantes del Consejo Nacional y del Secretariado que hoy concluyen su mandato. (APLAUSOS)

El compañero Pedro Ross dirigió durante 17 años la CTC. Él mismo, el pasado 30 de enero, a raíz del proceso de este Congreso, me envió una carta al Comité Central en la que se puso a disposición del Partido para cumplir cualquier tarea, y entre varios candidatos para sustituirlo incluyó al compañero Salvador Valdés Mesa, quien como sabemos tiene una larga y exitosa trayectoria como dirigente de la CTC.

Precisamente por esos resultados, en 1995 se solicitó a la organización obrera su liberación como Segundo Secretario para cumplir importantes tareas, primero al frente del ministerio del Trabajo y Seguridad Social, y después, en 1999, como Primer Secretario del Partido en la provincia de Camagüey, cargo que ocupó hasta hace pocos meses.

A este compañero ustedes le han encomendado la alta responsabilidad de encabezar la dirección de nuestro movimiento sindical. Confiamos que el nuevo Consejo Nacional y el Secretariado electos tendrán éxito en la importante tarea que ahora asumen.

La labor sindical ha desempeñado sin dudas un importante papel en la comprensión y respuesta inmediata de los trabajadores ante cada llamado del Partido y el Comandante en Jefe, aun en los momentos de más aguda contracción económica derivada del período especial.

No obstante, no podemos ignorar la huella negativa dejada por las dificultades materiales y sobre todo por algunas medidas adoptadas en el esfuerzo para que el país sobreviviera. El compañero Fidel lo ha explicado con claridad meridiana en más de una ocasión, así como los peligros que ello implica, especialmente en su medular intervención del 17 de noviembre del pasado año, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

UNO DE LOS MÁS DIFÍCILES RETOS DEL TRABAJO IDEOLÓGICO ES LOGRAR QUE EL TRABAJADOR SE SIENTA DUEÑO COLECTIVO DE LAS RIQUEZAS DE LA SOCIEDAD Y ACTÚE EN CONSECUENCIA

Como se ha dicho muchas veces y también hemos escuchado en este Congreso, uno de los más difíciles retos del trabajo ideológico es lograr que el trabajador se sienta dueño colectivo de las riquezas de la sociedad y actúe en consecuencia.

Es algo que se logra casi de forma espontánea en los momentos de definiciones, cuando hay que enfrentar una gran y decisiva tarea o un peligro inminente amenaza a la Revolución, pero es más difícil de alcanzar en el trabajo cotidiano.

No digo que esta sea la única causa de los hechos de corrupción y robo, de las ilegalidades y las indisciplinas laborales. Pero en las condiciones del socialismo es muy difícil enfrentar estos peligrosos vicios sin el concurso de los trabajadores, ellos son la fuerza esencial.

Si erradicar estos males es tarea fundamental de la administración, no podemos exonerar de su gran responsabilidad a los únicos dueños de las riquezas del país, que no son otros que ustedes mismos y el resto del pueblo. (APLAUSOS)

No olviden nunca que esta sigue siendo, como dijo Fidel al proclamar el socialismo en 1961: «La Revolución Socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes». (APLAUSOS PROLONGADOS)

Es cierto que los sindicatos han emprendido acciones, quizá más de la cuenta si hablamos de cantidad, pero como ustedes han reconocido autocríticamente, su papel debe ser superior, más efectivo, y para ello cuentan con experiencia, liderazgo y reconocimiento social suficientes.

En tal sentido, creo que puede tener algún valor la experiencia desarrollada por el Sindicato Nacional de Trabajadores Civiles de la Defensa.

Puede ser útil por cuanto —como les dije ayer— en este sindicato, por las disímiles actividades que desarrollan sus afiliados, están representados 18 de los 19 sindicatos nacionales, con la única excepción de los tabacaleros.

En febrero del 2004, como Segundo Secretario del Partido hice fuertes críticas a los dirigentes sindicales en el sector de la defensa, pero siempre con un carácter constructivo, convencido de que sus problemas eran también nuestros, del Partido y las administraciones.

