Acuse de recibo
José Osmar Yero Marrero (Calle 26, no. 702, entre 7 y 9, Reparto Panel 1, Santa Fe, Isla de la Juventud) escribe muy alarmado por la morosidad de la Empresa Eléctrica en podar las ramas de árboles que están sembrados justo debajo de la línea de alta tensión (33 000 voltios) que pasa por encima de su casa y de otras más en esa cuadra.
El remitente cuenta que el pasado 2 de octubre llamó a dicha entidad y reportó la necesidad de que cortaran esas ramas, pues ya están tocando varios de esos cables. Lo preocupante es que los árboles son los postes de la cerca de alambrón de una vivienda que colinda con la suya.
Quien le atendió de la Empresa le dijo que su queja quedaba reportada, y pasaría esa información al Departamento de Redes. Dieciséis días después todo seguía igual, por lo cual José Osmar llamó de nuevo a la Empresa y volvió a reportar el problema.
Casualmente, le atendió la misma persona, quien le informó que la queja ya había sido remitida al Departamento de Redes, y que antes de que finalizara octubre se haría la poda.
El 30 de octubre se presentó en la cuadra un carro de la Empresa Eléctrica, con cuatro trabajadores, quienes cortaron con motosierra algunas ramas y bejucos que estaban enredados en varios cables, a solo 50 metros de la dirección que reportó José Osmar.
Este estuvo observando todo el tiempo el trabajo realizado; y cuando vio que ya estaban recogiendo para marcharse, se acercó y preguntó si iban a podar los árboles que él había reportado, como indica la lógica. La respuesta fue que solo habían ido a podar los árboles que afectaban la fibra óptica. Con la misma, se montaron en su carro y se marcharon.
«Hoy es domingo 10 de noviembre de 2019 y todavía los árboles siguen campeando en el tendido eléctrico, esperando que llegue el viento y la lluvia para formar el corto circuito que pudiera afectar con su descarga a varias casas, porque la cerca de alambrón del vecino que sembró los árboles abarca cuatro casas más.
«Además, podría afectar la vida útil de los equipos electrodomésticos de dichas casas, provocar daños y gastos a la Empresa Eléctrica, y quién sabe si con la descarga eléctrica también pudieran perderse vidas humanas. Esa calle es la principal del reparto, muy transitada por personas y vehículos, además de que varias casas están casi debajo de dichos cables de alta tensión, incluyendo la mía.
«¿Cómo es posible que ante el llamado de nuestro Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez a que se trabaje con eficiencia y eficacia, a prevenir y actuar oportunamente, hayan personas tan irresponsables que hacen caso omiso a su pensamiento, aun cuando la vida de varias personas está en peligro?».
Cierta nostalgia de mis años juveniles como cinéfilo empedernido en la Cinemateca de Cuba, entre espectadores educados y cultos, me provocó la carta del doctor Gabriel Martín desde el municipio capitalino de la Habana del Este.
Contrasté aquel silencio absoluto ante la pantalla iluminada, aquel hechizo de luz y ensoñación, con las experiencias vividas en la sala Charlot del Icaic por el doctor Gabriel Martín.
Cuenta él que disfrutó la programación de verano ofrecida por la Cinemateca de Cuba, a pesar de que se reiteraban desafortunados hechos y conductas del público que opacaban aquella muestra.
Personas que asistían a la sala vestidas inadecuadamente, con shorts, chancletas y camisetas; o con escasa higiene personal, oliendo desagradablemente. Expresiones en alta voz, incluso palabras obscenas. El uso de celulares en medio de la proyección y otras indisciplinas y molestias.
Recuerda Gabriel que hace algunos años, se mostraba en la taquilla de esa sala cinematográfica un letrero que rezaba: «Nos reservamos el derecho de admisión». Y exhorta a hacer valer estrictas reglas de comportamiento en los cines y otros centros culturales, con la cooperación de los trabajadores de los mismos.
Secundo la preocupación del doctor Gabriel. ¿Se habrá extraviado la magia y el encanto de la sala oscura?