Acuse de recibo
La virtud y la belleza suelen germinar casi silvestres en la soledad de muchos sitios recónditos. Y siempre hay en esos lares ciertos personajes que descubren ese tesoro y lo propalan.
Me escribe hoy Humberto Manso Pérez desde Aguada de Maya, una comunidad de Vueltas, en el municipio villaclareño de Camajuaní. Y lo hace para plasmar su reconocimiento y admiración al colectivo de la escuelita rural Isidro González de aquel rincón de Cuba.
Humberto, quien hace más de cuatro años es custodio de ese centro, asegura que «en este municipio no hay otra escuela tan organizada, tan limpia, tan bien pintada, tan bella como esta», producto del esfuerzo y la dedicación de todos sus trabajadores, «especialmente de la directora Ana María Montes de Oca, del jardinero Alberto León y de la auxiliar de limpieza Elma Ferrer, excelentes trabajadores que tienen esta escuela como si fuera su propia casa. Viven prácticamente en ella».
Refiere el custodio que ese centro es vanguardia nacional hace varios años, y de referencia nacional, y acto seguido enumera la lista del resto de su colectivo: los profesores Raquel Machado, María del Carmen Medina, Marderling Rodríguez, Claribel Montes de Oca, Paula Peña, Grisel Largo, Yaily González, Aurora Piedra y Yoanny Herrera; la oficinista Belkys Vázquez y los custodios Belkys Línea e Israel Morales.
La segunda carta la envía Manuel Burón Seña, director provincial de Micro Social (Conservación de Edificaciones y Servicios Menores) en Ciudad de La Habana, en respuesta a la queja de la lectora María Victoria Núñez, reflejada aquí el pasado tres de enero de 2007.
Entonces, María Victoria denunciaba que la escuela primaria Oscar Rodríguez donde estudia su hija —sita en Correa y San Indalecio, en Santos Suárez— sufría desde febrero de 2005 la rotura de un tubo de desagüe de aguas sucias perteneciente a un edificio aledaño. Tal salidero provocaba que los albañales corrieran por el patio del centro.
En mayo de 2006 la rotura se agudizó, y la dirección de la escuela participó en una reunión con el Poder Popular, Aguas negras y la Micro Social, entidad esta última que se comprometió a resolver el problema, pero nunca hizo nada.
Ahora en su carta, Burón reconoce que «ha existido demasiada demora en el accionar para dar solución a un problema tan sensible, que lacera el prestigio de nuestra entidad y la confianza de nuestros niños, lo cual fue analizado con los directivos de dicha subordinación en aras de que situaciones similares no se repitan».
Precisa el funcionario que el problema fue solucionado por la Micro Social de dicho municipio en los primeros días de enero, a través de la construcción de un dren francés para evacuar las aguas albañales hacia el punto de vertimiento final.
Agradezco la respuesta y la solución del caso, siempre confiando en que, como asegura Micro Social, no se repetirá demora tan dilatada, que lacere la confianza en la institución.
La tercera carta huele también a morosidad, a promesa incumplida. La envía Aida Josefa Blanco, de calle 9 número 864, entre 8 y 14, en la localidad La Demajagua, de la Isla de la Juventud.
Señala Aida que hace más de dos años que un tramo de esa calle 9 fue totalmente desmantelado para realizarle una reparación capital, pero estas son las horas en que nada se ha hecho. Ello ha implicado que cuando llueve la arteria semeje un río de lodo, con sus correspondientes lagunas posteriormente.
Y como la vía está en esas paupérrimas condiciones, los ómnibus no llegan a esa parada, por lo cual los vecinos tienen que trasladarse a otra bastante distante, con la consiguiente molestia, especialmente para las personas de la tercera edad.
Los vecinos han plasmado sus quejas, pero allí sigue herida y abierta en sus entrañas la calle 9, sin que quienes rompieron la hayan recompuesto. Ya hace más de dos años. ¿Hasta cuándo la desatención y el olvido?