Cada valoración se discutió profundamente, hasta dar con las verdaderas causas de cada deficiencia. Los compañeros reconocieron sus errores y también precisaron las cuestiones que a su juicio no hacían posible que el dirigente sindical se concentrara en lo fundamental, sobre todo en la base.

A partir de esas premisas, con la permanente orientación del Partido, a través de las Direcciones Políticas de las FAR y el MININT que tienen rango de departamento del Comité Central, se establecieron seis grupos multidisciplinarios que estudiaron en detalle igual cantidad de temas. Ese trabajo previo se hizo sin precipitaciones, durante ocho meses, y permitió elaborar un detallado plan de acción.

Teniendo en cuenta que el cumplimiento de algunas medidas propuestas afectaba lo establecido en determinados documentos rectores del trabajo sindical, después de los análisis correspondientes se realizó una reunión del Secretariado Nacional de la CTC, que autorizó aplicar las propuestas, proceso que comenzó en enero del año 2005.

Como se conoce, el Sindicato Nacional de Trabajadores Civiles de la Defensa efectuó hace pocos días su VIII Congreso, que evaluó los resultados positivos de todo este esfuerzo.

No es algo perfecto, como todo habrá que continuar mejorándolo, pero creo que constituye un ejemplo de que no hay nada que no pueda resolverse, si trabajan unidos el Partido, la organización sindical y la administración, siempre que se haga con objetivos claros y de forma organizada, sin fanfarrias ni corre corre, pues aunque desempeñan diferentes responsabilidades, todos son en definitiva compañeros revolucionarios con iguales principios e intereses, o sea, no existen contradicciones de ningún tipo.

LA LABOR SINDICAL DEBE MATERIALIZARSE EN EL CENTRO DE TRABAJO

 Foto: Calixto N. Llanes Son parte de esa masa de trabajadores, que como ya dije, ha demostrado muchas veces su disposición a defender la Revolución y hacer cuanto sea necesario con ese objetivo, lo que no nos da derecho a hacerle perder el tiempo con tareas mal concebidas, poco organizadas o simplemente intrascendentes.

Los llamo a meditar con profundidad acerca de la utilidad real de cuanto hace nuestro movimiento obrero, a eliminar lo superfluo y concentrarse en lo realmente decisivo.

Con razón en este Congreso se ha insistido bastante en que la labor sindical debe materializarse en el centro de trabajo. Es algo que no puede convertirse en una consigna. Lograrlo exige que cada dirigente actúe cotidianamente en correspondencia con ese principio medular.

Concentrarse en el centro de trabajo implica conversar con la gente, pero de verdad, para conocer qué piensa. No contentarse con hablar sino también oír, aunque no agrade lo que nos digan; reconocer cuando nos equivocamos y si es el caso, decirle al otro que no tiene razón, o criticar siempre, cara a cara, las actitudes incorrectas, y de paso aclaro que estos conceptos son válidos no sólo para el movimiento sindical.

En aras de la brevedad, basado en la confianza que sé nos tenemos mutuamente y en la madurez de ustedes, he hablado de deficiencias y fui algo parco al mencionar los éxitos.

No significa desconocer el enorme trabajo y los importantes resultados alcanzados por el movimiento obrero y sus dirigentes durante estos años, ni que ignoro las dificultades de todo tipo que enfrentan en su labor.

Si logré preocuparlos más de lo que estaban; si conseguí motivarlos a pensar una y otra vez hasta encontrar la solución más adecuada a cada asunto concreto, doy por cumplido el objetivo de esta intervención. (APLAUSOS)

Considero que de esta forma nuestro movimiento obrero logrará mantenerse a la altura de retos cada vez mayores y hará una importante contribución al esfuerzo por aprovechar al máximo, en beneficio de todo el pueblo, las perspectivas que poco a poco se van abriendo al desarrollo económico y social del país, base objetiva de la solidez de la Revolución en el terreno político-ideológico y de la defensa.

NO PODEMOS OLVIDAR QUE LIDIAMOS CON UN ENEMIGO MUY PODEROSO

No podemos olvidar ni un momento que lidiamos con un enemigo muy poderoso y capaz de acudir a cualquier vía para alcanzar su propósito de borrar la Revolución de la faz de la tierra, sin que quede el más mínimo vestigio de su existencia.

