La Momia necesita una temperatura estable de unos 20 grados Autor: Hugo García Publicado: 21/09/2017 | 04:51 pm
MATANZAS.— Josefa Petronila Margarita Ponce de León Heredero está a buen recaudo. Su condición de momia, lejos de asustar, como en el filme, sí les preocupa a muchas personas que viven a la expectativa de su conservación en una sala del museo provincial Palacio de Junco.
La Sala de la Momia no es como las demás. Posee una iluminación tenue, con cortinas color malva y temperatura promedio de 19 y 20 grados centígrados, pues para ello se enciende 12 horas un aire acondicionado. De no ser así, dicha pieza sufriría los embates del clima y de agentes biológicos, entre otros.
En estos tiempos de calor excesivo muchos se quejan de que en otros recintos, digamos oficinas, no existan las mismas condiciones. Por estos días de ajuste en los planes de ahorro de energía, algunos en broma insinúan dejar a la momia sin su habitual temperatura.
Esta momia fue encontrada el 19 de junio de 1965 en el cementerio San Carlos, de la ciudad de Matanzas. Posteriormente se comprobó que se trataba de una habanera que nació a principios del siglo XIX, embalsamada a petición de su familia, la cual pagó la suma de mil pesos en oro para su traslado por barco hasta Matanzas.
Aunque muchos matanceros y foráneos la han apreciado en su recinto museal, pocos se imaginan los avatares para que siga cautivando a los visitantes como pieza de excepcional valor.
Medidas salvadoras
La Momia de Matanzas fue descubierta por el doctor Ercilio Vento Canosa, quien durante alrededor de dos décadas la protegió en su casa, y gracias a ese gesto es que hoy el museo cuenta con esta pieza.
Josefa Petronila Margarita Ponce de León Heredero nació en Guanabacoa en 1815, y falleció en el barrio capitalino de Monserrat en marzo de 1872.
«En 2005, cuando terminé la última fase de su restauración decidí llevarla para el museo, que era el lugar donde por lógica debía estar», explica a JR Vento Canosa.
El Historiador de la ciudad de Matanzas sostiene que la inversión fue costosa para lograr una conservación duradera. «La exposición de un cuerpo conservado implica un estilo de trabajo diferente, porque los museos, al menos en Matanzas y no todos los de Cuba, no tienen costumbre de exponer estas piezas; tal es así que el museo Bacardí, ubicado en Santiago de Cuba, afronta dificultades con sus momias», añade.
El cuerpo de esta señora fue conservado en 1872 con una excelente técnica, pero eso no quiere decir que esté exenta de riesgos, desde hongos hasta cualquier otra depredación biológica eventual.
«No obstante se le dio otra conservación con productos químicos que tienden a eliminar la posible instalación de bacterias y sobre todo de hongos, y se colocó en una vitrina sellada, que además de exponerla decorosamente, permite su conservación», ahonda Ercilio.
Dos detalles intervienen en la preservación de la momia, pues influyen, además de la temperatura, la luz ambiente y el color de las cortinas y del interior de la vitrina. «Hay colores que facilitan más que los hongos se instalen que otros», expone el investigador, mientras enfatiza que este museo tiene el mérito de ser el único de Cuba que expone un cuerpo embalsamado, con técnicas de embalsamamiento del siglo XIX, traídas por Nicolás José Gutiérrez.
Vento Canosa comenta que la pieza, desde el punto de vista de su valor histórico, es muy grande. Al recordar los tiempos en que la protegió en su casa, reflexiona que todo el mundo no hubiera aceptado el reto que significaba rescatarla, teniendo en cuenta que en ese momento no había en Matanzas un lugar donde conservarla.
«Fue necesario aposentarla en mi casa, con todas las leyendas tejidas a posteriori, las buenas y las malas; pero en realidad no tuvo ningún impacto en mi vida, porque tengo un sentido muy práctico», sonríe.
«Lo más delicado de un cuerpo es cambiarle el estado de conservación original. Si se conservó más de 90 años en un nicho y no se deterioró, hay que tratar de que las condiciones futuras de conservación no difieran mucho de las que las preservaron durante tanto tiempo; hicimos un estudio de todo eso», precisa el científico matancero.
Preservarla ante todo
Hace 20 años se mostró como parte de la exposición de una sala, en una vitrina con otras piezas. «Por el interés científico, atractivo y curioso; por todo lo que encierra un objeto de este tipo, decidimos habilitar una sala para ella», comenta Lourdes Núñez, directora de la institución cultural.
Pronto se reunieron fotocopias de su fe de bautismo, de matrimonio, el certificado de defunción, fotografías del hallazgo, del proceso de restauración, y una pequeña vitrina con algunos de los órganos del cuerpo momificado.
«Como estaba en una sala hermética, con cortinas, se pensó que dada la humedad y temperaturas habituales en un clima como el nuestro era necesario un equipo de aire acondicionado que se compró con el apoyo de la dirección provincial de cultura».
Actualmente cuenta con una temperatura estable y se priorizan determinados períodos que se corresponden con las horas de más calor. Después de las 9 de la noche el custodio apaga el aire, el cual se conecta de nuevo al abrirse el museo en la mañana.
«Con el problema de la electricidad hemos tratado de mantener el mismo horario, porque ante todo hay que preservarla a ella.
«Tratamos de no afectar la temperatura que siempre ha tenido y hasta ahora no nos hemos pasado del plan.
«Las piezas que han estado mucho tiempo a una temperatura baja y estable no se pueden someter a un calor extraordinario. Hay que ahorrar, pero también preservar el patrimonio», concluye Lourdes.
La momia no ha sufrido afectación grave, aun con las altas temperaturas. Los trabajadores saben que el estado de conservación de dicha pieza depende de ellos, para que la momia de Matanzas siga atrayendo a los visitantes, a veces más de una vez.