Cuba celebró con la felicidad de sus niños el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:35 pm
Los niños siempre conquistan el corazón de los pueblos, decía Fidel, y esa verdad se hizo realidad este sábado cuando, entre juegos, canciones, bailes y las travesuras de payasos, una decena de infantes demostraron al mundo que en Cuba no existe trabajo infantil.
En la sede de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas (ACNU) la sonrisa pícara, la mirada alegre y el ánimo envidiable de los pequeños aderezaron el festejo por el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, que se celebra cada 12 de junio, con el objetivo de proteger a los menores de ese flagelo.
Y en ese regalo, Mirian Lau, funcionaria del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, afirmó que la legislación nacional establece las prohibiciones necesarias para que no exista el trabajo infantil, e ilustró su exposición con las medidas que adopta el Estado en tal sentido.
Arsenio García, de la Oficina de la Unicef en Cuba, destacó que cuando el bienestar pleno de los menores resulta una quimera para numerosos países, la Isla —como ejemplo de sociedad equitativa— muestra encomiables resultados y el reconocimiento internacional por el resguardo de sus niños.
Reconocidos también fueron los ganadores del concurso juvenil Las Naciones Unidas y las futuras generaciones que, dedicado al aniversario 66 de la fundación de la Asociación, otorgó su Premio a Laura Fernández, de la Universidad de La Habana, por su profundo conocimiento de la ONU y valorar su accionar para el logro de un futuro mejor para la humanidad.
Educación, salud, alimentación, seguridad social, familia, cultura, deporte, leyes… en estas y muchas otras áreas el Gobierno y las instituciones de la Mayor de las Antillas combinan energía, alegría e iniciativas para garantizar el disfrute de los derechos de sus infantes.
Y fue otra jornada para seguir demostrando que Cuba es un país donde nada hay más importante que un niño, un país donde los amigos sinceros no tienen la mirada triste y temerosa de otros, sino una mirada clara y alegre como el canto del sinsonte.