Acuse de recibo
Transportarse. Bien sabemos los cubanos cuántos desgastes puede generar esta necesidad en la Isla. A tal extremo que a veces uno prefiere caminar enormes distancias o termina renunciando a gestiones importantes con tal de no salir de casa.
Sin embargo, en casos de enfermedad y de otras situaciones de la vida cotidiana, hay que tener medios de locomoción al alcance. Esa es la preocupación con que nos escribe Edilberto Hernández Laurencio (La Rufina, CAI Cristino Naranjo, Cacocum, Holguín), a nombre de los vecinos de su comunidad y de los asentamientos rurales Arroyo Blanco y San Blas.
Cuenta Edilberto que cada vez que se proponen trascender la campiña y llegar a la zona urbana —distante unos seis kilómetros— se les amarga la existencia.
«En reuniones de los Consejos Populares de las comunidades se nos dijo que había un Karata —así se denomina en algunas zonas rurales a un coche pequeño— que iba a ser el transporte por la línea de ferrocarril, pues en tiempo de lluvia es imposible el movimiento por los deteriorados caminos», explica el remitente. «Hace aproximadamente dos años de eso y no se ha resuelto el problema».
A casos como este algunos poderes locales han dado solución con el ingenio y la participación colectivos. Lo inconcebible es que cientos de personas en alguna zona del país permanezcan prácticamente aisladas.
Un indicio significativo de que el diálogo entre instituciones y ciudadanos avanza es que se nos acumulan respuestas. No en igual volumen que las quejas, pero sí las suficientes como para que, involuntariamente, se retrase su publicación.
Tal es el caso de esta que nos enviaron Carlos Alberto Mederos Iglesias y Asela Pérez Valdés: director y jefa del Departamento de Atención a Lectores de la Unidad Provincial de Atención a Comunidades de Tránsito del Poder Popular capitalino.
El caso a que hacen referencia Carlos y Asela fue publicado aquí el 28 de marzo último. Trataba de la pésima situación constructiva de la comunidad de tránsito Villa Nueva, en Amenidad número 67, entre Cruz del Padre y Calle Nueva, en el Cerro.
Según nos contaba Manuel E. Cordovés Santa Cruz a nombre de las familias residentes, el incontrolable salidero en los tanques de agua colectivos de la azotea había provocado una permanente humedad y reblandecimiento en techos, paredes y pisos. Las filtraciones eran el diario sufrimiento de todos.
A propósito, los directivos de Ciudad de La Habana confirman que «como resultado de la visita e investigación realizada se comprobó la veracidad y magnitud de las afectaciones». Y refieren que la reparación fue incluida en el plan del año 2008; se incumplió, y después se anotó en el de este año, con fecha de inicio para la segunda quincena de marzo.
«Por todo ello —aseguran Carlos y Asela— persistiremos con la Micro Social, entidad responsabilizada con la ejecución de las acciones constructivas (…) y el correspondiente respaldo de los recursos materiales, que incluye la impermeabilización de la cubierta y el cambio de tanques. Estos fueron solicitados al Consejo de la Administración Provincial, autorizados y trasladados al territorio».
Agradecemos la misiva de los directivos del Poder Popular capitalino. Sin embargo, ante una situación tan compleja como la de la comunidad de tránsito del Cerro tal vez hubiera sido necesaria una mayor precisión en la respuesta.
A personas que han perdido su hogar y llevan años esperando, atenazados entre goteras, debe ofrecérseles un nivel mayor de concreción.
En cualquier caso, esperamos que a estas alturas el problema ande en vías de solución.