Acuse de recibo
Algún día Oscar Luis León Gómez, esa criatura que jimiquea tras saciar hambre y sed en los pechos de su madre Yenia Gómez Delgado, descubrirá que es hijo también del desprendimiento humano, sangre de la sangre generosa de muchos.
Todo se desató el 17 de octubre, casi 24 horas después del alumbramiento normal del pequeño en el Hospital Gineco-Obstétrico América Arias, más conocido por Maternidad de Línea, en La Habana. Los médicos detectaron íctero en el bebé, e infirieron que podía ser por un conflicto sanguíneo, lo cual fue confirmado por el Instituto Nacional de Hematología.
Y al bajar la hemoglobina del bebé a niveles con peligro para su vida, se valoró una transfusión. Fue cuando comenzó una tumultuosa carrera por la vida del pequeño, que portaba una rareza en su tipo de sangre: A, pero de un subgrupo muy específico.
Allí mismo en el hospital se convocó espontáneamente a un estudio sanguíneo de los presentes, empezando por la madre y demás familiares de Oscar Luis. En minutos, se convirtió en una impresionante cola para probar suerte y salvar al nené, mientras se circulaba su rareza sanguínea por el Banco Provincial de Sangre y otros bancos de la capital.
En la fila aguardaban impacientes los trabajadores del hospital, encabezados por su director, los estudiantes de Medicina cubanos y extranjeros, seguidos de acompañantes de pacientes y personas que estaban en el horario de visita del centro asistencial
A viva voz las personas se convocaban unas a otras. Solo se escuchaba: «Vengo a donar para el niñito grave»… «¿A dónde hay que ir a donar la sangre?»… «¿Seré compatible?»… «Ojalá sea mi sangre la que salve al bebé».
Llegaban vecinos cercanos al hospital, compañeros de trabajo de la madre, el padre y la tía del niño y vecinos del barrio… Una trabajadora del América Arias salió a la calle, y voceando trajo a personas voluntarias. Hasta un ómnibus urbano se detuvo y muchos pasajeros se presentaron también.
Los técnicos del banco de sangre del hospital permanecieron allí hasta encontrar posibles donantes, en un proceso muy engorroso, que requería tiempo y análisis minuciosos. Pero al fin llegó la buena noticia: del primer grupo, de unas 75 muestras, apareció sangre compatible: Marlenys, una enfermera del hospital. Y del segundo grupo, de unas 70 personas, Gleyvis, compañera de trabajo de Yenia, la madre, en Havana Club Internacional.
Y la convocatoria siguió, para contar con reservas de esa sangre tan especial. Es por ello que los días siguientes continuaron presentándose voluntarios, por una suerte de red espontánea, en el Hospital y en el Banco de Sangre provincial.
Luego de las transfusiones, Oscar Luis ha ido recuperándose y evoluciona favorablemente. Mama prendido de la teta, como cualquier otro bebé, y lucha por su vida. Su tía, Yanira Gómez Delgado (avenida 19, No. 3610, apto 3, entre 36 y 42, Playa, La Habana), ha sido la cronista sensible que supo entresacar, de la trama cotidiana de un hospital, historia tan conmovedora para nuestros lectores: «Mi sobrino tuvo la dicha de nacer en este país, y tendrá el orgullo de sentirse cubano de pura cepa», sentencia ella. Y no es para menos. Ya el pequeño trae el don de la generosidad en su sangre.
Sergio de las Peñas (calle 21 No. 3408, entre 34 y 36, Playa, La Habana) cuenta que cerca de su casa, en 42 entre 19 y 21, abrieron una panadería-dulcería, La Joyita, que hace honor a su nombre en belleza y calidad del servicio.
Recientemente instalaron al frente de la misma dos toldos modernos para proteger del sol o de la lluvia a los clientes que hacen la cola. Y un buen día pasó por allí una inspectora de Planificación Física: le prohibió los toldos al administrador, so pena de ponerle una multa.
¿Razones? ¿Fundamentos de la prohibición? La mayoría de quienes hacen la cola son ancianos y mujeres con niños. «Lo mejor sería —afirma Sergio— ponerla a ella más de una hora de pie en la cola bajo el sol abrasador, a ver cómo se sentiría».