Acuse de recibo
Hace 12 años, en esta columna, Javier Rodríguez, director del grupo de rock cubano Extraño corazón, narraba sus penas en cuanto a la intolerancia hacia los prosélitos de ese género musical y los estilos y maneras de vestir de los roqueros, bastante diferentes de la gente común. Me contaba de los tropiezos con las autoridades del orden público, del pedido de carné de identidad en cada esquina…
Después de tanto tiempo, Javier retorna para contarme otras vivencias; porque pudiera parecer nimio, pero en 12 años la sociedad cubana, y sus instituciones y autoridades, han ganado sobremanera en flexibilidad y respeto hacia los cultores de ese género musical.
Ahora Javier relata que el pasado 10 de octubre la banda viajó a Santa Clara para hacer dos conciertos en el célebre sitio El Mejunje, para promocionar su nuevo disco con Bismusic. Y por descuido, dejaron un bolso pequeño en el ómnibus.
Como el bolso estaba en un lugar muy poco visible para el chofer, y no pudieron hablar con él personalmente, le dejaron un recado sin muchas esperanzas. Y en menos de 24 horas, el chofer en persona fue a entregarles el bolso con todo su contenido: reproductor mp3, agenda electrónica, memoria flash de 8 gigabytes, teléfono móvil, dinero en ambas monedas y documentos de alto valor, entre ellos un cheque con una respetable suma del grupo humorístico La Oveja Negra, para entregar en Artes Escénicas.
«Con solo añadir que habían montado otros pasajeros después de nosotros, ya podía haberme despedido de todo eso, con las consecuencias que implicaba la pérdida», señala el líder del grupo. Y al propio tiempo desea agradecer públicamente la honestidad de Roberto Reyes Suárez, chofer de la Base de Transporte Escolar de Santa Clara, y residente en General Mariño 333, entre Campo y Circunvalación, reparto Virginia, en esa ciudad.
«Para serte sincero, no atinaba a darle las gracias y ni siquiera le ofrecí dinero en recompensa, porque me pareció ofensivo hacerlo. Pero aunque no se lo dije, en lo primero que pensé fue en escribirte. Ojalá que este agradecimiento sirva de estímulo a este compañero, con el cual solo habíamos cruzado las palabras protocolares de rigor durante el viaje», concluye el roquero.
Alfredo Quintana García (Melones 661, apto.3, entre Compromiso y Herrera, Luyanó, La Habana) se pregunta para qué se ha instalado en los ómnibus urbanos de la capital el sistema GPS de señales, y si se está cumpliendo el propósito para el cual el Estado ha invertido tanto dinero en esos sensores de rastreo.
«En la práctica —afirma—, no resuelven nada. Los ómnibus siguen sin detenerse en las paradas, o deteniéndose antes y después de las mismas. Y estas violaciones no se detectan por la Empresa, a no ser que algún afectado llame al teléfono 18820. Pero, incluso, las quejas en muchas ocasiones no son respondidas.
«Conozco que estos equipos han sido aplicados con eficiencia en otras entidades de transporte, y han permitido detectar desvíos de recursos, violaciones de hojas de ruta. Pero, al parecer, en Metrobus es solo un adorno».
Carlos Dantín (Salvador 405, entre Chaple y Susarte, Cerro, La Habana) ve con alegría cómo se arreglan al menos algunas arterias de la capital, entre tantas deterioradas. Pero se pregunta al mismo tiempo qué organismo o empresa está responsabilizado con la atención y mantenimiento de las aceras.
Estas vías para los peatones, según Carlos, en su gran mayoría se encuentran muy deterioradas, y nadie explica de qué modo eso podrá revertirse. Por ellas transitan ancianos, embarazadas, personas empujando coches con niños. Y en general pasan una verdadera odisea para llegar al sitio anhelado, concluye el lector.