Acuse de recibo
Quizá motivado por ciertos desmanes cometidos por depredadores de monumentos de la capital, reflejados aquí recientemente, Alfredo Legarde me escribe para revelar algo verdaderamente insólito:
Un buen día desapareció la estatua de cuerpo entero del gran decimista y repentista Justo Vega, gloria de nuestra cultura, erigida hace algún tiempo en el parque que lleva su nombre en La Palma, municipio capitalino de Arroyo Naranjo.
Legarde, quien reside en Calzada de Managua 405, entre Imperio y M. Ayala, en el popular barrio de Mantilla, manifiesta que los vecinos están muy preocupados por el valor identitario que confieren a ese monumento tan querido. Y se pregunta adónde fue a parar el monumento, pues nadie ha dado una explicación al pueblo.
Ya lo de las gafas de John Lennon, en el parque de 17 y 6, en el Vedado —arrebatadas y repuestas más de una vez— parece una travesura al lado de la desaparición primero de la estatua del célebre compositor austriaco Strauss, en Línea y calle G, y ahora la del gran poeta campesino cubano. ¿Ladrones de glorias? ¿Depredadores del talento?
Por suerte la segunda carta nos enaltece: María Julia Versalles, vecina de la finca El Diamante, en el kilómetro tres y medio de la carretera Alquízar-Artemisa, en la provincia de La Habana, desafió el Parkinson que sufre para dedicar, de su puño y letra, un homenaje a lo que califica como «el centro de la ternura y la dedicación».
Cuenta la señora que su hija ingresó con 9 de hemoglobina y bajo peso para el embarazo que presentaba, en el hogar materno Adelaida Vidal, de la localidad de Alquízar, y permaneció allí nueve semanas.
«Le aseguro que da gusto llegar a ese lugar. El ciclón Charlie lo dejó sin techo y fue sometido a una reparación, y cada día aquel colectivo lucha por mejorarlo y mantenerlo».
María Julia elogia a su director, Andrés García, a quien califica como incansable, cuidadoso con cada paciente, preocupado, «capaz de hacernos sentir que llegamos al centro de la ternura y la dedicación». Y recuerda a médicos y enfermeras excelentes, a todo el personal de servicio, especialmente la tía Julia, quien hace delicias en la cocina.
La hija de María Julia tuvo un bebito de siete libras y media, luego de una cesárea, y su hemoglobina aun así estaba en 11,6. «Todo esto da buena fe de cómo se trabaja en el Programa Materno», sentencia la feliz abuela.
Onierky Nazco Companioni me escribe desde Edificio 7, apartamento 11, en el poblado de Arroyo Blanco, en el municipio espirituano de Jatibonico. Y es para delatar algo muy serio, aunque parezca ya intrascendente ante la idea final de la muerte.
Nazco afirma que la ruta al cementerio local ha ido deteriorándose con los años, y ha perdido el asfalto, sin que se le dé una mano restauradora; por lo cual se ha convertido en un verdadero problema el acceso del carro fúnebre.
Los pobladores se han quejado a las autoridades, y el único remedio ha sido peor: rellenaron los huecos con tierra. Pero con el tiempo y las lluvias los huecos se ensanchan y ya todo es un lodazal, que hace inaccesible el traslado también para el cortejo de personas. «¿Acaso será necesario que el féretro del fallecido sea trasladado hasta el cementerio en los hombros de las personas, como en tiempos antiguos?», pregunta Nazco.
Y para animarse de nuevo, he aquí que Daliana Rodríguez y Nelson Valladares me escriben desde calle Ocho número 7, en el reparto Puerto Príncipe, en la ciudad de Camagüey, porque les han salvado a su bebita de solo dos meses de nacida.
Agradecen los padres la atención brindada en el hospital capitalino William Soler a Daylene, quien fue intervenida quirúrgicamente de un quiste gigante en el colédoco (unión de los conductos cístico y hepático que desemboca en el duodeno).
La niña ha evolucionado muy bien, gracias a los doctores Villamil, Pastor, Niurky, César, Aliosky y Normita. Y ellos quieren que toda Cuba lo sepa, un día como hoy, 26 de Julio.