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¿Qué se hizo de…?

El almirante José Rodríguez Calderón, jefe de la Marina de Guerra durante la dictadura batistiana, murió en su casa de Miami en 1987, asesinado junto a su sobrina nieta por el esposo de esta. El brigadier Carlos Cantillo, jefe que fuera del Servicio de Inteligencia Militar, condenado a 20 años de cárcel por su implicación en el asesinato de Pelayo Cuervo, no pudo, ya en Estados Unidos desde 1970, conseguir la ciudadanía norteamericana.

El coronel Pedro A. Barrera, jefe de operaciones antiguerrilleras en la Sierra Maestra luego del desembarco del Granma y encargado de negocios de Cuba en Venezuela, donde lo sorprendió el derrumbe de Batista, trabajó en Nueva York como mozo de limpieza, mientras que el  también coronel Víctor Dueñas Robert, que se desempeñó como supervisor de la Cárcel de La Habana y jefe en Camagüey de un regimiento de la Guardia Rural, fue sereno en un banco de Miami. En tanto que el brigadier Dámaso Sogo, el hombre que abrió a Batista las puertas de la Ciudad Militar de Columbia el 10 de marzo de 1952, se ganaba la vida en Miami, donde murió en 1982, como  barbero.

El doctor Andrés Rivero Agüero, presidente electo en la farsa comicial de noviembre de 1958, perdió su dinero y vivía en Florida de su esposa, que trabajaba como peluquera. El sanguinario teniente coronel Esteban Ventura Novo, de la Policía Nacional, debió ya al final de su vida sufrir la humillación de los cuernos que sin recato alguno le colocaba su joven esposa.

El general de brigada Alberto del Río Chaviano, el carnicero del cuartel Moncada, fue un próspero ganadero en la República Dominicana hasta que el generalísimo Trujillo le expropió hasta la última vaquita, lo que lo obligó, ya en 1963,  a establecerse en Dallas como profesor de Español hasta poco antes de su muerte, en 1978, devastado por un cáncer de médula.

Si quiere conocer el destino de algunos de los personeros civiles y militares de la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958; «el gobierno de marzo», como él le llamaba) siga en esta página que de algo se enterará al respecto.

Batista vomitó y cayó muerto

La comitiva partió de Estoril, en Portugal, con destino a la playa española de Marbella. El automóvil en que viajaba el exdictador y su esposa Marta era seguido por otros  que transportaban a parte de su familia. Pese al largo trayecto y a los inconvenientes de los caminos de entonces, Batista tenía la costumbre de viajar por carretera entre Portugal y España para detenerse a almorzar en la frontera. Esa vez no fue la excepción y la comitiva se detuvo, como siempre, en la Pousada de Santa María, en Elvas, donde se le trataba con extrema cortesía, y la cocina, excelente y típicamente portuguesa, se regaba con buenos vinos de la tierra. Batista comió en exceso. El calor era espantoso.

Hubo una larga sobremesa y el viaje prosiguió al fin hacia Guadalmina, urbanización cercana a Marbella, donde habían reservado hoteles. Sobre las nueve de la noche hicieron los viajeros una parada en Algeciras y llegaron a su destino sobre las dos de la mañana. El dictador y su esposa no salieron de la habitación en su primer día de playa. Por la noche Batista convocó a cenar a la familia y a algunas personas de su cercanía. Cenó sin cuidarse, y ya tarde regresó a su bungaló. Marta quedó profundamente dormida. De repente él la despertó para decirle que se sentía muy mal. Salió de la cama, vomitó y cayó fulminado.

Golpistas

Eulogio Amado Cantillo Porras no fue de los protagonistas del 10 de marzo, pero no demoró en apoyar el golpe de Estado con el peso de su nombre, su prestigio y su autoridad, lo que le valió el ascenso a General de Brigada  y su designación como Ayudante General del Ejército. Ascendió a Mayor General en 1957. Fue el gran fracasado  de la llamada Ofensiva de Primavera de 1958 (Operación Fin de Fidel) cuando 300 guerrilleros, al mando del Comandante en Jefe, detuvieron el avance y derrotaron en el primer frente de guerra de la Sierra Maestra a diez mil soldados enemigos. El 1ro. de enero de 1959 no pudo orquestar la maniobra que pretendía que continuara el batistato sin Batista.

