Acuse de recibo
El parque es el nervio vital de cualquier pueblo de Cuba desde que los colonizadores españoles fundaron las primeras villas. Es quizá la institución social más importante, al punto de que Roberto Gómez me escribe dolido porque el parque José Martí, de Jaruco, en La Habana, lleva dos años a oscuras. Roberto, quien reside en calle 26, número 2102, en esa localidad, refiere que las lámparas del mismo no tienen foco. Por más que trata de explicarse el asunto, no puede justificarlo, en un momento en que estamos bregando por la eficiencia energética y modernizando nuestro sistema eléctrico. Es un contrasentido que no aparezcan bombillas ahorradoras para iluminar las noches de los callejeros en Jaruco.
Pago dificultoso: Desde la indómita Baracoa me escribe el Doctor Armando Hartmann (biplanta 14, apartamento A, reparto Turey), para censurar lo que considera desorganización y mal servicio en el cobro del agua por la Unidad de Acueducto y Alcantarillado de esa localidad. El pasado 30 de agosto se personó en su domicilio el cobrador para que le pagara las cuantías de junio y julio. Hartmann le reclamó el hecho de que dejen acumular meses y luego recarguen al consumidor de una sola vez. El empleado le dijo que no tenían suficiente personal, algo inaceptable para el Doctor, con la cantidad de personas que él ve vagueando, sin trabajar. Lo otro es la inestabilidad de ese personal (cada vez que cobra lo hace uno diferente). Tampoco hay facilidades para el susodicho pago: solo dan siete días de plazo y no puede hacerse en oficinas de bancos y correos, sino solo en la Unidad de Acueducto. Incluso en esta, agrega, no existe un horario adecuado para el pago. De alguna manera, Hartmann aboga porque, quien presta el servicio, adecue el cobro a la lógica y realidades de los clientes; y no lo contrario: supeditar a estos a las reglas unilaterales de la entidad.
Recuperada y agradecida: El pasado 17 de julio Nila Rodríguez (Agramonte 476, entre Millar y Agustín García, Regla, Ciudad de La Habana), llegó al hospital Doctor Luis Díaz Soto (Naval), de la capital, con una fractura abierta debido a una caída. Gracias a la intervención quirúrgica y a la excelente recuperación que hizo por la atención recibida, ella felicita a los doctores Alexander Noguera, Gabriel Chamorro, Ricardo Téllez y Alejandro Rojas, así como a los técnicos Osmany Rodríguez y Oscar Sapeira, a los anestesistas y enfermeros. La clave, según ella, fue la atención rápida y el amor a su profesión.
Ganas de llorar: Teresita de Jesús Gómez (Infanta 24, entre Humboldt y 23, Ciudad de La Habana), estuvo el pasado 26 de agosto en el cementerio San Carlos de la ciudad de Matanzas para visitar la tumba de su esposo. Hacía tiempo que no iba por allí, y le impresionó el abandono: «Nunca había visto ese lugar en tan malas condiciones. Me parecía imposible tanto deterioro. La capilla está apuntalada, a punto de derrumbe. La oficina de dicho lugar, sin ventanas, y la puerta cerrada con un listón con puntillas por afuera. La hierba “da al cuello”, como solemos decir los cubanos. Dan ganas de llorar». Según le han dicho, allí hay ocho sepultureros, pero ella solo vio a Enildo, ya jubilado y Vanguardia Nacional, quien permanece para orientar a las personas que no encuentran las tumbas. Teresita de Jesús ansía que esto llegue a oídos receptivos, y ese sagrado sitio no siga «enterrándose» en la desatención.
¿Por qué no en Sancti Spíritus?: A Yoaner Caballero (Camino de Zaza 118, Sancti Spíritus), le resulta incomprensible que en su provincia no exista un cajero automático. En estas vacaciones una tía lo visitó y llegó con su tarjeta magnética. Quiso extraer dinero en algún banco y no pudo hacerlo. Yoaner conoce del fomento que tiene en el país ese moderno sistema de cobros y pagos, tan cómodo y expedito. ¿Por qué no en Sancti Spíritus?