Acuse de recibo
Pocas cosas duelen tanto como el olvido, más cuando la vida ha sido, literalmente, de entrega. De sus 48 años, Alain Benito Hernández González (calle 5ta., entre A y B, No. 55, Rpto. Vigía, Santa Clara, Villa Clara) dedicó 21 a donar sangre, ese «oficio» de pura generosidad, que es tradición en nuestro país después de 1959.
Desde los 18 años, este villaclareño donaba; después de 1994, tras un riguroso chequeo, comenzó a hacerlo específicamente de plasma, y después de 2011, de plaquetas. Siempre con un promedio que rondaba las 25 donaciones al año.
«Al tener como grupo sanguíneo A+, era uno de los que más llamaban para donar; lo mismo sábados, domingos, días feriados, fines de año. A cualquier hora y momento que me llamaban siempre estuve disponible», evoca el remitente.
Y en ese largo tiempo, manteniendo por fortuna una salud de hierro. Solo en marzo de 2014 le subieron los triglicéridos a Alain, y, luego de rigurosa dieta, volvió de inmediato a la normalidad.
«Todo marchaba muy bien hasta el 5 de mayo de 2015, en que hice una donación de plaquetas para un paciente y una de las pruebas (…) del SUMA me dio movida. El día 6 me citan con urgencia para hacerme la prueba que me había salido movida, y así lo hice. Me repetí la prueba el día 7, y todo me dio normal.
«Pero para sorpresa mía, ese mismo día 7 de mayo me comunica la compañera Jazmín que ya no podía seguir donando, porque, según la doctora Idalmis, existe una directiva del Grupo Nacional del SUMA que refiere que a todo aquel donante que le dé una prueba movida deben sacarlo del Banco de Sangre y ya nunca más puede volver a donar», refiere el villaclareño.
Más allá de estar de acuerdo o no con la decisión, teniendo en cuenta que el «movido» de la prueba podía deberse a múltiples circunstancias pasajeras (un reactivo en mal estado, un catarro, estrés por la incubación de un virus, etc.), a Alain le llamó la atención que ni siquiera fue la propia responsable máxima quien le comunicara su salida del programa, en una cita oficial.
En sus más de dos décadas como donante, sostiene, nunca pidió nada para él o para su familia; de hecho, de las autoridades del territorio no recibió reconocimiento ni estímulos materiales. Solamente los CDR distinguieron moralmente su entrega.
En el año 2014, con una carta firmada por el Director del Banco de Sangre y por la responsable del programa de Plasmaféresis, se dirigió Alain a la Asamblea Provincial del Poder Popular, para gestionar que le pusieran un teléfono fijo en su casa. No hubo disponibilidad de pares para ello.
Y después del 7 de mayo de 2015, «los compañeros del programa del Banco de Sangre jamás se volvieron a preocupar por mí, ni tan siquiera para hacerme un chequeo de rutina, que es lo que al menos debían hacer», se duele el remitente. Y recuerda que un donante es como un deportista de alto rendimiento, que debe desentrenarse. «Mi cuerpo durante más de 21 años produjo plasma y plaquetas más de lo normal, y eso no lo han tenido en cuenta. Pero yo, por mi parte, cada seis meses me he hecho análisis por el consultorio (…) y todo está normal».
Aun después de ese injusto abandono, este hombre afirma que si se investiga su caso, se le realizan los controles pertinentes y se determina que pueda volver al programa, con gusto lo haría. «Sé que la provincia tiene difícil lo de los donantes»... Mi razón no es criticar o cuestionar una directiva, sino seguir salvando vidas».
Poco habría que añadir. Ante la desatención, Alain Benito responde con la mayor altura: propone, una vez más, su sangre.