Acuse de recibo
Hasta la casa del capitalino Froilán Rivero Valdés (Avenida 2da, entre 3ra y 4ta, No. 12415, Diezmero, San Miguel del Padrón) no llega el agua. Y si el seco y complejo asunto se remontara a una fecha reciente no habría tanto de qué preocuparse, pero data —según cuenta en su misiva— del mes de mayo pasado.
El 19 de ese mes Froilán se personó en la oficina de Acueducto (no aclara a qué nivel) e hizo su primer reporte. Explicó entonces que vive con sus hijastros, que aún estudian, y su esposa, que padece del corazón y tiene problemas con su tensión arterial.
«El compañero del lugar me responde que ya tenían varias quejas de la misma cuadra donde vivo, que no me preocupara, que ese mismo día ellos se reunían en la oficina sobre las seis de la tarde y con el parte de la situación se resolvería pronto el problema».
Tras esperar una semana y no ver movimiento alguno, volvió Froilán a la carga. Visitó cinco veces la mencionada oficina y le ofrecieron respuestas similares. La última de las ocasiones se encontró con el director de la entidad, el compañero Alexander. Este tomó la queja personalmente, poniendo énfasis en características de la situación como, por ejemplo, que la cisterna de la casa de Froilán está a una altura superior a la de la acometida, detalla el lector.
«Él me planteó que iba a enviar un inspector para comprobar la situación (…) Luego de esperar un par de días me dirijo al Poder Popular del municipio. Allí volví a contar todo el problema desde el inicio. La compañera que me atendió me explicó que tengo que esperar 60 días hábiles. Le planteo que se trata de una casa sin agua apenas para tomar, teniendo que buscarla en una carretilla a más de 300 metros…», evoca el remitente.
El 16 de julio recibió Froilán a dos inspectores en su vivienda, los que tras comprobar detalles del caso, «me dijeron que ese día se reunirían a las seis de la tarde y me pondrían una vez más en el llamado Plan Pipa», pero que el servicio se estaba concretando unos 10-15 días después de hecho el reporte.
Refiere el capitalino que los referidos carros cisterna nunca llegaron, lo cual contrasta con el hecho de que a viviendas cercanas —afirma— sí llevaron agua tras pagar por el servicio, mientras que la llevaron de manera gratuita a casas específicas, cuyos moradores estaban en la misma situación de carestía del recurso que el remitente y otros vecinos.
En todo el lapso de espera por una solución definitiva, comenta, hasta el momento de escribirnos en agosto, el agua había llegado y colmado cuatro veces la cisterna de Froilán y su familia, por lo que considera el afectado que no hay males mayores en la falta del líquido, y que al parecer tiene mucho que ver la manipulación que se haga del suministro. Pero él, como otros, no sabe dónde están las llaves que le dan abasto, quién y cómo y con qué reglas deben abrirlas y cerrarlas.
A esta desinformación se suma que ante gestiones similares a las de Froilán, emprendidas por el padre de sus hijastros, las únicas respuestas que recibía aquel eran más y más números telefónicos para seguir contactando instituciones, y nada de soluciones concretas, palpables.
Así los afectados acumularon y anexan en su misiva números de la Delegación Territorial de Recursos Hidráulicos, la Oficina Comercial de San Miguel del Padrón, Aguas del Este, Aguas de La Habana, Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos... entre otros.
Pero con teléfonos no se lava la ropa, ni se cocina, ni se limpia una casa. Hacen falta el agua y sobretodo respuestas, que han de fluir de una vez para que los ciudadanos puedan ejercer el control popular de los asuntos que los afectan.