Como les decía ayer, basta hojear el llamado Plan Bush y recordar su anunciado anexo secreto, para comprobar que el imperio se propone arrebatarle a nuestro pueblo hasta la última de las conquistas que ha alcanzado en tantos años de lucha.

Su objetivo es llevar a este país a una situación aún más terrible que la existente en diciembre de 1958, a aquellos tiempos en que la represión, el luto, la humillación, la miseria, el desempleo, el analfabetismo y las enfermedades se enseñoreaban sobre miles de hogares cubanos.

Como dije recientemente en una entrevista al periódico Granma, han designado hasta al interventor yanqui, un tal McCarry, como si nada hubiera cambiado en este mundo desde que en 1898 frustraron nuestra independencia y nos impusieron varios interventores.

Dentro de esa misma lógica absurda actúa el Presidente de los Estados Unidos, cuando dice que en Cuba tiene que haber transición, es decir, un vergonzoso retorno a la basura de capitalismo neocolonial que impusieron en este país exactamente durante 60 años, o cuando nos amenazó en fecha reciente con que «tomarán nota de cuantos se opongan a ello».

Repito el consejo que le di en aquel momento: mejor anote en la lista a los anexionistas asalariados de su Oficina de Intereses, que son pocos, porque va a necesitar mucho papel para escribir los nombres de los millones de mujeres y hombres que están listos para recibir, fusil en mano, a su interventor designado. (APLAUSOS PROLONGADOS)

HOY NUESTRO PUEBLO ES MUCHO MÁS AGUERRIDO, EXPERIMENTADO Y CONSCIENTE

Ante los grandes peligros externos y los derivados de nuestras propias deficiencias, de nada sirve lamentarse, lo esencial es enfrentarlos con el máximo de energía y decisión.

Trabajar con organización, constancia y disciplina, educados sencillamente en el estricto cumplimiento del deber; buscar constantemente la mayor efectividad en cada tarea y las vías de eliminar las deficiencias; pensar con cabeza propia cómo resolver los problemas, tratando, además, de evitar que nos sorprendan; y consolidar cada paso adelante que demos, sea grande o pequeño.

Mucho se ha avanzado desde aquellos días iniciales del triunfo de la Revolución, hará pronto 48 años, en que todo estaba por hacer y con bastante frecuencia creíamos saber cómo enfrentar cada tarea, cuando en realidad no pasábamos de ser unos optimistas cargados de buenas intenciones.

Nunca debemos olvidar aquel alerta de Fidel, en su primer discurso en la capital el 8 de enero de 1959, que de forma tan fehaciente la vida ha confirmado, al expresar:

«Estamos en un momento decisivo de nuestra historia. La tiranía ha sido derrotada. La alegría es inmensa. Y, sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil. Quizá en lo adelante todo sea más difícil».

Hoy nuestro pueblo es mucho más aguerrido, experimentado y consciente —somos incluso el doble de la población de entonces, a pesar de la baja natalidad, algo que analizamos ayer. Lo demostró con creces en estos últimos meses, tras conocer la Proclama del Comandante en Jefe, con la contundente prueba que ha dado y continúa dando, de confianza en su Partido, en sus dirigentes y sobre todo de su confianza en sí mismo.

Es el resultado de la conciencia y madurez alcanzadas tras muchos años de difíciles y continuos combates, pero en la misma medida que crecen y se afianzan esas virtudes de nuestro pueblo, aumenta también la exigencia hacia quienes lo dirigen y representan.

Creo que ustedes han estado a la altura del compromiso contraído con los millones de cubanas y cubanos que los eligieron delegados a este importante evento, esos mismos que con estoicismo y ejemplar conciencia de clase, luchan diariamente contra dificultades y problemas en el centro laboral y en la vida cotidiana, para con su sudor e inteligencia continuar llevando adelante la Revolución.

En nombre del Comandante en Jefe y de nuestro Partido, ¡Felicidades por los resultados de este Congreso y sobre todo éxitos en el mucho trabajo que tenemos por delante!

Un pueblo unido, con el temple y la conciencia del nuestro, es la principal garantía de que siempre podremos gritar en esta tierra:

¡Viva Cuba libre!

(OVACIÓN)

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