Acuse de recibo
Tres años de tupición es algo bastante serio. Más cuando la afectada es una comunidad entera. De estos pesares nos contaba en su misiva la capitalina Elsa Povea Quiala (Calzada de San Miguel del Padrón No. 1408, entre 3ra. y Manuel González, La Rosalía, San Miguel del Padrón).
La carta, publicada aquí el 29 de agosto pasado, explicaba que el pasillo común a los seis apartamentos de la ciudadela en que habita la remitente se encuentra por debajo del nivel de la calle, con lo cual, cada vez que llueve, se inundan. Y lo que es peor, se mezclan aguas negras y potables, con el enorme riesgo que esto implica.
En las entidades en que Elsa había recalado con su problema —Edificios Múltiples y Comunales— todo había sido «un peloteo», sostenía la lectora.
A propósito responde Antonio R. Lago Taño, director general de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado del Este (EAAE). Argumenta Antonio que, tras varias visitas de control «se comprobó in situ que dicha obstrucción está ubicada en el interior de la vivienda de la remitente y es provocada por el derrumbe de la fosa de evacuación de residuales de su propiedad. Se le orientó a la usuaria dirigirse a la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV) y a Micro Social para solicitar la reparación y escombreo de dicha fosa».
Y señala el directivo que el encargo social de la institución bajo su mando «solamente nos autoriza a realizar mantenimiento y reparación de la red de descarga de residuales hasta el límite de propiedad de las instalaciones o viviendas».
No obstante, ratifica el director de la EAAE el compromiso de apoyar a las entidades competentes en la solución del problema.
Agradecemos la esclarecedora respuesta de Antonio R. Lago y lamentamos las imprecisiones de la carta de Elsa.
Esperamos que con la participación de la UMIV y Micro Social se encuentre fin a la tupición.
Estrella Cordeiro (Freyre de Andrade 113, entre Juan Delgado y D’Strampes, Sevillano, Ciudad de La Habana) descubrió en los finales de año el tesoro de la excelencia y la sensibilidad, cuando su perra pastora Yaky enfermó por una bacteria, y la llevó a la Clínica Veterinaria de Altahabana.
La lectora ensalza la devoción con que atendieron a Yaky, en especial la doctora Carmita, «una profesional que ama su trabajo verdaderamente».
Durante 15 días, el colectivo de ese centro asistencial batalló para salvar a la perra. Y a pesar de todos los esfuerzos, ella falleció. No obstante, Estrella nunca olvidará aquel sitio:
«Qué manera de haber valores humanos unidos en ese centro, empezando por el director y el colectivo de médicos y técnicos, y terminando por las atenciones de todos: las compañeras de la limpieza, la administración, los de la farmacia… Una familia maravillosa. Qué suerte tanta gente dedicada a su profesión, como no había visto nunca antes en ese tipo de clínica», subraya Estrella.
Casi cerrando ratificamos algo varias veces dicho. En el caso de las cartas manuscritas, que sea con una letra legible. Quien no la posea, que se valga de algún familiar o amigo para transcribir su misiva. Es muy lamentable no poder tramitar una preocupación ciudadana porque resulte ininteligible. Gracias.