Acuse de recibo
Del polvo venimos y al polvo vamos a parar. Recuerdo esa ancestral filosofía, que iguala a los humanos en su condición mortal por encima de sus diferencias, cada vez que ciertos cubanos, en el camino de sus posibilidades, se desentienden de otros cubanos.
La triste nota la trae Jorge Peix, quien me escribe desde calle Primera número 3, entre Medio y Horca, en el reparto Plaza de La Habana de la ciudad de Camagüey.
Peix relata que hace unas semanas fue estimulado, por el Plan CTC, con unos días de descanso junto a su familia en la playa de Santa Lucía, de esa provincia. Y allí, los trabajadores de ese alojamiento para turismo nacional no poseen transporte para trasladarse desde su lugar de residencia, en su gran mayoría la comunidad Palmas de Lucía, a cinco kilómetros de ese polo.
«La solidaridad propia del cubano no se practica allí, asevera. Los ómnibus de SERVISA que trasladan al personal que labora en los hoteles y demás dependencias del turismo internacional, casi nunca recogen a esos trabajadores, incluso teniendo capacidades de asientos. Y cuando lo hacen, es cobrándoles tres pesos por persona, algo muy caro para esa distancia, y bien lejos de las posibilidades de un empleado que solo recibe un modesto salario, sin divisa ni propina».
Señala Peix que él personalmente comprobó el disgusto cotidiano de ese colectivo, compuesto en su gran mayoría por camareras y supervisoras, que atienden a las familias de los vanguardias y destacados.
El remitente está claro de que la solución definitiva será cuando esa entidad tenga su transporte propio, o cuando existan ómnibus locales para trasladarse. «Pero mientras tanto, los choferes de SERVISA y sus jefes, así como cualquiera de Cubanacán con un carro estatal a su disposición, deberían ser más solidarios y sensibles con el prójimo».
De problemas del transporte, precisamente en Camagüey, versa la segunda carta, enviada por Equicio Núñez Pérez, vecino de Avenida 107, Edificio 3, apartamento 12, entre 20 y 22, en el reparto Sierra Maestra de la ciudad de Bayamo.
Cuenta Equicio que entre la noche del 3 de diciembre de 2007 y la madrugada del 4, presenció en la Terminal de Ómnibus Nacionales de la ciudad de Camagüey situaciones que califica de «críticas, vergonzosas y faltas de toda ética profesional».
Refiere el remitente que el día 3 se apuntó, junto a su esposa y su suegra, en la lista de espera para La Habana, alrededor de las 3 y 30 p.m., con los números 107, 108 y 109, estando la misma por el 59. A las 4 y 20 salió un ómnibus, y ya en la noche, él tenía el primer lugar. Se produce el cambio de turno, y transcurren horas en que no se venden pasajes por la lista de espera, pues supuestamente no había fallos.
Pero a Equicio se le ocurrió en un momento determinado trasladarse hacia el área de salida de la terminal, y entonces reparó en cuál era «la mecánica»: las guaguas con destino a La Habana, Matanzas y Sancti Spíritus traían capacidades, pero un grupo de ciudadanos inescrupulosos, en coordinación con los choferes, ofrecían pasajes de forma sutil, a un precio de diez dólares, «por fuera».
Ante la reclamación de Equicio, la jefa de turno le respondió que esos no eran ómnibus de ASTRO, sino de diferentes organismos, y ellos no tenían nada que ver con ese negocio.
Al fin a las seis de la mañana, Equicio, su esposa y su suegra pudieron viajar con tres fallos, pero eso no le hizo olvidar aquella madrugada de tanto descaro e irrespeto, como la califica, cuando el Estado hace tantos esfuerzos para mejorar el transporte interprovincial.
Equicio tiene varias preguntas en el candelero:
«Esto será siempre así en esa terminal? ¿Conocerán, el director de la misma, el Sindicato de ese centro lo que sucede allí? ¿Cuántos se “mojarán” en ese negocio?».
Sería saludable una respuesta contundente sobre tal denuncia de algo que, en palabras de Equicio, «crea el descontento y la desesperación de los ciudadanos que, por necesidad, tienen que viajar y utilizar esos servicios».