Acuse de recibo
El pasado 4 de junio, Wilfredo Pérez denunciaba aquí las molestias que causa el almacén de oxígeno medicinal contiguo a su vivienda, en la ciudad de Camagüey, debido al ruido emitido por la constante carga y descarga de esos balones metálicos, con destino a enfermos terminales.
Señalaba que, como el almacén expende allí los balones para los usuarios del municipio, camiones, tractores con carretas y cualquier medio de transportación se arriman, y se sitúan casi ante la puerta de su casa, obstruyendo la salida y expeliendo humo de sus tubos de escape.
Al respecto, responde la Doctora Danixia A. Novoa, directora de la Empresa Provincial de Farmacias y Ópticas de Camagüey, que el almacén de marras pertenece a esa entidad, la cual realiza desde el 2011 los trámites correspondientes para el traslado del mismo.
Añade que, finalmente, Planificación Física y el Citma aprobaron el traslado hacia un local en el Taller Provincial de Servicios. Mas, para ello, deben ejecutarse acciones constructivas de gran envergadura, con vistas a cumplir los requisitos técnicos establecidos con respecto a la ubicación de los balones, y se gestionan los recursos para realizar la inversión en el último trimestre de 2014.
La directiva reconoce las afectaciones al vecindario y explica que el ansiado traslado depende del presupuesto de inversiones que les asigne la Dirección Provincial de Salud Pública. Hasta entonces, asegura, adoptarán medidas de contención para atenuar el ruido del trasiego de balones, como poner en el piso y paredes del local soportes de goma desechadas de otras entidades.
Agrega Danixia que esa empresa no tiene posibilidad de transporte para llevar los balones a sus destinatarios, por lo cual las familias de los pacientes van allí a buscarlos, en todo tipo de vehículos que puedan resolver.
También responde Enrique Castillo, director de la unidad empresarial de base (UEB) Gases Industriales de Camagüey, suministradora de los balones de gases medicinales que descarga allí en el almacén, mediante vehículos técnicamente aptos, con elevadores que facilitan las operaciones —aunque el traslado del camión al almacén puede generar ruidos.
Aclara que el personal de marras está adiestrado y cumple requisitos de seguridad y salud, y reconoce que el almacén donde descargan «se encuentra en un lugar inadecuado para el almacenamiento de gases a presión», y que «la verdadera solución sería trasladarlo a otro lugar con condiciones óptimas de seguridad y almacenaje».
No obstante, afirma que con el personal de Gases Industriales se realizó una charla de seguridad y concientización, para que a la hora de manipular los cilindros se minimicen los riesgos y los ruidos.
Agradezco ambas respuestas y hago votos porque en el cuarto trimestre del presente año se cumpla la promesa de traslado del almacén, que nunca debió ser instalado tan próximo a viviendas de vecinos.
Ya llueven sobre mojado las quejas publicadas aquí sobre la confección de zapatos ortopédicos en el país, y todavía estoy esperando una convincente explicación al respecto, no respuestas al paso, con «prótesis» de justificaciones.
Esta vez me escribe Luis Chirino Quiñones, vecino de calle Fernando Callejas No. 753, en la ciudad de Ciego de Ávila, quien padece imperfecciones en sus pies y debe usar zapatos con correcciones ortopédicas.
Aunque se supone que tiene derecho a mandar a hacer un par cada año, el último que pudo adquirir fue en agosto de 2011.
«Tengo 69 años —afirma—, soy diabético, hipertenso, con insuficiencia cardiaca y dos infartos. Ya he perdido la cuenta de las veces que he visitado el taller de esta ciudad. Casi siempre no tienen material, está cerrado, o en proceso de mudarse».
Asegura Luis que en sus reiteradas visitas al Taller de Prótesis del Minsap en Honorato del Castillo, entre Máximo Gómez y Serafín Sánchez, en esa ciudad, le han orientado que debe ir o llamar al Taller sito en calle José María Agramonte, entre Joaquín Agüero e Independencia. Y muchas veces, a quien único encontraba allí era al custodio.
Igualmente —agrega— han cerrado el taller por falta de material. Ha vuelto y le informan que desconocen cuándo comenzarán a prestar servicios. «Casi tres años de gestiones y de espera. Y nada», concluye Luis.
En un país que envejece demográficamente, es un sinsentido que haya tantas irregularidades para garantizar un par de zapatos, apenas un par al año, a quienes sufren por los pies.