B.L: Llevo seis años de matrimonio. Amo a mi esposo, me gusta muchísimo, pero aún me cuesta trabajo comunicarme con él y hacer que entienda mis necesidades más allá de la cama. Siento que la relación está llena de lagunas y no veo de su parte ninguna intención de llenarlas. Ahora me pide que tengamos un hijo, pero creo que esa decisión puede empeorar el vínculo en lugar de mejorarlo. Tengo 31 años.
El matrimonio necesita, además de amor y deseo, un alto grado de intimidad emocional, pero esa cualidad no es espontánea, debe construirse de manera activa por ambos miembros de la pareja antes de pensar en consolidar una familia.
Dices que hay lagunas y no ves de su parte intención de llenarlas. No basta con esperar el cambio: quien desea renovar el vínculo debe proponer el nuevo modelo a seguir y demostrar con su conducta que es posible aplicarlo. Si te encierras en la incomunicación o la queja él no entenderá en qué áreas te sientes carente.
Intimidad emocional no es solo el diálogo sobre las preocupaciones cotidianas, hace falta también incrementar otras expresiones de afecto no verbales como las caricias sin intención erótica y el apoyo en situaciones de vulnerabilidad.
Pueden además atreverse a compartir pensamientos ocultos, fantasías, anhelos, proyectos de desarrollo personal y juegos de roles en los que mostrar nuevas facetas de tu personalidad te ayudará a descubrir otros matices en la de tu pareja, además de romper la rutina, que muchas veces aleja en lugar de acercar a los cónyuges.
Intimar físicamente a veces es más fácil que hacerlo en el plano emocional. Si deseas más ternura puedes comenzar por mostrar tus miedos a la par de tus afectos, y convocarlo a dar lo mejor de sí en ese camino de soñarse padre.
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