Cuba
LA ANGELINA, Perico, Matanzas.— En un lugar recóndito se ubica el paraíso del campesino Fernando Donis Infante. Vive después de la ciudad de Cárdenas y antes de llegar al poblado de Máximo Gómez, al norte de la provincia. A ambos lados del camino se observan platanales y frijoles, cultivos de un verdor tal que hasta los menos entendidos pueden advertir la espléndida salud de la que gozan.
Estamos ante un campesino de los que hace falta multiplicar. Su finca, nombrada Cayo Piedra y perteneciente a la cooperativa de créditos y servicios José Martí, del municipio de Perico, se ha convertido en un paradigma para la agricultura cubana. En poco más de tres años casi triplica sus producciones en sus 42 hectáreas, con la producción de maíz seco en grano, garbanzo, frijoles, pimiento, col, plátano y otras variedades.
Alrededor de su casa una arboleda se aprovecha para cosechar café y otros frutales, mientras varias colmenas garantizan la miel durante todo el año y un vetusto algarrobo resguarda más de 3 000 plantas de orquídeas.
Fernando se graduó de ingeniero químico en la CUJAE en 1991. Durante dos años fue dirigente de la UJC en La Habana y posteriormente se desempeñó como jefe de Producción de una fábrica de pienso. Pero su corazón nunca se alejó de ese pedacito de tierra donde nació y que fue adquirido por sus abuelos en 1924.
Ahora, con 45 años de edad, se empeña en un futuro más promisorio para la agricultura. Es todo un acontecimiento recorrer su finca, Vanguardia Nacional de la ANAP y que ostenta el Sello Agroecológico de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales.
Al caminar por sus plantaciones fascina que los cultivos de frijoles y de col estén meticulosamente limpios de malas hierbas, y sorprenden sus platanales con racimos de 300 libras y más, que ameritan solo elogios.
«Los resultados de nuestra finca son producto de las prácticas agroecológicas; la última de ellas, que nos ha brindado resultados satisfactorios, es la utilización de microorganismos eficientes, con rendimientos buenos, con control de las plagas y de todas las enfermedades».
En 2009 entregó al Estado 21 800 quintales de viandas, frutales, granos y hortalizas; en el 2010, rondó los 30 000 quintales, y este año debe acercarse a los 28 000.
«Este año el rendimiento de la col ha sido de 90 toneladas por hectárea, con extrema calidad. El maíz seco en grano promedió 3,3 toneladas por hectárea, sin fertilizantes, una exigencia del Primer Mundo. Normalmente mantenemos 15 producciones anuales y en algunos momentos alcanzamos los 22 productos al incluir algunos frutales.
«Cuando le aplicamos estas técnicas de los microorganismos eficientes regeneramos la vida del suelo en breve plazo, ya que un pedazo de suelo se pierde en segundos, pero para recuperarlo necesitamos años; sin embargo, a partir de esta tecnología se logra rápidamente».
—¿Qué son los microorganismos eficientes?
—Es una tecnología japonesa mejorada que aprendimos en la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, que nos asesoró y facilitó la tecnología, que es práctica y reporta muchos beneficios; se busca la hojarasca de lugares vírgenes, hojas en estado de descomposición, eso se procesa con la tecnología. Es un líquido que se aplica con una máquina que nosotros mismos inventamos.
—¿Cuál es la fórmula que empleas con tus trabajadores para optimizar los resultados?
—En la finca somos 17, incluyendo a cuatro tíos, cuatro primos y mi cuñado. Mis trabajadores son muy buenos, a la hora que tú los llames vienen, lo mismo de noche, que lloviendo. No impongo las cosas, tenemos mucha compenetración y las decisiones son colectivas. Hay que motivar al hombre para que se sienta parte del trabajo que realiza y remunerarlo en correspondencia.
—¿A cuánto asciende el salario promedio de tus trabajadores?
—Depende de los resultados de su trabajo. Algunos ganan entre 65 y cien pesos diarios, según lo que hagan. Por ejemplo, tengo dos mujeres que recogen 125 quintales de boniato en un día, eso es eficiencia, y eso hay que retribuírselo.
—¿En tu criterio a qué debemos apostar para que la tierra rinda lo que necesita el cubano?
