El Día Mundial de la Felicidad se celebra cada 21 de marzo. En enero preguntamos al público de Sexo sentido qué le hacía feliz en sus relaciones amorosas. Aquí, un resumen de las respuestas
«La vida no se mide por las veces que respiras, sino por aquellos momentos que te dejan sin aliento». Anónimo
Sentirse feliz es natural y muy fácil, sobre todo si amas y te aman con reciprocidad. No es que otros puedan hacerte feliz si no lo eres por elección consciente, pero es muy bueno tener con quien compartir la dicha… y las dudas, que siempre aparecen como parte de tu crecimiento personal.
Ese alguien especial merece que le digas cuánto ha contribuido a fortalecer tu bienestar, y debes cuidar que tus palabras y acciones acrecienten también el suyo. «Ese es un buen ejercicio para reafirmar la unión y alimentar el amor», escribe la holguinera Diana, para quien la felicidad está en esos detalles imperceptibles que avivan el espíritu.
Según nos cuenta, ella disfruta mucho de conversar con su novio pues, aunque él es más de números y ella de letras, ambos comparten la misma filosofía de vida. También adora «dormir y despertar abrazados, porque me hace sentir segura y querida. Comer juntos, porque siempre termino primero y me encanta mirar su manera tan peculiar de comer, y hacer que ría, porque cuando eso ocurre sus colmillos rozan sus labios y eso me gusta tanto que me hace feliz».
La alegría y el respeto mutuo son delicias contagiosas, a juzgar por los mensajes recibidos. Yamy es de las que disfruta especialmente ver reír a su novio, y aunque tengan, como todas las parejas, diferencia de criterios en algunos aspectos de la cotidianidad, tratan de no hacer de eso un abismo, sino de ver siempre la parte positiva.
Lenna habló de la magia de oírle decir al despedirse «Te quiero, mi amor. Por favor, cuídate mucho». Luego están otros detalles: él siempre le da su primer bocado, si está brava le hace murumacas hasta verla sonreír y cada noche le da las gracias por estar a su lado.
Llegar a casa y que te reciban con una frase amable es otro de los recursos más defendidos, especialmente cuando se comparte tiempo de calidad con los seres nacidos de esa unión, como nos cuentan Arián, Fernando y Raiza.
Julia dice no ser muy exigente para sentirse a gusto. Ama las cosas sencillas y se fijó en su pareja por el encanto que descubrió en él: aunque no sea un príncipe azul tiene «unos ojos verdes en los que me sumergí como si fuese un manantial de agua pura», y además es cariñoso, amable, y auxilia a la gente sin esperar retribuciones ni preguntar quién es. Por eso aún después de 13 años, «cuando lo siento llegar siento las mismas mariposas que al principio de nuestra relación».
A veces la felicidad asusta, dice una guantanamera que olvidó poner su nombre. Ella conoce muchas parejas que apenas se entienden y no quisiera llegar a ese punto en su relación, que ya acumula cuatro años. Por eso inventan aventuras para vencer la rutina y dan gracias por cada momento que comparten, sean buenos o malos.
Desde el Mariel, en Artemisa, escribe Aymí, a quien le hacen feliz hasta las cursilerías de su pareja, sobre todo cuando la bebida le da por apapacharla y gritar delante de todo el mundo cuánto la ama. Tras casi seis años de noviazgo, aún encuentran tema para conversar y él sigue siendo su confidente, su ideal materializado y un magnífico futuro papá, capaz de bajar las estrellas si ella las necesita.
Lenier agradece haber encontrado una cómplice para lo bueno y lo malo de la vida. Cuando piensa en que la verdadera felicidad no existe, ella juega a hacerle creer que sí y lo motiva a seguir buscándola a su lado.
A la forista Anacoi le reconforta escuchar a su pareja decir cosas lindas y compartir tanto las tareas hogareñas como la educación de la hija en común. Igual se siente incómoda cuando él está de mal humor, pero eso, para su fortuna, pasa muy pocas veces.
Ali cuenta que al conocer a José no eran «ni vírgenes ni nobeles en el mundo del amor», y aun así encontraron un sentimiento recíproco que les resultó puro, nuevo, fresco… Como trabajan juntos, sus colegas son testigos de cuánto se aman, pero ignoran la «receta secreta» detrás de esa unión. «La felicidad realmente existe, y la saboreamos, la tocamos, la vemos siempre, no importan las circunstancias que nos rodeen o si esté nublado el día», confiesa ella.
Rafael, un apasionado seguidor de estos temas en el periódico y la radio, ve en la felicidad una experiencia tan individual y única como la personalidad. Ni siquiera necesitas palpar para sentirte bien con alguien, si tu imaginación te lleva hasta a oler su presencia, afirma.
HDM describe cómo en su relación amorosa el lenguaje corporal tiene el mayor protagonismo desde hace 14 años. A pesar de ser «una reciprocidad prohibida, signada por las tensiones y la persecución», el regocijo nace de una empatía emocional poderosa, que salta la distancia y las condicionantes externas para lograr un diálogo lujurioso entre almas que intercambian caricias y poemas a través de miradas y gestos, o usando el correo y la vía telefónica.
De esa mujer inalcanzable le hace feliz su sensualidad y su físico, el agudo y dulce timbre de su voz, su laboriosidad, su delicado magnetismo y hasta «el semblante de doncella que expide al asimilar el intercambio corporal».
Para cerrar elegí dos mensajes distantes en experiencia y cercanos en optimismo. El primero es de Daniela, una adolescente convencida de que la felicidad no es ausencia de problemas ni tener todo lo que deseamos, sino algo que creamos dentro y comunicamos al exterior. Por eso nos invita a aprender cómo enfrentar las cosas difíciles de la vida con optimismo, a encontrar lo bueno de la gente, a querernos nosotros mismos y ¡a ser felices hoy!
El segundo testimonio es de Celso, un hombre que perdió su pareja recientemente, tras 40 años de matrimonio, y pese a su duelo asegura que la felicidad es una consecuencia de la conciencia:
«Hoy, cuando el dolor invade mi alma, entro a mi casa y no la encuentro. Camino por las calles de Camagüey y no está a mi lado. ¡Nunca más estará a mi lado de forma corpórea! Sin embargo (¿será un sueño?), ella está conmigo porque está en mi corazón. Tengo en quien pensar y por quien luchar. «Felicidad es poder dar la mano al necesitado, ayudarlo a levantarse, a luchar por la vida como nosotros hicimos y como seguiremos haciendo. (…) Hoy estuve buscando en el diccionario el significado de la palabra felicidad y te dije que era el estado de ánimo que se caracterizaba por la alegría y la satisfacción. Me pediste que lo repitiera y te dije: “¿Para qué quieres saberlo? ¡Felicidad eres tú, mi querida Aya!”».
(En el sitio digital hallarán el texto íntegro de los mensajes para continuar debatiendo)