Acuse de recibo
Seis años lleva Ignacia Rodríguez Herrera surcando las vías, subiendo los escalones, cargando su queja hasta los «niveles correspondientes». Y nada. Ya el agua de la ansiedad le está filtrando el ánimo.
Cuenta la avileña, residente en Serafín Sánchez No. 70 (O) e/ Maceo y H. Castillo, en la ciudad cabecera, que su familia recibió con gran alegría, como muchos, la noticia de que repararían el Policlínico Norte de Ciego de Ávila. Pero el jolgorio duró poco, porque el proceso constructivo, especialmente de la cisterna de la instalación, derivó en los toscos atajos de la chapucería.
El depósito, argumenta Ignacia, admite alrededor de 60 pipas de agua y, por su cercanía al hogar —alrededor de dos metros de separación— constituye un verdadero peligro para este.
«No recibió estuque, no fue pintado, no se concluyó su impermeabilización y, para colmo de males, tampoco tiene flotante o boya, se duele la remitente. Aún parte de la dirección de la obra radicaba en el centro, ya funcionando, cuando aquella regadera gigante comenzó a filtrarse por la pared colindante a la casa (pasillo de por medio). Alarmada acudí al delegado, al presidente del CDR y al coordinador de la Zona. La solución fue fundir una especie de murito externo a lo largo de la pared, lo que detuvo la salida del agua momentáneamente…».
Por descuido de administraciones anteriores a la actual, relata la lectora, la llave de entrada de agua a la cisterna se quedaba abierta, y con frecuencia el líquido vital burló el muro y comenzó a irrigar la pared, inundando el pasillo hacia la calle y corriendo durante horas badén abajo.
«En la actualidad hay más de 21 poros o puntos de salida del agua en esa pared. La actual Dirección ha tomado medidas en este sentido, y ha controlado parcialmente… La solución es encender la turbina un buen rato varias veces al día para evitar que suba el nivel de la cisterna, pero el agua de los tanques elevados se bota sobre nuestros cuartos de desahogo, pues la canal colocada es inservible», agrega la lectora.
Esta situación se resolvió temporalmente luego de una queja a las autoridades políticas del territorio. Sin embargo, ya el «breque» que colocaron a raíz de esto no funciona. A todo ello se une un salidero del área de oftalmología que desde hace más de seis meses sufre la familia de Ignacia. Han tratado de arreglarlo sin resultado, los daños son visibles y sobre todo les preocupa lo que no se ve y puede quebrarse de un momento a otro, alerta la veterana avileña.
«Con el apoyo de un delegado acometimos acciones para proteger la casa… Fue enchapada la pared con lajas a un metro de altura y se canalizó el piso del pasillo para facilitar la salida del agua. Ya la humedad está subiendo a la pared no enlajada, el piso del pasillo está manchado y en el calado que se realizó a la pared… comprobamos que hay agua en los bloques»…
Los afectados no se quedaron de brazos cruzados: establecieron una demanda judicial, mas no procedió por no tener el Policlínico recursos para la reparación.
La jurídica de Salud municipal declaró que la Dirección del centro y del municipio nos dan la razón «pero los planes para reparar se han convertido en la tela de Penélope, y mi familia y yo nos preguntamos: ¿a nadie le duelen los miles de litros de agua que se han perdido y se pierden en el Policlínico Norte avileño? ¿Por qué un centro que debe aliviar el dolor nos causa a mí y a los míos tanto sufrimiento? ¿Es necesario esperar un derrumbe de esa pared por cuyos bloques circula el agua?».
Duele que en una obra en la que el Estado invirtió cuantiosos recursos, el manantial de la indolencia corra a su antojo. ¿Llegará a convertirse en río?