Frente al espejo
Los días de aniversario de un diario debieran coincidir, siempre, con días feriados. ¿Cómo si no podrían encontrarse fundadores, antiguos miembros del colectivo, periodistas, titulistas, co-rrectores, diseñadores, personal de servicio y gente de todas las ocupaciones sustanciales a una redacción, que a menudo se han jubilado pero no retirado, y andan por no se sabe qué derroteros aportando, soñando, formando a los más jóvenes...?
La coincidencia sería feliz porque esos imprescindibles —viene en mi ayuda el camarada Bertolt Brecht— podrían encontrarse y pasar recuento a jubileos y tristezas. El acto de plantearnos esas incógnitas de la cotidianidad es, a menudo, más estimulante y rico que cualquier ofrecimiento material...
Pero ocurre que ello casi nunca es así, que nuestros aniversarios caen por lo general en días de intenso trabajo y en la Redacción ya nadie suscribe esa idea porque, sencillamente, los condenaría a la inacción y al aburrimiento. Aquí no hay días perdidos y cada edición terminada se cuenta como una alegría, pues aunque parezca descabellado detrás de todos hay una decidida voluntad de servir.
Por esa misma razón, dejo a un lado el manojo de emociones que llegaron con varios mensajes de felicitación —los abordaré más adelante— y entrego la columna a lectores que rememoran pasajes sustanciales de nuestra historia:
«Estimado Pedro Prada: te escribo luego de haber leído el trabajo que sobre Angola salió en la edición dominical de Juventud Rebelde (Entre Cangamba y Kangamba, 19 de octubre), donde abordas temas relacionados con la batalla de Cangamba y una entrevista que le realizaste a un piloto soviético.
«Pertenecí a un batallón de infantería motorizada de la brigada de taques de Huambo, dislocado en un lugar conocido por Alto Hama, que mientras duró el cerco a Cangamba formó parte del apoyo que desde esa ciudad se les envió. Quizá puedas entender entonces el interés que despierta en mí todo lo relacionado con la guerra de Angola y los diferentes trabajos que sobre el tema se publican.
«Creo haber entendido que el piloto soviético tuvo que cumplir la orden de aniquilar a sus compatriotas. De ser así, me viene a la mente un fragmento de la carta que el compañero Fidel enviara a los sitiados: “resistan y estén seguros de que los rescataremos cueste lo que cueste...”. De ser posible quisiera conocer si se puede acceder a esta entrevista al piloto soviético en una publicación anterior o, en caso contrario, te manifiesto mi interés en conocer de ella.
«Soy de los que piensa que aún no se ha escrito ni la décima parte de lo que sucedió durante el cumplimiento de las diferentes misiones internacionalistas cubanas. Aunque no cumplimos la misión para publicarlo a los cuatro vientos, considero que ese sería un gran homenaje, sobre todo a los que ofrecieron su vida. Asimismo, serviría como reconocimiento a los corresponsales de guerra, a quienes muchos ven como seres ajenos al conflicto y no se detienen a pensar que ellos también escribieron páginas realmente heroicas, pues además de combatir dejaron constancia para la memoria histórica de la nación». (José Alberto Valdés Carpio, combatiente internacionalista en Angola)
«No saben ustedes la sorpresa y los recuerdos que se agolparon en mi mente al leer la crónica de la periodista y escritora Katiuska Blanco (Crónica de Angola. El sur en la memoria, 19 de octubre), cuando evocaba sus experiencias y emociones como reportera durante los días gloriosos de la guerra en Angola.
«Para mí el lugar elegido para su crónica no es sitio cualquiera. En Tchipa concluí mi misión el 14 de julio de 1988. Ese día, a las 14:05 horas, muy cerca de la frontera con Namibia y muy próximo al lugar llamado Cononganga, nuestro transportador blindado del tipo BRDM-2 accionó una mina antitanque, la misma a la cual se refiere la compañera Katiuska Blanco.
«Resultamos heridos cinco compañeros, entre ellos Luisito, un joven recluta del servicio militar y conductor mecánico del transportador blindado, y el que suscribe, segundo jefe de una brigada coheteril antiaérea y segundo jefe de la agrupación de defensa antiaérea de Tchipa.
«La fuerza de la explosión hizo que Luisito se golpeara fuertemente con la parte superior del blindado y su casco laringofónico no fue lo suficientemente sólido para evitar que sufriera una tremenda herida en la cabeza, perdiendo incluso parte de la masa encefálica.
«Quienes lo vimos pensamos que el joven combatiente no se salvaría. Él viajó a mi lado en la ambulancia que nos condujo lo más rápido posible al puesto médico donde Katiuska narra haber dormido aquella fría noche de julio. Durante el trayecto se mantuvo inconsciente.
«Llegamos al puesto médico alrededor de las 03:00 horas de la madrugada y para las 04:30 horas nos habían dado toda la atención médica. Nos acomodaron en las mismas literas donde durmió Katiuska, y yo también contemplé el cielo estrellado desde lo más profundo de aquel inconcluso refugio. El frío era tremendo. Una enfermera, al ver que no podía estar tranquilo por los dolores y por el frío, me tapó con una frazada y una colchoneta de otra litera no ocupada. En esas condiciones logré dormir algo, hasta que los primeros rayos del sol nos anunciaron el amanecer del 15 de julio de 1988.
«En estos momentos me encuentro enfrascado en la elaboración de un libro que recoge las principales acciones de la unidad coheteril antiaérea con la cual marché hacia Angola, como parte del refuerzo enviado desde Cuba.
«Hagan llegar este escrito a Katiuska para que, de ser posible, me ayude con algunas fotos del lugar para fotocopiarlas. Sus testimonios me servirán de mucho para mi empeño de concluir el libro. De cualquier forma le estoy muy agradecido por recordar aquellos pasajes de la guerra en un lugar tan intrincado y peligroso como Tchipa». (Coronel José E. Messana Valdés)