—Primero, que los poquitos recursos que se tengan se les entreguen a quienes verdaderamente produzcan, y en ese sentido se mejoran los mecanismos existentes. Es decir, dárselos a quien con un litro de petróleo sea capaz de producir cuatro quintales de alimentos, a ese hay que priorizarlo. Además, se debe incentivar el trabajo en el campo.
—¿Por qué prefieres venderle todas las producciones al Estado?
—El Estado es una garantía, me compra todo al por mayor y con estabilidad. Los precios del Estado también son beneficiosos, han mejorado, y se paga en tiempo y forma.
—¿Qué consideras que le falta al sector de la agricultura para alcanzar una eficiencia como la de tu finca?
—La utilización de las prácticas agroecológicas es un aspecto a tener en cuenta, se conoce poco sobre el tema, a pesar del esfuerzo de la ANAP, debe implementarse más. La agricultura orgánica no la podemos ver como una práctica agroecológica simple que nosotros aplicamos, sino que para obtener buenos resultados hay que hacer un conjunto de prácticas.
«Por ejemplo, la lombricultura es uno de los abonos orgánicos de mayor potencial que existe en el mundo, que al ser utilizada y vinculada con la tecnología de microorganismos eficientes logra rendimientos que prácticamente no se alcanzan con la agricultura química. No es una agricultura de subsistencia, es de un potencial productivo alto que supera los rendimientos de tecnología de punta con químicos.
«Tengo cuatro canteros para la producción de humus de lombriz, con 20 metros cúbicos, con buen rendimiento. Cada 45 días sacamos 20 toneladas de cada cantero y la lombriz se sigue reproduciendo. El humus es de la lombriz roja californiana; su importancia es que en el tracto digestivo de la lombriz están los microorganismos degradadores más eficientes, que mejoran mucho la flora del suelo donde se aplique.
«Como rotamos los cultivos por área, lo vamos aplicando para mejorar los suelos que estaban degradados, pues estaban dedicados a la caña y se quemaban todos los años, pero además, geográficamente todas las aguas corrían por la finca y lavaban sus suelos, por lo que trabajamos para hacer un dique de contención para desviar el agua.
«No concibo que se pierda una tonelada de excreta vacuna que puede usarse para obtener humus de lombriz, un abono tan bueno. Sin embargo, en cualquier vaquería se pierden toneladas de excretas».
—¿En qué medida ser ingeniero químico ha influido en tus resultados productivos?
—Bastante, porque en todos estos procesos bioquímicos empleamos la técnica de buscar microorganismos en la hojarasca de lugares vírgenes, en los que no haya incidido la mano del hombre, que es quien más ha perjudicado a la naturaleza.
«Se busca hojarasca de estos lugares y se reproduce, y después se aplica con resultados significativos. A esa técnica le he añadido una innovación en la finca que me ha dado como resultado no tener plagas ni enfermedades».
Mediante la combinación de la rama pecuaria con la agricultura, Fernando logra agentes biológicos y nutrientes orgánicos que evitan el empleo de los compuestos químicos, dañinos a la salud humana y al suelo.
—¿Que piensas acerca de la generalización de esta tecnología?
—La tecnología de microorganismos es muy eficiente, y prácticamente lo único que necesita son tanques sellados, de bajo costo, y se obtienen resultados magníficos, prodigiosos.
«Hace cinco años, si en la finca caían cinco milímetros de lluvia había que esperar 15 días para pasar la grada, ahora llueven cien milímetros y a los dos días puedes pasar la grada porque aumenta la capa de drenaje y la capacidad de retención de la humedad, y se compacta el suelo, que antes era polvo, una capa dura, y ahora está granulado.
«A la agricultura le falta mucho, como poner más en práctica los conocimientos acumulados. Hay que comercializar productos orgánicos con calidad y beneficiosos para la salud».
—Ahora introduces el abono verde, ¿en qué consiste?
—Los abonos verdes y los microorganismos eficientes son lo máximo en la agricultura. Consiste en usar plantas como el frijol de terciopelo, de alto crecimiento y que ofrece gran biomasa, para que al descomponerse favorezca el desarrollo de los microorganismos y la preservación del suelo. Lo estoy introduciendo y me siento optimista con el resultado.
Es evidente que Fernando es un apasionado de las bondades de la agroecología en la búsqueda del afianzamiento de la agricultura sostenible, y así ha logrado que su finca se convierta en luz de los campos cubanos.