Acuse de recibo
Yuniet Cabrera Valdivia, estudiante de quinto año de Licenciatura en Sicología y residente en Bernabé Varona número 23, en la hermosa Gibara, tuvo que ir a BANDEC, en la ciudad de Holguín, a hacer unos trámites. Y como aquel hombre del cuento, que buscaba un «gato» para cambiar la goma ponchada de su auto, se preparó sicológicamente para el frío e indiferente trato de una de esas altaneras empleadas que, tras un ventanillo o un mostrador, maltratan al cliente a dos manos.
Pero fallaron los presagios de la joven. Se encontró allí a Maribel, una criatura admirable en medio de aquella colmada agencia bancaria. Con dulzura y rapidez, Maribel repartía su tiempo entre cada uno de los clientes que la demandaban. «Era como una hormiguita laboriosa, de aquí para allá, buscando las tarjetas de cada cual, atendiendo al teléfono que no paraba de sonar. Y en ningún momento su carácter cambió. Al contrario: manifestaba que quería atender a cada uno en el menor tiempo posible. Ojalá todas las personas que trabajan atendiendo a la población fueran como esa mujer».
La sentencia de Yuniet, su recóndito anhelo de clonar aquella excelente empleada a lo largo y ancho del país, sugiere que siempre hay seres con motivaciones muy intrínsecas hacia sus deberes, por encima de los recursos o condicionantes que puedan existir.
De un asunto muy sensible, las dietas de las personas que padecen cáncer, me escribe la señora María Luisa Llarandi, vecina de San Pedro número 4, entre Rizo y Avenida de La tropical, municipio capitalino Plaza de la Revolución.
La lectora tiene una sobrina que padece esa enfermedad, y cuestiona como algo muy burocrático el sistema establecido para ese tipo de suplemento alimenticio: la dieta se da por un año, y cada vez que vence, el paciente, o casi siempre un familiar, tienen que volver a hacer los trámites, que resultan bastante engorrosos.
A la sobrina de María Luisa, quien recibe la dieta siempre en el hospital donde se trata y la entrega en el Registro de Consumidores, ahora le indican que debe ir a su área de atención, lo que complica aún más la gestión: primero tiene que recoger un resumen de su historia clínica en el hospital, para que después, entre muchas otras ocupaciones que tiene, su médico de familia le dé el camino pertinente.
El resultado es que mientras va y viene todo, la paciente pierde la dieta durante dos meses. María Luisa comprende que debe haber un estricto control de las dietas, pero no concibe que en el caso de una enfermedad de este tipo, que la persona lleva consigo como una carga permanente, haya tanta complicación y trámites continuados.
Moraima Michel Reyes me escribe desde Bernabé Varona número 2121, Ciudad Deportiva, en la ciudad de Guantánamo, para alertar sobre la crítica situación del Taller de Prótesis de esa provincia, que se encuentra clausurado por Salud Pública hasta nuevo aviso, por no tener las mínimas condiciones para su desempeño.
Refiere Moraima que un centro que brinda servicios tan importantes como ese está desde 1996 en un local prestado, y esta es la fecha en que aún no se ha encontrado el inmueble idóneo o un terreno donde construirlo, a pesar de todas las gestiones hechas por ese colectivo.
Otra espera que desespera: desde el 24 de enero de este año, los vecinos del edificio sito en Calzada de 10 de Octubre 851, esquina a Altarriba, en la capital, aguardan porque se cumpla la orden de demolición de una parte de ese inmueble, expedida por la Unidad Municipal de Inversiones de la Vivienda.
Denuncia Venancia González Pérez que el edificio comenzó a presentar derrumbes parciales y lo reportaron. Fueron y orientaron que primero había que retirar un techo de fibrocemento aledaño. En una segunda visita argumentaron que había que coordinar con la PNR para el cierre de la calle. Y así, siguen esperando todavía...
Luego de ocho meses de espera, reclamaron a la Unidad Provincial de Demoliciones y les dijeron que allí no tenían ese reporte. Lo más preocupante es que el inmueble constituye un peligro en medio de una arteria tan concurrida como 10 de Octubre.