Acuse de recibo
Aun cuando sea excepcional, la historia de impune usurpación de la tierra que relata María del Carmen Boullosa Pérez preocupa sobremanera en un país que pretende, de manera ordenada y con apego a la Ley, convertir la agricultura en fuente de progreso y bienestar.
María del Carmen, con 75 años y residente en Solís No. 43, entre Carrillo y Gonzalo de Quesada, Sagua la Grande, Villa Clara, cuenta que es propietaria de una finca de 0,74 hectáreas, que heredó legalmente de su padre. Pero no la puede ocupar, y lleva ya siete años luchando infructuosamente, arando en el mar y no precisamente en la tierra, por que se le restituyan sus derechos.
Afirma que la finca «fue ocupada ilegalmente por el entonces Director de la Empresa de Cultivos Varios del municipio», quien además permitió que dos ciudadanos trabajaran en su propiedad y fabricaran una casa ilegalmente en el lugar donde estaba la de ella.
María del Carmen no se ha cansado de reclamar. Y en correspondencia a sus gestiones —apunta—, el Delegado de la Agricultura en la provincia dictó la Resolución 984, que declara ilegales a los ocupantes. Cuatro años después, el Ministro de la Agricultura dictó la Resolución 109, a favor de la del Delegado provincial.
Hace más de un año y ocho meses —apunta—, dichas resoluciones esperan por su ejecución. La hija de María del Carmen ha acudido a todas las instancias de la Agricultura y a las máximas autoridades del territorio. Todos alegan que hay que devolverle lo que es de ella. Pero de ahí no pasa.
Se entrevistaron con el Subdelegado de la Agricultura a nivel provincial y con quien atiende Control de la Tierra en el territorio, quienes le manifestaron que todo se resolvería en 30 días. Tampoco. La hija de la señora fue recibida en el Departamento de Atención a la Población del Ministerio de la Agricultura en septiembre pasado. De allí, se comunicaron con la Oficina de Control de la Tierra en Villa Clara, donde aseguraron que el caso se resolvería el 15 de octubre. No fue así.
El 16 de octubre, María del Carmen visitó de nuevo el Departamento de Atención a la Población del Minag, y desde allí se comunicaron con la Delegación Provincial de la Agricultura, donde aseguraron que en dos o tres días se resolvería el caso.
Entre todas las correrías de María del Carmen y su hija, la asesora jurídica del Minag les informó que la Delegación Municipal de la Agricultura está buscando la forma de arreglar un local, para que los ocupantes ilegales vayan a vivir al mismo y desocupen sus tierras, pero que ese local tiene que ser autorizado por instancias superiores de ese Ministerio.
Y pregunta la lectora por qué pueden burlarse impunemente las leyes y violarse los derechos que la asisten. «¿Es que la firma y orden legales del Ministro de la Agricultura no son válidas?», concluye la señora.
Lejos de su hogar y de sus familiares, y en viaje de trabajo en la provincia de Matanzas el pasado mes de septiembre, Cira Piñeiro Alonso (Colón No. 201, apto. 1, entre Hidalgo y Marina, Nuevo Vedado, La Habana) tuvo que ser intervenida quirúrgicamente con urgencia en el Hospital Militar Mario Muñoz Monroy de la ciudad cabecera.
Ningún cubano es extraño donde le aqueje problema alguno. Por eso Cira desea reconocer y felicitar al colectivo de ese centro asistencial, por la atención que le brindaron el personal médico, paramédico y de servicio.
No puede olvidar al director del hospital, teniente coronel Juan Carlos Martín Tirado, sus subdirectores y a los cirujanos Osvaldo Alejo y Oriol Alfonso Moya.
«Me demostraron que en Cuba, esta pequeña isla bloqueada injustamente por el país más poderoso del mundo, sí se respetan los derechos humanos, sí se tiene en cuenta la calidad de vida de cada ciudadano.
«Me revelaron que, aun cuando son evidentes las limitaciones materiales del sector de la Salud, no determinan cuando una tiene la suerte de encontrar profesionales como los de este colectivo matancero, que conocen el significado de la profesionalidad, la abnegación, el desinterés y la solidaridad.
«De no haber nacido en Cuba, siendo maestra de formación, nunca hubiese podido pagar la calidad del servicio de salud que recibí en este hospital durante los días que me mantuve hospitalizada. Gracias, mi gratitud es infinita».