Acuse de recibo
Evelio León Díaz escribe desde la calle 470, no. 305, en la localidad balneario de Guanabo, en la capital, y alerta que, coincidiendo durante años con huracanes y marejadas, ha comprobado por observación directa cómo se pierden metros de costa, por la erosión que produce el mar.
También se aprecia, significa, la necesidad de las dunas para la protección de la playa arenosa, y la importancia de las pasarelas para la protección de tales dunas.
«He visto, manifiesta, que las dunas que protegen la costa son solo las que fabrica lentamente la naturaleza (aunque pueden ser estimuladas por los seres humanos) y no aquellas que podamos construir artificialmente con un buldócer».
Señala que, si queremos preservar las playas del Este para un futuro, debemos cuidar las costas, propiciando que las dunas se levanten y se protejan con las pasarelas. Y que a estas últimas se les brinde el mantenimiento que requieren.
«Hace años, afirma, se trabajó muy bien en parte de Boca Ciega, donde existen ahora dunas naturales, protegidas en parte por pasarelas. Pero todo parece haber terminado ahí. No solo no se ha seguido estimulando el desarrollo de dunas, sino que no se han construido más pasarelas.
«Y las existentes ya la mayoría van dejando de ser útiles, porque al alcanzar la duna su altura no permite el normal desarrollo de la vegetación de duna, que es la que la protege».
Evelio preguntó en el consejo popular por qué no se seguían construyendo pasarelas y no se les daba mantenimiento a las existentes. Y la respuesta fue que no estaban tales gastos en el plan del municipio.
«Entonces, ¿pueden tales inversiones competir con las tremendas necesidades que tiene un municipio? Pienso que es muy difícil. ¿Cuántas casas para albergados? ¿Cuántas reparaciones de escuelas, círculos infantiles o policlínicos?... y un larguísimo etcétera».
En su consideración, la protección de la costa, incluida en la Tarea Vida, no es solo de interés local, municipal o provincial, es de interés nacional. Estas son cosas que debemos pensar como país. Y para ser consecuentes con ello, tales inversiones no debieran decidirse por el municipio o provincia, sino por un presupuesto nacional (del Citma).
«Debemos obrar con celeridad, expresa. La naturaleza no da muchas treguas, y tal vez nos demos cuenta cuando sea demasiado tarde. Desgraciadamente el crecimiento del nivel del mar no podrá detenerse, pero todo lo que hagamos por proteger nuestras costas mitigará los efectos adversos o al menos demorarán más en producirse», concluye.
Rafael Machín Pumarol (calle 5ta. no. 98, entre 22 y 24, reparto 26 de Julio, Bayamo, Granma) relata que hace 14 años vive en ese reparto, conocido como Aeropuerto Viejo, y el que sufre un déficit preocupante.
Precisa que la gran mayoría de los residentes allí no cuentan con servicio de agua. Nunca lo han tenido, pues ni siquiera existen las tuberías. Y los pocos afortunados reciben el líquido de otra cuadra, con mangueras.
Como si fuera poco, el agua que llega a ese reparto es salada. Solo sirve para limpiar y fregar. Y los tractores con pipas han dejado de ir allí a echar agua dulce, por la situación del combustible.
Mara Cutié Quesada, residente en el apartamento 603 del edificio Ireluc, sito en Línea 470, entre E y F, en el Vedado capitalino, cuenta que ese inmueble lleva ya ¡nueve días! sin el servicio de agua.
Refiere que lo último que hicieron fue enviar una pipa pequeña, a sabiendas de que ese es un inmueble grande, con muchas familias.
Precisa que han ido inspectores de Aguas de La Habana, e incluso la delegada de la circunscripción se ha comunicado en varias ocasiones con esa entidad. Pero todavía siguen sin solución. Y no es fácil vivir sin agua.