Acuse de recibo
Las arbitrariedades e ilegalidades son un ántrax que corroe el tejido social; pero mucho más peligrosas resultan cuando las cometen determinadas entidades que se sitúan por encima de todo, y afectan la credibilidad de las instituciones del Estado socialista.
Una de esas historias de irrespeto la envía Evaristo Ricardo Concepción, vecino de Prado 315, entre Dositeo Aguilera y Carbó, en la ciudad de Holguín:
Relata Evaristo que en 2006 su hija, propietaria de la vivienda, y los dos nietos, emigraron definitivamente del país. Y del mismo núcleo familiar quedaron aquí el que suscribe la misiva, con tres años de convivencia en esa casa, y el esposo de la emigrante, con siete años en ella.
Así fue que en febrero de 2006 el inmueble fue ocupado por la Dirección Municipal de la Vivienda, y confiscado posteriormente, de conjunto con los bienes vinculados a ella. Evaristo y su yerno tuvieron que abandonar la casa, que quedó bajo custodia. Y a los pocos días, los bienes fueron extraídos, y de inmediato repartidos y distribuidos.
De inmediato, los afectados comenzaron los trámites de recuperación de la casa y de los bienes. Y al fin, en julio de 2006, les entregaron la vivienda en calidad de propietarios, pero no así los bienes.
Reclamaron al Gobierno municipal, y durante 12 meses todo se convirtió en promesas. Acudieron a la Fiscalía Municipal, y al cabo de cinco meses, les respondieron que contactaran con el Consejo de la Administración Municipal, para que les dieran una respuesta.
El 15 de mayo de 2007 les devolvieron el refrigerador y el televisor; y el 8 de agosto un ventilador. Pero brillaba por su ausencia la mayoría de lo incautado.
Ante esa situación, y transcurridos 18 meses, se dirigieron a la Fiscalía General de la República, el 10 de agosto de 2007. Y el 5 de noviembre de ese año recibieron de la Fiscalía Provincial una respuesta, en la cual se determina el derecho de los demandantes a obtener los bienes confiscados.
Con ese documento que les ampara, se entrevistaron con el Presidente del Gobierno municipal el 6 de diciembre de 2007, y este les prometió la entrega de los susodichos bienes. El 26 de marzo pasado, cuando Evaristo me escribió, aún no se había cumplido con ellos.
Asistido del espíritu de la Ley, luego de cumplir disciplinadamente con todos los trámites y la debida paciencia, Evaristo se pregunta por qué no se acaba de hacer válida la razón que les asiste.
Dimas Reynaldo Perdomo Trujillo me escribe desde calle 15-A número 1506, entre 12 y 14, en Carlos Rojas, provincia de Matanzas, para recordar otra deuda incumplida:
Refiere el remitente que, en 1982 y en vida, su difunta madre incorporó a la Cooperativa de Producción Agropecuaria Evelio Valenzuela una caballería de tierra fértil, y equipos de labranza.
En el contrato firmado, la CPA se comprometió a ofrecerle de por vida a la señora una pensión de 60 pesos mensuales (lo cumplió), y a garantizarle un autoconsumo alimentario (lo cumplió un tiempo). También en el documento, del cual me envía fotocopia, la CPA garantizaba que le fabricarían la vivienda y le facilitarían los materiales para ello.
La señora entregó la vieja casa que tenía a la CPA, la cual se demolió, con el consiguiente daño a algunas de sus pertenencias. La CPA le ofreció un local hasta tanto le construyeran la prometida. Era un viejo molino de arroz en pésimas condiciones, que la señora rechazó. Y tuvo que vivir en un peregrinaje por casas de vecinos y amigos.
Las tierras entregadas producían riquezas, y la anciana se vio de la noche a la mañana olvidada por quienes la engañaron. Con promesas. Al fin, luego de tres años de litigios y desgastes, comenzaron a hacerle la casa prometida, que nunca terminaron.
«Durante todos estos años, significa Dimas, he tratado de buscar la justicia y la verdad infructuosamente. He chocado con personas mal intencionadas que me han virado la espalda y han hecho caso omiso de las entidades que me han dado la razón. Tengo todos los documentos donde están implicados varios responsables de la CPA Evelio Valenzuela. Y no descansaré hasta lograr la justicia y la verdad».