Acuse de recibo
Ni los muertos se salvan de las contrariedades de los vivos. Las necrópolis de vez en cuando son noticia por el deterioro, el descuido o los inconscientes maltratos.
Así, el pasado primero de septiembre reflejé la consternación de Teresita de Jesús Gómez, quien visitó la tumba de su difunto esposo en el cementerio San Carlos de la ciudad de Matanzas. Y el saldo de la visita lo resumió en una palabra: abandono. La capilla apuntalada, a punto de derrumbe; la oficina del camposanto sin ventanas. La hierba «al cuello». Solo vio a un sepulturero, Enildo, jubilado y vanguardia nacional, quien permanece allí para orientar a las personas. «Dan ganas de llorar», concluía Teresita.
Al respecto responde Roberto F. González, director de Servicios Comunales en la provincia, quien informa que dicha necrópolis se encuentra sometida a una restauración general, que incluye las bóvedas particulares y estatales, el Panteón de los Veteranos de la Guerra de Independencia, el edificio socio administrativo, las áreas verdes y la restauración y conservación de los libros.
Precisa que la Capilla de los Héroes de la Independencia es una de las instalaciones que se restaura, y para ello fue necesario apuntalarla. En el edificio socio administrativo se ubicarán ventanas y puertas nuevas. Las áreas verdes son atendidas actualmente por trabajadores destinados a esa función. En cuanto a los sepultureros, reconoce que de las ocho plazas, solo están cubiertas dos; por lo cual los ayudantes y trabajadores del cementerio en general realizan los entierros y exhumaciones, junto a Enildo, quien lleva más de 50 años laborando en esa instalación.
Resalta que por el énfasis en la restauración y el seguimiento que se le da por las autoridades del territorio, y la actitud de los trabajadores del mismo, están convencidos de que «la necrópolis de San Carlos no se enterró en la desatención; por el contrario, se sigue un programa progresivo, y de permanente restauración, con independencia de las limitaciones materiales que existen».
Agradezco la respuesta. Enhorabuena el vuelco, pero lo importante es que el cuidado y el celo se mantengan vivos, y no encuentren sepultura por el descuido de los días.
Algo extraño le sucede a Tirso G. Fagés Rodríguez, quien me escribe desde calle E No. 515, entre 21 y 23, en el Vedado, municipio capitalino de Plaza de la Revolución.
Refiere el remitente que es un trabajador de 66 años de edad, y con 43 de estos laborando. En junio de 2009 presentó su jubilación, con todos los requisitos documentales que se exigen.
La filial del Instituto Nacional de Seguridad Social de San Miguel del Padrón radicó su expediente, el 412 de 2009. Le explicaron los cálculos pertinentes para determinar la cuantía de la pensión. «Estuve de acuerdo, todo parecía color de rosa…».
Pero aún a estas horas no le ha llegado la chequera. Tirso se ha dirigido a varias instancias y no llega la solución a un asunto tan sencillo como es el gozar ese derecho sagrado después de una vida de trabajo.
«¿Será esto correcto? ¿No se estará violando la política de Seguridad Social que nuestra Revolución puede exhibir con orgullo en el mundo y hechos dilatorios como estos la opacan?», pregunta Tirso.
Alberto Barrios (calle 3 No. 408, reparto José Martí, Nueva Gerona, Isla de la Juventud) agradece a médicos, enfermeras y personal de apoyo del Hospital Militar Luis Díaz Soto (Naval) de la capital, por haberle salvado la vida a su sobrino Eduardito, que sufrió un accidente gástrico.
«Derroche de humanismo, profesionalidad y solidaridad —recalca—. El Estado puso a su disposición equipos y medicamentos gratis para salvar su vida, sin tener en cuenta su estatus social. Cuba necesita mucho de ustedes».