Acuse de recibo
El pasado 17 de febrero, Ysnayanzis Mosquera (Mártires de Barbados 4, entre Lucas Ortiz y Martí, reparto Primero, Las Tunas) contaba que desde junio de 2015, los vecinos del barrio vivían sin paz: en la Pista Joven, aledaña al parque 26 de Julio, una discoteca los atormentaba con música ensordecedora hasta la madrugada.
Al principio, anotaba, dijeron que sería por el verano. Y concluido este, se anunció que sería permanente, pues se asignó al Centro de la Música. «Escudados en la diversión de la juventud, los vecinos estábamos obligados a quedarnos sordos y locos, pues no hay nervios ni oídos que aguanten tamaña falta de respeto», enfatizaba. El área, contaba, es una explanada sin una sola pared que retenga el ruido, en el corazón de la comunidad, rodeada de viviendas.
Los vecinos lo plantearon al delegado del Poder Popular, quien lo tramitó. No le hicieron caso. El 15 de octubre entregaron una carta a los gobiernos Municipal y Provincial, a la Dirección de Higiene y Epidemiología y a la Delegación Provincial del Citma.
Una comisión los visitó. Un especialista de Higiene fue a casa de Ysnayanzis en la noche y comprobó la veracidad. Terminadas las investigaciones, que duraron alrededor de un mes, dieron razón a los vecinos. Se personó entonces en el hogar de Ysnayanzis una funcionaria de Cultura, con un plan de medidas: poner música solo de jueves a domingo, desde la tarde hasta las 2:00 a.m., excepto los domingos, que sería hasta las 6:00 a.m.
«Me declaré inconforme, refería. Eso no resuelve el problema. La semana tiene siete días y de ellos cuatro iban a ser tormento, cuando no debía ser ni uno. Solo una medida de las propuestas solucionaría, al menos en parte: cerrar la instalación, o construir paredes y hacer una real discoteca, con la infraestructura que requiere, evitando la contaminación acústica».
El sábado 13 de febrero, la casa de Ysnayanzis retumbó de nuevo. Y ella acotaba: «¿Pueden poner una discoteca al aire libre en plena comunidad, acabando con la paz de todos, y privarnos del derecho a la tranquilidad ciudadana?».
El 22 de marzo respondió el doctor Luis Manuel Pérez Concepción, que la comisión creada determinó que el ruido producido por la Pista Joven, en el parque 26 de Julio, provocaba afectaciones sonoras a los vecinos.
Agregaba que el 15 de octubre de 2015 se recibió en el Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología la inconformidad firmada por los vecinos, la que se tramitó, realizándose un grupo de acciones que permitieron aseverar los elementos planteados por los promoventes, a los que se les ofreció respuesta el día 30 del propio mes.
Para el total esclarecimiento, añade, se visitó el 22 de febrero la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos Barbarito Diez, de Las Tunas, donde ejecutaban acciones para solucionar la problemática planteada. Y en una nueva inspección el 26 de febrero, constataron que la institución había sido paralizada por situaciones higiénico-sanitarias ajenas al ruido.
Y advirtieron que el plan de medidas que la Empresa de la Música había definido para la corrección del problema, no respondía a lo planteado, lo que se comprobó en la noche del 3 de marzo, al percibir el impacto en la vivienda de la demandante.
El 4 de marzo se notificó a la Empresa de la Música, por diligencia de inspección sanitaria estatal, la «paralización» de los medios de audio, según lo establecido en la legislación sanitaria vigente: ruido en zonas habitables. Y se le daría seguimiento y control por las autoridades sanitarias.
Vuelve a escribir Ysyanazis para contar que todo estuvo bien, hasta que el 6 de mayo, desde el telecentro provincial un representante del Centro de la Música informó que la Pista Joven reabriría ese mismo día por orden del Gobierno de la provincia. Y todo comenzó de nuevo.
«No se imagina usted —afirma— lo terrible que es tener el reguetón en el pecho y en los oídos desde las 8:00 p.m. hasta las 2:00 a.m.; sentarse en un balance a dormir un niño de 17 meses que retumba con cada incursión del DJ, el cual insta a competir a ver a quién es más loco», y sentir cómo cimbran las ventanas de mi casa, del cuarto de una niña de siete años, que al día siguiente se tiene que levantar temprano para ir a la escuela…».