Acuse de recibo
«Camagüey es otro», nos dice con orgullo Elia Peláez Leyva, para dar fe de las múltiples acciones que han acometido en esa ilustre ciudad por sus 500 años de fundada. Ah, pero la misiva de Elia, que quisiera explayarse solo en el reconocimiento a la belleza, debe hablar de cosas menos amables que también le han llegado de la mano (o del pie) de la restauración citadina.
Cuenta la agramontina que su familia y ella han sido perjudicados por lo que considera una expresión de mentira y maltrato, desde que se inició en la calle Independencia, No. 257, entre General Gómez y Hermanos Agüeros, la construcción de un centro recreativo, «para el cual —puntualiza— nunca se contó ni se le informó a la vecindad».
El hogar de la remitente —en Independencia No. 258— queda pared con pared con el centro en construcción, y ya no se trata ni siquiera de la falta de información y participación de la comunidad en el proyecto, sino de lo que se viene afectando noche tras noche la armonía, el estado físico y el sosiego en esta vivienda camagüeyana.
«Resulta que de forma inadecuada, constante, los obreros que laboran en esta construcción han deteriorado la cubierta de mi hogar, en el que viven cuatro personas, una de ellas es mi mamá: Brenda Rosa Leyva de la Cruz, que tiene nada menos que 83 años y posee hasta oxígeno en la casa producto de una cardiopatía isquémica y un enfisema pulmonar», sostiene la lectora.
Y relata sus casi permanentes llamadas de atención «y hasta acaloradas discusiones» con los compañeros de Gastronomía, que están a cargo de la ejecución de la obra. «Pero su respuesta ha sido el silencio y la falta de respeto. Incluso, en reiteradas ocasiones los obreros me han contestado: “nosotros hacemos lo que nos mandan los jefes”, sin tener en cuenta cómo han deteriorado nuestra vivienda».
«Para que tengan una idea —ejemplifica la camagüeyana—, ayer llovió prácticamente toda la noche y mi familia, en especial mi mamá, tuvo que pasar la madrugada sentada en la cama, porque ya no hay dónde cobijarse. Y al amanecer la tuvimos que ingresar en el hospital con una neumonía recurrente. Incluso me velan a mí y a mis hijos, para subirse en el techo, de tejas criollas, de barro, y no solo caminan por encima de estas, sino que hasta llegaron a cortar la madera del techo, dejándonos huecos en toda la canal de la pared».
¿Quién puede soportar tanta falta de respeto? ¿Por qué no cuidar lo ajeno? Se violan muchas cosas con este proceder, pero lo más triste es que se marchita lo hecho por tantos para el aniversario 500 de la villa, reflexiona finalmente la lectora. Nada que añadir tiene este redactor, salvo que urge una respuesta y una reparación.
Dejar de brindar un servicio por incapacidad para resolver ciertos problemas con este no debería ser una fórmula tan socorrida en nuestra cotidianidad. Pero a veces...
Pienso en ello al leer la misiva de Manuel González Valdés (Carretera a Puerto Esperanza, s/n, Viñales, Pinar del Río), quien relata que el servicentro Cupet de Viñales lleva sin servicio de aire para neumáticos más de un año. La respuesta que se da allí a los usuarios es que «se llevan la manguera», refiere.
«Es bochornoso que pasen estas cosas en un lugar tan necesitado de este servicio a cualquier hora del día o de la noche», opina el remitente, y apunta lo incoherente de esta realidad con el lema de la institución: «su amigo las 24 horas».