Acuse de recibo
«¿Acaso ya no son bastante inaccesibles por sus altos precios ciertos servicios que se ofertan en áreas recreativas como para que también una simple sombrilla de guano en nuestras playas esté condicionada al poder del bolsillo?».
Con esta interrogante finalizábamos el Acuse del pasado 17 de mayo, tras reseñar la queja de la capitalina Talía Rodríguez Blanco y sus padres (calle 68, No. 1904, entre 19 y 21, Playa), quienes narraban cómo se les agrió un día de playa en el Mégano, en Santa María del Mar, cuando les indicaron que debían abandonar la sombrilla de guano que los protegía del sol.
Dos trabajadores les comunicaron a Talía y los suyos que, como otras personas habían alquilado una tumbona, tenían prioridad también para la sombrilla. Con ello, la posibilidad de cubrirse de las radiaciones solares se reducía a tener o no los dos CUC que costaba el alquiler de la cama plástica. Esto, lógicamente, no les pareció justo a los desalojados.
«Los compañeros nos dijeron que era algo establecido por el área náutica (perteneciente a la marina Marlin), que eso estaba explicado en el cartel colocado a la entrada del área (que presumiblemente es el único documento «legal» que ampara esta medida...) y que si no abandonábamos el área podían incluso hacer intervenir a los agentes del orden», evocaban los remitentes.
El jefe del área y hasta el responsable de seguridad del lugar le ratificaron, no en la mejor forma posible, a la familia capitalina, que tenían que dejar el lugar, pues las sombrillas las habían construido «ellos», para recaudar. Que era así y punto.
Al respecto contesta Ileana Caraballo O’Farril, directora de la unidad empresarial de base (UEB) Náutica Marlin Tarará. En su misiva, fechada el 23 de junio, pero que llegó a nuestra redacción el 4 de agosto, refiere Ileana que el 18 de mayo fue visitada la remitente, con quien no se pudo contactar porque había partido hacia Francia. No obstante, todos los detalles del suceso se conocieron por la mamá de Talía.
Tras dicha entrevista y las demás indagaciones de rigor, se concluyó que el incidente no ocurrió exactamente en el área del Mégano, sino en Santa María del Mar, frente al complejo hotelero Villa Los Pinos, y que es a esta entidad y no a la empresa de Marinas y Náutica Marlin S.A. a la que pertenecen las mencionadas sombrillas de guano. De ahí que sea el propio complejo la institución que establece las normas para su comercialización, precisa la directiva.
Apunta, además, que Villa Los Pinos comercializa las sombrillas por un servicio «todo incluido», en la modalidad de «pasadías» y al final de mes pasa una factura a la empresa Marlin. Tienen prioridad para el uso de las construcciones de guano los clientes del complejo.
«La respuesta dada por el jefe del Punto Náutico, Tomás Castellanos, sobre las sombrillas, no fue la adecuada», reconoce la funcionaria. Se tomaron las medidas disciplinarias correspondientes con él, añade, y el hecho fue analizado con el colectivo de trabajadores de la UEB.
«Finalmente, nos personamos en la vivienda de los afectados para darles a conocer el proceso de la investigación y sus conclusiones», expresa la ejecutiva. La familia estuvo de acuerdo con la explicación y con las medidas adoptadas.
Agradezco la respuesta de Ileana Caraballo O’Farril. Es evidente que la comunicación con quienes visiten las playas aledañas a ambas instituciones debe mejorar. Pero de todas formas, piensa este redactor, el problema de fondo continúa, pues si bien existe la necesidad de recaudar fondos y de proteger los derechos de los clientes de la Villa, también quienes no tengan dos CUC para alquilar una tumbona deberían contar con algún medio para protegerse del sol: sean sombrillas, un toldo improvisado, unas casas de campaña…
Al final, tanto la Marina Marlin S.A. como el complejo hotelero, como la playa misma, pertenecen al pueblo que en 1959 decidió desterrar para siempre los onerosos privilegios de pocos sobre el malestar de muchos.