Acuse de recibo
En la ciudad de Moa, la llamada capital del níquel, hay numerosas dificultades con el agua...y el jabón.
Francisco Olayón Gil, residente en el apartamento 8 del Edificio 6, en el reparto Rolando Monterrey de esa ciudad holguinera, y trabajador de la empresa niquelífera Comandante Ernesto Che Guevara, califica al suministro de agua a esa localidad como «lo más tortuoso que hay».
Manifiesta el remitente que los moenses no podrán entender jamás que escasee el agua en una ciudad donde las emanaciones de polvo son grandes, como consecuencia de la labor del complejo niquelífero.
Lo han planteado sucesivamente en sus asambleas de rendición de cuentas, pero no se resuelve definitivamente.
Relata el remitente que allá en Moa ponen el agua en horarios en los cuales la mayoría de las personas están trabajando, y la quitan precisamente cuando esos ocupados retornan de sus labores. Y los fines de semana, cuando las familias más necesitan el líquido universal para lavar y limpiar, no la bombean.
Les han llegado a decir, sostiene Francisco, que la causa del asunto es un problema energético. Y él defiende que jamás podrá esgrimirse que hay que ahorrar energía suspendiendo el abasto de agua, algo tan esencial para la vida. Eso no es ahorro, rigurosamente hablando. La Revolución nunca concibió el ahorro a costa de afectar a la población, sostiene. Ahorro es garantizar un servicio con la menor cantidad de gastos posible.
Oscar Luis Góngora Fonseca, residente en el apartamento 8 del edificio 15, en la misma localidad, refiere en su carta que, a partir de que los productos de aseo dejaron de ser normados para venderse de forma liberada en el país, en Moa el abastecimiento de los jabones de tocador y de lavar en CUP es bastante irregular y demorado en el tiempo.
«Según los entendidos —significa Oscar Luis—, se planificó mal la distribución para este municipio. No entiendo. ¿Sobre qué base se planifica la venta de jabón para un territorio en el cual el polvo y el churre es interminable?
«Hoy el jabón llega como llegaría a la bodega cuando era racionado; pero ahora con la situación de que pocas tiendas lo reciben. Las colas son insufribles, y se venden ¡dos por persona!
«Si por lo menos se mantuvieran en la tienda, mañana se pudieran comprar dos más; o comprarlo cuando se necesite. Pero no es así. Se acaba el mismo día en que se distribuye, o al siguiente.
«No entiendo por qué alguien decide la cantidad que debo comprar. Si se lucra con tal bien, no es culpa de los consumidores, de los que necesitan los jabones. Si se lucra con ellos, es precisamente por falta del mismo. La responsabilidad es de otros: De los que “planifican” su distribución, de los que deben garantizar su traslado a este municipio y mantener estable su venta.
«No veo una luz en el horizonte que pueda arreglar este orden de cosas; pero, por lo menos, alguien debe saber lo que sucede con el abastecimiento de este producto tan importante en este municipio».
Moa, con su níquel, decide también el presente y el futuro del país. Ya es hora de atajar tales irregularidades e inconsecuencias con territorios de una larga tradición de trabajo y esfuerzos. Ellos necesitan agua, jabón… y una buena limpieza de obstáculos.