Acuse de recibo
Respeto merecen esos seres humildes y silenciosos que antes de romper el día, cuando aún muchos estamos pegados a las sábanas, ya limpian y embellecen calles, parques y espacios públicos de nuestros pueblos y ciudades.
No sé si serán los más constantes en el trabajo, pero al menos siempre están ahí, a la vista de todos, con sus escobillones y carritos, con sus machetes y apenas un modesto pomo de agua para compensar tantos sudores.
Pedro Vega Mayedo es uno de ellos. Chapeador de áreas verdes en la zona de La Ceiba, en la localidad camagüeyana de Guáimaro, lleva más de 25 años laborando en Servicios Comunales. Dice orgulloso que jamás ha recibido una advertencia ni un señalamiento por la calidad de su labor o por problemas de disciplina. Vanguardia provincial por varias ocasiones, cumplidor de sus deberes laborales y sindicales, ahora sufre un extraño castigo que considera injusto.
Todo empezó el pasado 20 de enero, cuando él se encontraba ausente por enfermedad. Llegó a la zona Sucel Martínez, de Recursos Humanos de la Empresa municipal, a medir las áreas con vistas a ajustar el trabajo de cada uno. Pero lo hizo de manera incorrecta, según él: sin previo aviso, ni reuniendo a los propios trabajadores, para oír sus criterios y sugerencias. Implementó lo que traía en mente.
Varios compañeros de Pedro le solicitaron que delimitara el área de este, hasta que él se incorporara. Y la respuesta fue que ella era la jefa y, por lo tanto, quitaba y ponía, asegura el remitente en su carta.
Dicha expresión, refiere Pedro, «para nada está acorde con los principios que debe seguir un dirigente, quien para aplicar cualquier cambio y normas de trabajo, debe someterlos a análisis y debatirlos profundamente con la clase obrera».
Asegura Pedro que cuando se reincorporó, la jefa de Zona le negó el derecho a firmar la tarjeta de entrada y salida durante el mes de marzo, el cual aún no le ha sido pagado. Y aunque no lo precisa, dedujimos que se quedó sin contenido de trabajo durante ese período.
Pedro no se cruzó de brazos: se dirigió al director de la Empresa, Ernesto Hernández; a Iván Álvarez, el secretario general de la CTC en Guáimaro; Daimy Prendes, secretaria general del Sindicato de la Administración Pública municipal; al director municipal de Trabajo, entre otros.
Lo que le orientaron en todas esas instancias fue que reclamara al Órgano de Justicia Laboral de Base. Así lo hizo Pedro el 31 de marzo de 2011. Y todavía no ha tenido respuesta.
Pedro pregunta: «¿No hay interés en resolver esta situación? ¿Cuáles son mis derechos?»
Y este redactor agrega: hay que chapear bien bajito ciertos métodos de dirección.
Suerte que existen lectores como Dagoberto Najarro (Calzada del Cerro 1434 A, apto. 9, Cerro, La Habana), quien cuando es tratado con esmero en una dependencia pública, lo reporta a esta columna.
Esta vez, manifiesta Dagoberto que se vio precisado a solicitar servicios en el Bufete Colectivo que se encuentra en la calle Manrique, detrás de la tienda Ultra; y allí, la directora del mismo, quien le atendió personalmente, le dio un trato encomiable y profesional desde todo punto de vista.
También quiere profesar públicamente sus sentimientos de satisfacción y gratitud, por los servicios recibidos de las letradas Mayteé y Marleivis, ambas del Bufete Ignacio Agramonte, situado por la misma acera de la tienda Alborada, en la calle Monte de la capital.
A algunos les parecen innecesarios estos elogios, y objetan que ese es el deber, por lo cual les pagan a los que obran así. Pero entre tantos inventarios de indolencias, maltratos e insensibilidades, siempre habrá un espacio aquí para estimular a los que trabajan profesionalmente, y siempre pensando en los demás.