Acuse de recibo
Los casos humanos que desbordan la regla, lo digo siempre, merecen una mirada con lupa y una sensibilidad particular por parte de las instituciones, para buscarles vías de solución y no olvidarlos. Las tragedias, por su carácter excepcional, no se atienden con el denominador común de los raseros estandarizados.
Allá en el intrincado sitio rural Cuatro Compañeros, en el municipio camagüeyano de Santa Cruz del Sur, Liliana Castellanos Mulet es una madre que no encuentra salida a su pesar. Ella vive con sus dos niños enfermos, sobre todo uno de ellos, que padece hepatitis crónica y esteatosis hepática grado 3.
Sí reconoce la madre que percibe ayuda de Asistencia Social; y que su niño, como cualquier cubano, es atendido por el sistema nacional de salud, al punto de que ha sido remitido al Hospital Pediátrico William Soler, y tiene su programa de vida y tratamiento.
Sí le han prescrito los facultativos al muchacho una dieta estricta, comunicación ágil con instalaciones hospitalarias y condiciones de vivienda.
En cuanto a lo de la dieta, ello le impide estar becado. Y en donde vive, asegura Liliana, la secundaria básica tiene régimen interno. Tampoco el muchachito puede ir por su cuenta a la escuela con régimen externo, pues Cuatro Compañeros es un sitio bastante recóndito y alejado de la carretera, y no hay transporte, como en muchas otras zonas rurales.
El sistema que aplicó la Dirección Municipal de Educación es el de visitar al niño en su casa e impartirle los contenidos: una solución que se aplica en el país, para no dejar ni a un solo pequeño fuera del sistema educacional; algo muy humano cuando se aplica verdaderamente.
Pero en este caso no se ha cumplido, según Liliana. El pasado curso, cuando el muchacho estaba en séptimo grado, «nunca le dieron ni un día de clase al niño; y ahora este curso tampoco le han dado clases. Yo tengo pruebas y testigos», manifiesta la madre.
Lo más sintomático de todo es que, según afirma Liliana, las direcciones de Educación en Santa Cruz del Sur y de la propia escuela afirman que al niño se le están impartiendo las clases. Y eso para la madre es un fraude institucionalizado.
Liliana ha hecho múltiples gestiones ante autoridades gubernamentales y de Educación en el municipio y la provincia, y su sensación es de que «no ha habido ninguna preocupación por resolver el problema del niño».
También la tiene muy angustiada la lejanía del hospital, agravada por la falta de transporte. Y el hecho de que su vivienda haya sufrido derrumbe total «antes de los huracanes Ike y Paloma»; aunque no explica en qué condiciones están viviendo, y si al menos ya levantaron su facilidad temporal hasta que sean beneficiados con los programas de recuperación.
Un caso así, merece toda la atención posible, por encima de las complejas condicionantes. Por fin, ¿sí se puede o no?
Enorme gratitudLa gratitud de una madre es tan sincera como su dolor. Yohanka Hernández me escribe desde calle 30 número 6013, entre 61 y 62, Grabiel, municipio habanero de Güira de Melena. Y lo hace para reconocer todo lo que se ha hecho por su hija Ariadna, de cinco años, en el Hospital Pediátrico de Centro Habana.
La niña debutó el pasado 24 de diciembre con una diabetes mellitus tipo 1, y fue atendida de una manera «fascinante» por los doctores Iván e Isabel, y por quien va a ser su médico por mucho tiempo, el profesor Araújo. Son de un trato y un conocimiento para llevarlos siempre en mi corazón, confiesa Yohanka.
La madre distingue también el amor y la responsabilidad de las enfermeras, muy jóvenes; y agradece también a la doctora María Elena y al equipo del Laboratorio del Pediátrico Marfán, quienes con su ágil atención permitieron detectar la enfermedad.
Yohanka no olvida a nadie: el jefe de la sala Cartaza, tías del comedor, parqueadores, CVP, recepcionista; y a todos los amigos que la siguen apoyando. La madre labora en la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda en Güira de Melena. Ojalá y ese amor pueda reciprocarlo, ante tanta gente que llega allí, y merece toda la preocupación y la ocupación del mundo.