Arrestado el 2 de enero, se le incluyó  en la Causa 4 de 1959, por el golpe del 10 de marzo. Quedó en libertad el 20 de abril de 1967 y fue a residir a la Avenida de Acosta entre 8va. y 9na. en Lawton, en las inmediaciones del antiguo 5to. Distrito Militar. Un año después, el 17 de abril, salía de Cuba rumbo a México para establecerse definitivamente en Miami. Allí falleció en 1978, a los 67 años, luego de haber sido jefe de unas Fuerzas Cubanas de Liberación que no llegaron a ninguna parte. «He sido el chivo expiatorio sobre el que se ha querido descargar la mayor responsabilidad por los graves sucesos de los últimos días precastristas», expresó en una carta.

Mejor suerte que Eulogio Cantillo tuvo el mayor general Martín Díaz Tamayo, implicado, este sí y hasta el cuello,  en el golpe del 10 de marzo. Participó en los preparativos de la asonada y esa madrugada entró a la Ciudad Militar de Columbia por la posta 4, en el mismo automóvil que conducía al cabecilla golpista. En 1951 lo habían pasado a retiro con grados de capitán. El golpe lo hizo General de Brigada. Fue ascendido a Mayor General en 1957. A fines de 1958, Batista prefirió darle de baja que acusarlo de traición. Con otros 30 jefes y altos oficiales destacados en Columbia, y el concurso de miembros del Movimiento 26 de Julio encabezados por el Comandante Julio Camacho Aguilera,  pretendía deponer a Batista y detenerlo para dar paso a un gobierno de transición.

El 6 de enero de 1959 Díaz Tamayo fue recluido en la prisión militar de la Cabaña e internado en la galera número 14, pero quedó libre pocas horas después. Se le excluyó de la Causa 4/59 y no llegó a tomarse en cuenta la afirmación de Fidel en La historia me absolverá de que tras los sucesos del Moncada llevó a Santiago la orden de ultimar a diez moncadistas por cada soldado muerto en el ataque. Con la protección de la Embajada ecuatoriana, salió de Cuba en febrero de 1959.

Ya en Miami, y con la ayuda de la CIA, para la que también trabajó en Cuba, se vinculó con la Junta Cubana Anticomunista que, presidida por el exgeneral Manuel Benítez, nucleaba a 750 oficiales cubanos exiliados. Tras la derrota de Bahía de Cochinos, fungió como coordinador de las Fuerzas Armadas de Cuba en el Exilio, a la que Washington pretendió encomendar  el mantenimiento del orden público en Cuba tras el derrumbe de la Revolución. Dicho propósito se descarriló tras la Crisis de Octubre, y Díaz Tamayo, establecido en Hialeah, se convirtió en vendedor de automóviles y se mantuvo activo como dirigente de las Fuerzas Armadas Profesionales de Cuba en el Exilio. Falleció en 1995 a consecuencia de una esclerosis lateral amiotrofia, la llamada enfermedad de Lou Gehrig.

Otro participante  en el golpe del 10 de marzo, el coronel Orlando Piedra, jefe del Buró de Investigaciones, murió en Miami a causa de la golpiza que le propinó un cuidador del asilo de ancianos donde estaba internado.

A las órdenes de Trujillo

Los coroneles Marcelo y Carlos Tabernilla, este último jefe de la Fuerza Aérea del Ejército, a su llegada a EE. UU., trabajaron en un servicentro de West Palm Beach, Florida, donde lo mismo cogían el ponche de un neumático que fregaban y engrasaban un automóvil. Carlos, que fue uno de los protagonistas del bombardeo a la ciudad de Santa Clara, integraría, con los años, la flotilla de Hermanos al Rescate, en tanto que mucho antes Francisco Orúe, exalcalde de Marianao, dirigía en suelo dominicano una llamada Fuerza Aérea Exterminadora, y decenas de militares batistianos se ponían a las órdenes del sátrapa Trujillo.

Despedida de duelos

Anselmo Alliegro, expresidente del Senado, tenía, antes de 1959, casa propia y negocios en Miami, lo que hizo que pudiera vivir allí con holgura hasta su muerte en 1961. Pero Panchín Batista, exgobernador de La Habana y hermano del dictador, debió ganarse la vida como custodio de una tienda, puesto que le consiguió un sujeto que fue miembro de su escolta en sus días de «gloria». Rafael Guas Inclán, exvicepresidente de la República, tenía fama de ser el hombre que más duelos despidió en Cuba. Siguió despidiéndolos en Miami, donde no se cansó de acusar a Batista de haber llevado a la ruina a la clase política cubana.

 

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