Cuando se habla de educación sexual en la escuela, se piensa de inmediato en planes de estudio, materiales didácticos y talleres. Sin embargo, hay una dimensión menos visible pero igualmente influyente: el currículo oculto
Cuando se habla de educación sexual en la escuela, se piensa de inmediato en planes de estudio, materiales didácticos y talleres. Sin embargo, hay una dimensión menos visible pero igualmente influyente: el currículo oculto.
Tal concepto hace referencia a valores, normas y mensajes que los estudiantes reciben de manera implícita a través del comportamiento de sus docentes, las normas escolares y la cultura institucional.
El personal adulto transmite mensajes sobre la sexualidad con su actitud hacia el tema, su lenguaje corporal y sus respuestas a preguntas o situaciones inesperadas. Una mirada reprobatoria ante un comentario sobre diversidad sexual, el uso exclusivo de ejemplos heteronormativos para las clases, dar relevancia solo a lo que responden los varones o la omisión de ciertos temas pueden reforzar prejuicios y silencios en los estudiantes.
Sin proponérselo, incluso sin abordar su vida privada o sus preferencias de manera explícita, quien está frente al aula se convierte en un agente de socialización sexual que puede perpetuar tabúes o, por fortuna, fomentar una educación integral e inclusiva en cuestiones de género, erotismo, afectos y relaciones familiares.
Las creencias personales de los docentes pueden influir en cómo abordan temas como la diversidad sexual, la equidad de género o la afectividad. Frases como «eso no es adecuado para tu edad» o «no hablemos de eso en clase» envían un mensaje claro: hay aspectos de la sexualidad que prefieren dejar en la sombra, incluso en el nivel secundario o preuniversitario. Esto puede generar confusión, sentimientos de culpa o incluso miedos en los estudiantes que buscan respuestas, y si vamos al fondo del asunto, le priva de la garantía de recibir información basada en ciencia sobre aspectos de su genuino interés, o de expresar criterios y formular preguntas acordes con el ejercicio progresivo de sus derechos constitucionales.
En no pocos casos, los docentes suelen reforzar estereotipos de género con comentarios aparentemente inofensivos como «los niños no lloran» o «las niñas son delicadas», y de ese modo condicionan la forma en que los estudiantes perciben su identidad y sus relaciones interpersonales, influyendo en sus decisiones futuras sobre pareja,
sexualidad y afectividad.
Para minimizar el impacto negativo del currículo oculto en la educación sexual, es fundamental preparar mejor a los futuros docentes. La formación pedagógica debe incluir espacios de reflexión sobre las propias creencias y sesgos en materia de sexualidad y otros asuntos asociados, así como estrategias para abordar la temática de manera abierta, respetuosa y a la luz de evidencias científicas siempre actualizadas.
Con tal propósito, se requiere organizar capacitaciones en Educación Integral de la Sexualidad (EIS), no solo con información teórica, sino también con espacios de autoconocimiento y deconstrucción de prejuicios.
Ayudaría también las simulaciones y estudios de casos para ensayar respuestas adecuadas a situaciones comunes en el aula y otros espacios de socialización que no deben descuidarse para ganar en coherencia, como las áreas de recreo, el comedor, los baños, el matutino…
Este proceso en las escuelas pedagógicas de nivel medio y superior requiere supervisión y acompañamiento, porque no todos los docentes de esos planteles cuentan con recursos personológicos y metodológicos para abordar el tema al margen de los propios prejuicios.
En ese sentido, es valiosa la colaboración que prestan instituciones como el Cenesex, el CentroOscar Arnulfo Romero (OAR), los centros de salud mental, centros de estudio como el de la Juventud o de la FMC, entre otras instancias deseosas de contribuir.
Sobre todo en entornos de poca o nula urbanización, las escuelas son centros culturales por excelencia y marcan el pulso de la comunidad. Si en ese entorno institucional no hay un compromiso con la EIS, será difícil acabar con el bullying, la discriminación, el machismo, la violencia, las adicciones y el embarazo precoz o las ITS.
Hacen falta docentes sensibles, con capacidad de reflexión, que escuchen y ajusten la respuesta a la edad y la necesidad del momento; sin intentar tapar el sol con su ignorancia en el tema, y con disposición a expandir su mirada a partir de posturas de respeto a la diversidad humana en su expresión más amplia.
Al decir de la Doctora Miriam Rodríguez Ojeda, vicedirectora de la Cátedra de Género, Sexología y Educación Sexual de la capitalina Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, la escuela tradicional refleja dinámicas de las sociedades patriarcales y multiplica modelos sexistas en patrones culturales relativos a la masculinidad y feminidad.
Por eso, la cátedra propone cambios en la dinámica escolar a partir de la sensibilización y preparación del profesorado hacia modelos más flexibles, sistémicos y equitativos que se demuestren en su conducta y el contenido de sus clases.
La realidad es que la educación sexual no transcurre solo en los libros, sino en cada gesto, cada palabra y cada silencio de quienes enseñan. Reconocer el peso del currículo oculto es esencial para transformar las escuelas en espacio donde los estudiantes puedan crecer con información veraz, sin miedo y con libertad para construir su identidad sin estigmas.
La responsabilidad de los docentes es enorme, pero también lo es su capacidad de inspirar y guiar a generaciones hacia una vivencia plena y saludable de su sexualidad.