Acuse de recibo
Reinaldo Pedroso Rabassa (edificio 8, apto. 20, Comunidad Silvio Caro, Bahía Honda, Artemisa) desea saber si su pequeña localidad llegará a consumir agua como cualquier asentamiento, o le negarán ese derecho. Porque para él y sus vecinos, Cuba es su comunidad.
Silvio Caro, afirma, tiene afectado hace más de cuatro meses el servicio de acueducto, en un área costera donde el único abasto de agua potable es por esa vía.
Inicialmente el motivo del desabastecimiento era que los pozos se habían derrumbado y había que rehacerlos. Se acometió la tarea, y ahora, dice, es que no hay bomba para impulsar el agua hasta la comunidad, que no existe presupuesto para comprarla; o que ya está asignada, pero hay que buscarla.
Todas esas elucubraciones, refiere, son apenas rumores no confirmados de la comunidad, «porque ninguno de los factores que inciden en este proceso informan a la población».
Según Reinaldo, no hay palabras para explicar lo que los habitantes de ese poblado sufren para que sus necesidades sean medianamente cubiertas. «Es verdad, señala, que ha venido alguna que otra vez una pipa de Acueducto a traer agua a las cisternas, para que la población acuda a las mismas, sin preguntarse cuáles serían las consecuencias. ¡En estos momentos existen focos de mosquitos!», alerta Reinaldo.
Armando Rivero Cruz (Zanja 266, entre Lealtad y Campanario, Centro Habana, La Habana) desea saludar al juvenil colectivo que presta sus servicios en el recién remodelado Mercado TRD, de Línea esquina a L, en el Vedado capitalino.
Y fundamenta el saludo al colectivo, «que en su trato con el público son muy atentos y amables, cortesía que corresponde a todo lugar donde se trabaje con el público».
Armando desea que esos jóvenes sean felicitados y estimulados a tiempo, para que germine esa semilla y no se malogre, «en estos tiempos en que las buenas costumbres y la educación formal se han perdido».
El doctor Olimpio Rodríguez Santos (calle Heredia, Edificio D, apto. 2, entre Bembeta y Lugareño, reparto Boves, Camagüey), especialista de II Grado en Alergología y profesor de la Universidad de Ciencias Médicas Carlos J. Finlay de esa provincia, es un honorable galeno con una gran creatividad y deseos de experimentación, que desbordan incluso la propia Medicina.
Por ello, se siente muy dolido con el centro cultural Nicolás Guillén, de esa ciudad. Y cuenta su historia:
Con un trabajo sostenido que lo llevó a representar a la provincia de Camagüey en el Primer Congreso Cultura y Desarrollo, obtuvo la categoría de investigador. Luego de cumplir los requisitos exigidos, pasó a la de Investigador Agregado hace más de 15 años. Durante todo ese tiempo ha seguido trabajando en investigación, con múltiples resultados en Medicina, Cultura y Educación.
Hace unos diez años, afirma, en el Centro Guillén se les dijo a todos los investigadores que se había propuesto al hoy Instituto Nacional de Investigación Cultural Juan Marinello, en la capital, el cambio de categoría para Auxiliar o Titular, según el caso. Y que para ello se habían enviado los expedientes con la propuesta.
«Nunca tuvimos respuesta del cambio de categoría, asegura; ante la insistencia nuestra se nos informó que los expedientes, La Habana los había enviado a otra provincia, que fuéramos a buscarlos. No dijeron nunca de cual provincia se trataba».
Dejaron un tiempo de insistir, refiere; pero como este país es un país de hombres de ciencia, —palabras de Fidel—, y como estamos convencidos de que sin investigación no se puede avanzar, volvimos a insistir en localizar el expediente «perdido».
Llamaron al Juan Marinello, al Instituto Superior de Arte, a la Academia de Ciencias... Y para su sorpresa, todo indica que nunca fue enviado el expediente a la capital.
«Durante lo que va de año, hemos aportado a la Universidad más de 200 000 pesos por concepto de cursos internacionales. De tener la categoría de investigador auxiliar o titular la cifra sería superior, ya que podríamos proponer maestrías internacionales que tienen gran demanda», concluye el doctor Olimpio.