Acuse de recibo
Ya no tengo título para calificar el drama de los títulos, que de vez en vez irrumpe en esta columna. Voy a concluir que es más difícil recibir correctamente el sencillo pergamino que acredita una carrera o un grado científico, que cursar estos difíciles empeños profesionales.
Yudaisy Naite (Edificio 17 apto. 2, Los Palacios, Pinar del Río) es miembro del Buró Municipal de la UJC en su territorio, y como tal atiende las actividades educacional, de salud y deportes. Y con muchos sacrificios, cursó una Maestría en Ciencias de la Educación, que venció el 28 de mayo de 2009. En octubre de ese año le llegó un certificado que avala el haber cursado y aprobado la Maestría, con la defensa exitosa de la tesis. Y, según el secretario general del Instituto Superior Pedagógico (ISP) Rafael María de Mendive, el título no estaba confeccionado por falta de tinta.
El certificado se envió al Comité Nacional de la UJC, para que pudiera ser efectivo el pago de la Maestría. Al propio tiempo, el Comité Provincial de la UJC en Pinar del Río le comunicó, mediante un documento, que le podrían efectuar el pago de la Maestría hasta mayo de 2010, cuando se cumplía un año de haber alcanzado esa categoría científica.
Cuando Yudaisy me escribió, en octubre pasado, llevaba cuatro meses sin percibir los ingresos correspondientes al grado científico. Ella volvió al ISP Rafael María de Mendive, y el secretario general le explicó que «todavía los títulos no estaban confeccionados».
Es inconcebible que a un año y cinco meses de haber alcanzado la Maestría con tantos esfuerzos, la institución docente aún le deba el título, y esté afectando económicamente a la joven, con el consiguiente desestímulo moral. ¿Faltará todavía tinta u otra cosa?
Yoandra Quiñones (Carretera a Gibara km. 3½, Barrio Los Combatientes, Camarones 32, reparto Alcides Pino, Holguín) concluyó su Licenciatura en Estudios socioculturales y se graduó el 21 de julio pasado con Título de Oro en una hermosa ceremonia.
Al volver a casa, detectó que la firma de la decana estaba desdibujada, y colgaba de ella una mancha, al parecer por el sudor a la hora de rubricarla. Como un título universitario es algo muy serio, y no una chapucería, Yoandra fue a Secretaría de la sede universitaria, y le dijeron que ya debía ventilar el asunto a finales de agosto, cuando se reiniciaban las actividades.
Esperó el tiempo indicado y volvió por la Secretaría. Le comunicaron que debía dejar el título para que la secretaria de la sede lo viera. A la semana retornó y le indicaron que eso no tenía solución, que fuera a ver al secretario general de la Universidad de Holguín.
Así lo hizo Yoandra. El secretario general de la Universidad de Holguín le respondió que ese título no tenía nada, no tenía ningún problema, y no se le iba a hacer nuevo.
La joven pregunta: «¿Qué me hago ahora con este título, adulterado al parecer, por una simple gota de sudor?». Y este redactor se suma: ¿Cuántas dificultades podrá traerle esa «mancha en el expediente»? ¿Habrá que inventar un título a la chapucería?
Que los lectores saquen sus conclusiones: Blas Eduardo Mora (Calzada de Luyanó 128, entre Pamplona y San Nicolás, Ciudad de La Habana) visitó el pasado 23 de octubre, a las 12:30 p.m., la pescadería de 25 entre M y N, en el Vedado. Y revisó la lista de la oferta.
Se decidió a comprar la especie aguají, a 43 pesos el kilogramo. Pero el importe no estaba al alcance de sus bolsillos. Y el dependiente le aclaró: es a 43 pesos el kilogramo, pero si se pica es entonces a 66.
«¿Qué se esconde detrás de esto? ¿Una mala información al cliente en la lista de precios, o una búsqueda del dependiente? Le dejo la palabra a la empresa responsable, pero lo que sí es cierto es que es bochornoso lo que ocurre en algunos centros con la atención a la población».